La misión principal del empresario en la sociedad actual es la creación de riqueza. Particularmente en nuestro país donde llegamos a vergonzosas proporciones de nuestra población sumida en la pobreza, es evidente que el camino para eliminar ese flagelo es la creación de riqueza y no una política distributiva de aquello que no tenemos y que solo se basa en la ficticia creación de moneda, el endeudamiento o la creación de empleos improductivos a través de un Estado que absorbe mano de obra innecesaria o establece reglamentos que dificultan el desarrollo del sector privado.
En cuanto a los empresarios cristianos la creación de riqueza mediante la inversión es, además, una muestra de amor al prójimo y el cumplimiento de una vocación trascendental. Para él, el valor de la inversión no se mide solo por sus beneficios puramente económicos sino por el trabajo y los bienes que produce en beneficio de la sociedad toda.
Pero la inversión requiere ciertas condiciones indispensables para que pueda dar sus frutos e imponerse como un deber del empresario. San Juan Pablo II lo dijo con toda claridad: “Dadas ciertas condiciones económicas y de estabilidad política absolutamente imprescindibles, la decisión de invertir, esto es, de ofrecer a un pueblo la ocasión de dar valor al propio trabajo, está asimismo determinada por una actitud de querer ayudar y por la confianza en la Providencia, lo cual muestra las cualidades humanas de quien decide.” (CA N° 36).
Un requisito indispensable para que tengamos aquellas “condiciones de estabilidad política absolutamente imprescindibles” es un Poder Judicial independiente y eficiente. Sin Justicia independiente no hay posibilidad de realizar inversiones que miren el mediano y largo plazo.
Cuando la Justicia no asegura la estabilidad y seguridad jurídica o está al servicio de la impunidad, el empresario es reemplazado por el negociante; el mercader que pretende hacerse rico con el mínimo esfuerzo y en el corto plazo; la sobriedad se torna exhibicionismo y gasto superfluo, aparecen los denominados “empresarios ricos” con “empresas pobres”.
Hoy la Argentina vive un momento grave. El Gobierno anuncia una supuesta “Reforma Judicial” que no es tal. Una reforma judicial implica un plan que atienda todos los aspectos del sistema judicial: la formación y selección de sus jueces y otros auxiliares de la justicia, la coordinación de los factores humanos y materiales en una división de trabajo que garantice la eficiencia, y el fortalecimiento institucional para que la Justicia pueda asumir con responsabilidad su papel de control de los actos de los otros poderes.
El gobierno, sin un necesario debate ni consulta a los distintos sectores de la sociedad, solo pretende reformar algunos fueros de la justicia federal, mediante un grosero e innecesario aumento del número de sus jueces penales descoordinado con el número de fiscales quienes, en el nuevo proceso criminal, tienen la iniciativa de la investigación, antes en manos de los jueces.
A su vez constituye una comisión amañada e integrada por juristas, en su mayoría afines al gobierno, sin participación alguna de otros sectores políticos cuyo anunciado objetivo es reformar órganos claves como son el Consejo de la Magistratura y la Corte Suprema de Justicia. En este último caso, intentando un avance inaceptable sobre la independencia de poderes pues es el Alto Tribunal quien debe procurar el mejorar su funcionamiento y no otro poder del Estado. En este contexto se escuchan voces que proponen el aumento del número de Jueces de ese Tribunal Supremo, cuando ese recurso ya fue utilizado en distintas oportunidades con el único objeto de tener una Corte Suprema de Justicia adicta.
ACDE y los empresarios en general, no pueden quedarse al margen del debate que ya comenzó. No se trata de un problema de abogados o juristas. Parafraseando a Clemenceau quien dijo que “la guerra es un asunto demasiado serio para dejarla en manos de los militares”, podemos decir que el funcionamiento de la Justicia también es un asunto demasiado serio para dejarlo en manos de los abogados”. Los empresarios tienen mucho que decir.
Soy consiente que el debate, seguramente, ahondara la denominada “grieta” que ACDE firmemente quiere reemplazar por el diálogo. Seamos, “pues, astutos como serpientes y sencillos como palomas” (Mt 10:16). Pidámosle a Jesús su inspiración. Él que en el sermón de la montaña nos dijo que, si somo mansos poseeremos la tierra, pero que no dudo en echar a los mercaderes del templo, seguramente nos ayudara a entrar en el debate con mansedumbre pero también con firmeza.
Lamentablemente, en Argentina, mi país, querer trabajar, progresar y actuar dentro del marco legal es una trampa mortal