«El Reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra: sea que duerma o se levante, de noche y de día, la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo.» (Marcos, 4 26-27).
Mañana
Gracias Padre por esta mañana llena de vida y luces nuevas, que anuncia la resurrección de Jesús y enciende mi esperanza. Que el despertar de la creación sea un cántico de alabanza.
Llevame a descubrir la riqueza que entregan quienes trabajan a mi lado y la generosidad que se esconde en el trabajo compartido. Sin ellos no podría hacer lo mío.
Dame luz para entender el peso del trabajo, transformando lo alienante, excesivo y repetitivo en caminos creadores.
Que vea otros horizontes y encuentre nuevos sabores para hacer mis tareas con entusiasmo.
Abrime para estar atento a lo que traen y necesitan las personas con las que tomaré hoy contacto. Que no me masifique y viva de espaldas sin saber de qué se trata.
Mediodía
Vértigo, roces, bullicio
bocinas, motos, desgaste,
lucha, tráfico, rabia …
gente que viene y va, corre, se apura …
y no registra mi presencia y la de otros …
me frustra, me canso, me enojo …
¿Vale la pena tanta lucha?
¿Te encuentro en este ahogo?
¿Dónde buscarte …
¿Dónde alabarte …?
Madre, en este mediodía en el que quiero detenerme a hacer una pausa, te pido las gracias que brotan del santuario. Renová mi energía con tu fuente de vida. Que el santuario sea un remanso para los agobiados y afligidos y lugar de justicia para los pobres.
Abrí mi corazón para ser solidario con las necesidades de quienes trabajan junto a mí y estar atento, no sólo a lo que me quieran transmitir, sino también a cómo lo hagan y así entender sus propias formas de trabajar y vivir la vida.
Me uno a la ofrenda que te entregan, consciente o inconscientemente, quienes trabajan sin cesar en este momento, con sus fuerzas, inteligencia y esperanzas. Llename de entusiasmo para trabajar motivado y gustar de la sal que trae este día.
Tarde
En esta tarde Padre, quiero terminar mi jornada haciéndome pequeño y sencillo de corazón, como Jesús, maestro de mi vida. No permitas que el trabajo vaya endureciendo mi sensibilidad y apertura y me vuelva indiferente y frío hacia quienes me rodean.
Dame paz para transformar en gracias las presiones y sobreexigencias que tuve en este día. Curá mis heridas.
Quiero llevar tu luz y unirme a Unamuno en su oración, diciendo:
«Agranda la puerta, Padre
porque no puedo pasar.
La hiciste para los niños,
yo he crecido a mi pesar.
Si no me agrandas la puerta,
achícame por piedad.
Vuélveme a la edad bendita
en que vivir es soñar.»
Las oraciones que se presentan son extraídas del libro Trabajar Orando (Editorial Claretiana, 2013) Siga leyendo:
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