“El que desciende hasta su propia realidad,
al abismo de su inconsciente, a la oscuridad
de sus sombras, hasta tocar la impotencia de
sus propios esfuerzos, el que llega a ponerse
en contacto con su humanidad y terrenalidad,
se elevará y llegará hasta el verdadero Dios.”
A. Grün
Muchas veces me siento dividido, al tomar consciencia que no está integrada la totalidad de mi vida. Algo así como si fuera dos personas distintas, una trabajando y otra que nace al terminar mis tareas.
Esta división interior probablemente sea una de las causas por las cuales nace en mí en determinados momentos, cierto cansancio y pérdida del sentido vital.
Según un reciente estudio realizado por el Observatorio de Tendencias Sociales, Educativas y Empresariales de la Universidad Siglo 21, en el año 2024, uno de cada tres argentinos (32%) se sentía tan agotado que no podía realizar ninguna otra actividad después del trabajo; y un 24% de la población reportaba que, la mayor parte de los días no lograba relajarse después del trabajo y sentía que cada vez le resultaba más difícil iniciar una nueva jornada laboral.[1]
¿Qué deberían cambiar las empresas para ayudar a una vida más armónica de sus trabajadores? ¿Qué podría aportar de mi parte para vivir más integrado y sentirme una sola persona?
Veía recientemente la miniserie “Severance” de AppleTV, situada en los años setenta, en la que una empresa (Lumon Industries) logra mediante la instalación de un chip en el cerebro, que las personas que trabajan en la empresa, puedan separar su vida privada de la laboral, sin que existan -aparentemente- recuerdos entre ambos mundos y de esta forma poder trabajar sin conflictos. Algo así como si fueran dos vidas diferentes que se desconocen a sí mismas. A través de este dispositivo cerebral los problemas personales de los trabajadores, no están presentes en el día laboral, logrando independizar ambos mundos.
El mensaje que está por detrás de la propuesta laboral de Lumon Industries, es que la vida personal, con sus problemas y dificultades, afecta el rendimiento de la empresa y por el dispositivo instalado, se pueden neutralizar estos efectos negativos, logrando un mayor rendimiento económico.
Pero la propuesta de Lumon Industries nos lleva a un mundo deshumanizado y alienado. La imagen del trabajo que presenta es mecanicista, fría y alejada de una relación humana auténtica.
Me pregunto, ¿cómo vivir integradamente en medio de las exigencias laborales y los estilos de cada organización? ¿Qué podría aportar y cambiar en mi mirada del mundo del trabajo?
Jesús, al vivir con sus discípulos una situación de pérdida de identidad y espacio vital, por sentirse agobiados por la multitud, les propone que crucen a la otra orilla y entierren aquello que está muerto, para dejar espacio al nacimiento de algo nuevo.
– Al verse rodeado de tanta gente, Jesús mandó a sus discípulos que cruzaran a la otra orilla. … (Mt 8, 18)
Estar rodeado de tanta gente pareciera significar una situación en la que no puedo ser yo mismo por la presión del medio ambiente. Me pierdo en la multitud y se desdibuja mi identidad. Paradójicamente la multitud me aleja y dificulta la generación de vínculos profundos con los demás. Dejo de ser yo mismo y no puedo formar una comunidad de personas que viva una cultura del encuentro.
¿Qué significa hoy para mi mundo laboral la propuesta de Jesús de cruzar a la otra orilla? ¿Dónde está la “otra orilla” que Jesús me propone?
Pareciera que su propuesta, ante el riesgo de la pérdida de identidad y agobio en que se encuentra junto a sus discípulos, es tomar distancia, volver a la interioridad personal y recuperar el propio centro vital. Esto implica una decisión, un camino de introspección, que requiere un esfuerzo (¡porque justamente está en la otra orilla!).
La otra orilla es ese lugar nuevo hacia el cual Jesús nos invita a navegar. Y para eso tenemos que cruzar, adentrarnos mar adentro, dejando atrás al hombre viejo y repetitivo que perdió su identidad y buscar un faro que nos guíe, asumiendo el riesgo de la travesía hacia las nuevas playas. Necesitamos replantearnos el camino hasta hoy recorrido, vaciarnos, dejar lo caduco, tal como Jesús le señala al discípulo en el diálogo que mantiene:
– «Señor, permíteme que vaya antes a enterrar a mi padre»,
a lo que Jesús le responde:
– «Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos». (Mt 8, 21-22).
Jesús nos llama a la vida, a enterrar lo muerto que llevamos en nuestras mochilas de costumbres y prejuicios perimidos, que nos generan peso y vacío existencial, aun cuando en apariencia se vean como supuestos valores, representados simbólicamente en la figura paternal que menciona el discípulo.
No podemos seguir sosteniendo lo que ya ha terminado y cumplido su ciclo. No podemos sostener un mundo sin vida. Tenemos que atrevernos a soltar lo que dejó de darnos entusiasmo y descubrir lo luminoso que está todavía por desplegarse, sabiendo que quizás nuestra percepción está muchas veces sesgada y condicionada por una “cultura del descarte”, en la que tratamos a los demás como” un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar.” [2] en post de la eficiencia y los resultados.
Me pregunto, ¿qué parte mía necesito enterrar y dejar de sostener? ¿Qué debo modificar y renovar?
¿Vivo y transmito una cultura de encuentro con los demás o actúo en base a una mentalidad de descarte? ¿Estoy abierto a descubrir lo que los demás tienen para aportarme?
Me alienta a seguir adelante el testimonio del empresario Enrique Shaw, quien está en proceso de canonización por la Iglesia, cuando alrededor de 1950, al incorporarse a trabajar en la empresa Rigolleau como gerente de una de las áreas, lo primero que hizo fue acercarse en mameluco a conversar con los trabajadores de la fábrica que estaban en el horno Nro. 2 y les preguntó cómo estaban, cómo se sentían, intuyendo probablemente que las condiciones laborales que vivían por el intenso calor del horno, no eran las más adecuadas para trabajar. Su actitud fue sorprendente y poco habitual para un directivo de esa época. Enrique se vistió como un operario más, se acercó al lugar de trabajo y con sus preguntas buscó indagar lo que vivían los trabajadores en el horno N° 2. No partió del modelo gerencial pre establecido, sino que lo cuestionó cruzando a la otra orilla y enterrando una vieja y perimida visión de relacionamiento gerencial con los trabajadores de la empresa.3
Su ejemplo me inspira y deja entrever que es posible vivir el mundo laboral sin renunciar a la propia identidad y estilo, renovando la mirada de la realidad e integrando la propia personalidad con el mundo del trabajo, cuestionando los viejos caminos ya recorridos y descubriendo nuevos sentidos que le den alegría y otras posibilidades a las tareas diarias.
[1] Conf. Revista Criterio, 14/1/25
[2] Papa Francisco, “Evangelii Gaudium”, punto 53
[3} Sara Shaw de Critto, “Viviendo con Alegría”, ed. Claretiana (2017), pág.105, testimonio del señor Domingo Evangelista.

 
									