Homilía del P. Díaz en la misa de acción de gracias por el 73º aniversario de ACDE
El profeta Isaías es uno de lo que más hace presente en su anuncio al Mesías. En Jesús como Mesías, como Salvador, cada uno de nosotros proyecta y está bien hacerlo así, todo lo que anhela su corazón, todos sus deseos. Todo lo que es bueno, verdadero, noble, justo, todo se nos da en él. Por eso, cuando Isaías estaba hablando de este que iba a llegar, lo bueno, todo lo santo se hace presente ante nosotros.
Dos características aparecen con su presencia. Dos cosas que habitualmente están ausentes, al menos en parte y que nos duelen: la justicia y la paz. Jesús es ese juez, en quien ya no hay confusión. Es el que sabe también en nuestra búsqueda de hacer el bien y lo de nuestro inducible dolor por hacer el mal. Ese juez justo es un anhelo de nuestro corazón.
Y la paz, ese es el otro don mesiánico. La armonía es la que lleva a decir que hasta los animales enfrentados encuentran cómo convivir y cómo ayudarse mutuamente. Esos dos anhelos de nuestro corazón se hacen presentes cada vez que Jesús está presente. Hoy celebramos como ACDE la presencia de Jesús en nuestra vida, en ACDE, en el mundo empresario. Y tenemos que reconocer que se ha hecho presente muchas veces, de muchos modos, buscados, anhelados por largo tiempo, construidos con mucho esfuerzo o a veces inesperados. Pero hemos sido testigos de esa paz, de esa justicia, de ese bien, de esa comunión, de esa solidaridad que es de dios en nuestra actividad.
Es lindo, entonces, mirar esto, desde el Evangelio. Vuelven de esa primera misión a la que fueron enviados los setenta y dos discípulos. Ustedes se manejan bien con los números: son los que completan los doce apóstoles y hacen que aparezca el número siete repetido de doce. Así, ese total de ochenta y cuatro son la plenitud de la misión de la Iglesia. No difiere mucho, seremos un poquito más, pero no demasiado más. A nosotros, que nos parece inalcanzable en la totalidad del empresariado para visionarlo, Jesús empezaba con estos, la misión en el mundo entero. Y allí, al recibirlos, es lindo detenerlos en Jesús, porque seguramente podríamos adivinar en este texto su mirada sobre nosotros hoy. Jesús reza, dice en voz alta: “alabo, Padre, señor del Cielo y de la Tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños”. Tal vez nos puede parecer que ACDE es pequeño, va creciendo: ya somos más de mil y es una gran alegría ese anhelo de tanto tiempo haberlo alcanzado. Pero frente a la cantidad del mundo, de los negocios, de la empresa, parecemos muy pocos. Pero Jesús se goza en esa pequeñez. Jesús se alegra y alaba al Padre por haber elegido lo pequeño, porque en lo pequeño es donde Dios manifiesta que no es nuestra obra, sino que es la suya. Y allí entonces nosotros, más que caer en la soberbia de creernos consultores de todo, nos damos cuenta que tenemos el regalo de haber sido invitados a una obra que es de dios. Y que le tenemos que poner todo el corazón, toda nuestra fuerza, todo nuestro ánimo, para que el señor entonces complete lo que no podemos. Él no va a hacer lo que podemos y va a completar lo que no podemos.
Y allí es donde entonces aparece la gratitud, la acción de gracias. Jesús decía: “todo me viene del Padre”. Si él mismo, como hijo eterno, es capaz de reconocer esto, ¿cuánto más nosotros? ¿Cuánto tenemos para agradecer de tantas cosas que sería casi imposible enumerar en este momento para darle gracias a Dios? Y eso es lo que se ve, porque después está el testimonio de cada uno de ustedes, que dios obró en su interior, lo que Dios obró con las personas con las que se fueron encontrando, con los que trabajan con ustedes, con todo el personal, con aquellos que son sus clientes o proveedores. Cada palabra dicha, sin nombrar a Jesús, pero desde el Evangelio y desde lo que él nos enseñó, fue un testimonio. Y de eso tenemos también que dar gracias. Hoy Jesús nos dice: “felices ustedes, porque ustedes han visto, ustedes han escuchado cosas que profetas y reyes anhelaban y no pudieron ver”. O podría decir: “ustedes me vieron presente en el mundo de la empresa”.
Seguramente habrá caminos para hacerlo mucho más presente, pero hoy agradezcamos y alegrémonos por haber reconocido a Jesús entre nosotros. Alegrémonos por haber podido compartir nuestra fe. Alegrémonos por tener este entusiasmo y este deseo profundo de seguir haciéndolo presente cada día en nuestra vida.
