«Era ejecutivo de una petrolera y rico, pero se ha desprendido de todo y ahora es monje en…” Así como este caso, muchos portales católicos están llenos de casos parecidos. Laicos que habiendo alcanzado muchos logros en sus respectivos oficios, lo dejan todo para seguir la vida religiosa. Y está muy bien. Es muy valioso. ¿Quién lo niega?
Pero nadie habla de los laicos que habiendo logrado grandes cosas en su profesión, lo dejan todo para seguir en su profesión y con sus grandes logros. ¿Lo dejan todo? Sí, porque esa es la santificación laical. Eso es el llamado universal a la santidad, que parece seguir siendo ignorado ante estos grandes títulos. Sí, porque seguramente debe haber muchos ejecutivos de grandes empresas que deciden ser santos en esa misma situación, pero nadie se entera, o a nadie le importa, o nadie cree que sea posible. Sí, porque también la santidad en el mundo consiste en abandonar el hombre viejo para vivir, en su oficio, el hombre nuevo del evangelio.
¿Quién dijo que la vida religiosa NO puede tener fama, poder y dinero? Fama y poder han tenido grandes papas, ya presbíteros o religiosos, y dinero, ni les cuento. ¿Y? Se supone que frente a todo eso, el desafío de la santidad es como una lluvia ante la cual abrimos el paraguas y seguimos nuestro camino. Después del pecado original, el éxito, la fama, el poder o el dinero son como lluvias deliciosas ante las cuales cerramos el paraguas y nos dejamos empapar, deteniendo nuestro camino y embriagándonos de soberbia.
La santidad consiste, en cambio, en seguir la propia vocación, haciendo el bien, con fama o sin ella, con dinero o sin él, con éxito o sin éxito: la santidad es llevar a la plenitud el llamado que Dios nos hizo para amarlo sin medida a El y al prójimo, sin o con cuestiones totalmente accidentales al seguimiento del propio camino. Por ende, a los ejecutivos de petroleras que sean santos, y sean conocidos por ser ejecutivos de petroleras pero no por ser santos, yo les dedico estas simples palabras, diciéndoles que en los periódicos de Dios salen sus noticias, y en el cielo hay grandes alegrías y festejos.
Muy bueno Gabriel!!!. Realmente has descripto con exactitud las dimensiones de la santidad. Uno de los pasajes más lindos del evangelio es el del «joven rico». Muchos lo utilizan como argumento para pensar que riqueza y santidad son incompatibles, pero yo pienso distinto. En primer lugar porque el joven rico «se alejo triste porque tenía muchos bienes». No se enojó y no sabemos que hizo después. En segundo lugar porque luego Jesus plantea los peligros de la riqueza (el pasaje del camello y el ojo de la aguja), pero dice que lo que parece imposible para el hombre es posible para Dios, lo cual implica que el rico si se hace pobre en su actitud con los bienes que tiene, está en el camino de la santidad.