Encuentro Anual ACDE 2025

Sed de agua viva

Escrito por Felipe Videla
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A propósito del 28° Encuentro Anual de ACDE

Habiendo tenido el honor de participar en la organización de los últimos dos eventos anuales de ACDE me surgieron algunas reflexiones que me vi motivado a compartir. Ambos dos encuentros, sobre todo el último, fueron marcadamente Cristo céntricos y hubo un gran espacio para hablar de Dios sin edulcorantes, de Dios en la empresa, de Dios entre los empresarios y, porque no, de Dios en nuestro país. Recuerdo el haberme llevado el año pasado, tres conclusiones claras (algunas de las cuáles se repitieron este año), las tres resumidas en la entrevista a Rafael Grossi:

  1. Grossi nos destacó que aún en las relaciones diplomáticas del más alto nivel, la importancia de la persona, del cara a cara es insustituible (sobre todo a la luz de la tan mencionada inteligencia artificial);
  2. El no darse “el lujo de frustrarse”, él (Grossi) desde su lugar de tan alta responsabilidad no puede darse ese lujo porque estaría asumiendo la destrucción del mundo. Nosotros, como cristianos, tampoco podemos descansar en la frustración de que nuestro mensaje no llega o “no parece” estar de moda;
  3. Y conectado con lo anterior, el resultado de las cosas viene de una acción constante y permanente y, sobre todo, de la confianza. En un mundo de cosas tan rápidas, la acción constante y permanente y -agrego- persistente, con un objetivo concreto, nos lleva a lograrlo, pero, sobre todo para los que tenemos fe, la confianza en Dios, ese es nuestro comodín, nuestro atajo, o quizás, nuestro único camino.

Pero estas reflexiones, sumadas a las de ciertos paneles, en los que se vislumbraba la presencia de Dios se vieron totalmente reforzadas este año con lo que ocurrió en el evento. Ya desde las palabras del Padre Santarelli que nos hablaba de “no enterrar nuestro talento” como empresarios, que somos “servidores de un don”, que vamos atrás de una persona que nos cautiva (“Jesús”), como Pedro y Pablo, buscando no deshumanizarnos, nos adentramos en un clima donde Cristo estaba presente. La experiencia de escuchar el proyecto de misericordia, donde la oración, la Virgen y Cristo son el centro, o el panel de Mariano Tomatis (PWC) y Carolina Dams (IAE) con sus testimonios de fe y conversión, dejó en claro que ACDE tiene un mensaje más fuerte que el de “meros valores éticos o empresariales” compartidos, sino el Valor con mayúscula, que es Jesús y la fe.

El segundo día nos regaló, entre otras cosas, las palabras de Enrique Shaw, que no dejaban lugar a dudas. Frente a las preguntas sobre como ser empresarios hoy, Enrique nos llamaba a la Eucaristía , a la oración, a la Virgen, a no descuidar la rentabilidad, pero a privilegiar la persona, a no ser empresarios que se “fundan por ser buenos” pero a tener claro nuestro norte, que es Jesús. Y, finalmente, con el testimonio de Christian Carman sobre un liderazgo para la eternidad. Su conclusión fue que el Liderazgo con mayúscula fue el de Jesús, que carga a sus ovejas, que les enseña, que da la vida por ellas.

Al terminar el evento recibí muchísimos comentarios sobre lo importante que había sido escuchar el mensaje de Jesús en ACDE. Sin matices, sin suavizantes, abierto a todos y sin excluir a nadie, pero hablando con las palabras de Cristo. Y al compartir estos comentarios con alguien, esa persona me dijo “Cuanta sed de Dios”. Esto, en mi opinión, es lo que ocurrió especialmente este año: fuimos instrumentos para dar el agua de vida eterna, el agua viva, que sacia verdaderamente la sed. No un substituto que busca satisfacer el momento, sino la verdadera agua. Como Jesús le dijo a la samaritana, con claridad: “Todo el que beba de esta agua, volverá a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás” (Juan 4, 13-14). ¡Siento tan actual ese pasaje para nosotros! O aquel en el que los israelitas le reclamaban a Moisés: “¡Tenemos sed! ¡Danos agua!” (Ex. 17, 3) y Moisés, por medio de Dios, hizo brotar agua de la roca del monte Horeb.

Nuestra Biblia es un resumen humano-divino perfecto, de un vínculo de amor entre Dios y los hombres, y en ese vínculo aparece lo más humano de todo, que es la sed. Sed que no puede ser pospuesta (a diferencia quizás del hambre que puede tolerarse por más tiempo), ni que puede ser engañada o saciada con cualquier palabra, discurso políticamente correcto o lugar común. Ya los salmos decían “mi alma tiene sed de ti como tierra reseca” (Salmo 143). Y el propio Jesús, antes de morir, dijo “Tengo sed” (Jn. 19, 28), sed de Dios (“Dios mío porque me has abandonado”, Mt. 27, 45), sed de nuestro amor. La misma sed que Santa Teresa de Calcuta escuchó de Jesús, sed de los más pobres entre los pobres y que así se refleja arriba de cada altar de las Misioneras de la Caridad (“I thirst”). La sed nos vincula a Dios de manera íntima, histórica y personal. Es por esto, creo, que recibimos esos comentarios luego del evento, porque esta vez fuimos vasijas de barro de agua viva, agua que sí calma la sed de amor, de eternidad que todos tenemos. Jesús fue claro, Él mismo nos dijo que “mi carne es la verdadera comida y mi sangre la verdadera bebida” (Jn. 6, 55-57), nada más puede saciar al ser humano.

Y con esto no quiero decir que el evento deba ser un lugar de catequesis, o de retiro espiritual, pero sí creo que se puede hablar de empresarios en Cristo, sin tapujos, sin miedos. Creo que nuestro empresariado, y, sobre todo, nuestro país necesita mucho más de Jesús y su ejemplo, que de grandes sabios con técnicas empresariales sobre el manejo de personas. En palabras de Enrique Shaw “Nada de esto se logra sólo con técnicas de gestión, sino que requiere un profundo trabajo interior…. Una vida de oración intensa”. Ya San Agustín lo decía “Nos hiciste Señor para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”.

Nuestros sumos pontífices hablaban de santos en “zapatillas” (o mocasines o tacos quizás) o santos cercanos, de la puerta de al lado, o quizás también santos empresarios. Y si bien ACDE es un espacio empresarial, al ser también un espacio cristiano, tiene como norte a Cristo. Benedicto XVI, nos dijo que hablar de Cristo no es imponer una verdad sobre otra, eso sería sostener el relativismo de que existen numerosas verdades. Cristo no sólo es el Camino, la Verdad y la Vida, sino que es el mejor regalo que se le puede hacer a quién no cree en él. Parafraseando a Guardini, la Verdad nos interpela y transforma, pero, sobre todo, nos cautiva.

Por eso me animo a preguntarnos si desde ACDE estamos cada vez más llamados a ser fuentes de esa agua viva en el mundo empresario. No en vano la misión de ACDE es: “Ayudar a los dirigentes de empresa a vivir de manera coherente su vocación emprendedora y su fe cristiana” Ser los ingenieros, abogados, contadores, administradores, que “construyamos” los vehículos para que esa agua viva (y no un agua edulcorada, de valores compartidos y nada más) realmente sacie la sed de nuestra Argentina. Y finalmente teniendo siempre presente que somos misioneros, enviados por Jesús, de dos en dos, a anunciar su Evangelio, su Buena Nueva, a llevar su agua viva.

Sobre el autor

Felipe Videla

Abogado y Socio del Estudio Beccar Varela. Coordinador Pro Bono de dicho Estudio.

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