Cuando me asomo a la puerta y veo la calle vacía o prendo la televisión y escucho solo noticias de la pandemia, no puedo dejar de recordar las novelas de ciencia ficción a las cuales fui y soy muy afecto. Especialmente los capítulos finales de aquellos libros, cuando la catástrofe termina y un nuevo mundo asoma.
La pandemia está paralizando a la economía mundial y todos nos preguntamos cuánto tiempo durará y qué pasará luego. Escuchamos comentarios críticos al libre mercado, al desprecio del hombre respecto de los recursos de la naturaleza y a las tentaciones autoritarias que pueden despertar las medidas de emergencia que hoy nos parecen imprescindibles.
La historia nos enseña que este tipo de males siempre son responsabilidad de los hombres porque si bien aparecen como fenómenos de la naturaleza, es el hombre quien no supo o no quiso poner los medios para evitar los daños. No es Dios quien nos castiga, somos nosotros, con la libertad que Él nos dio, quienes generamos las condiciones para que el virus se propague.
La pandemia se produjo, en gran medida, por el ejercicio de opciones equivocadas, como lo expuso Bill Gates en el año 2015 cuando señaló que las grandes potencias pensaron que el peligro futuro estaba en una nueva guerra generalizada y en lugar de invertir en salud lo hicieron en armamentos. Estados Unidos está pagando ahora muy caro esta opción.
Argentina también debe hacer su examen de conciencia. Venimos dilapidando nuestros recursos desde hace ya muchas décadas. Dejamos pasar el mejor periodo de nuestras tradicionales exportaciones sin hacer una reserva que nos hubiera permitido contar con los recursos indispensables para enfrentar los efectos económicos de la obligada cuarentena. En materia de salud, produjimos un deficiente sistema de obras sociales entregadas a diferentes sectores sin ningún control; abandonamos el equipamiento de los hospitales públicos mientras algunos privilegiados contamos con medicina prepaga carísima cuyas prestaciones, muchas veces, no responde a los pagos que realizamos mientras los médicos y personal auxiliar de sus cartillas cobran sumas irrisorias que los obliga a multiplicar sus esfuerzos para tener un ingreso digno.
Es verdad que respondimos más rápido que otros países, pero nos debemos preguntar si las autoridades gubernamentales actuaron con la anticipación suficiente para evitar tomar las medidas económicas que tanto daño están haciendo al país
Al final de la pandemia podremos volver a la vida normal sin que nuestras actitudes y la de quienes nos gobiernan cambien. Pero quizás, el hombre y la sociedad alumbren una nueva forma de relacionarse en la cual los valores sean la solidaridad entendida como una actitud de servicio a los demás y que no se limite al asistencialismo. Un mundo donde los empresarios comprendan que la inversión creadora de riqueza es una forma de ejercer la caridad y la comunidad los reconozca como verdaderos motores del bienestar. Un nuevo mundo donde se busque la verdadera igualdad de oportunidades y no se la confunda con la envidia, esa mala tristeza – tristeza por el bien de los otros- que alimenta el resentimiento y es utilizada por el populismo para recurrir al facilismo de corto plazo.
Debemos aprovechar las lecciones de la historia. En el siglo XIV la denominada Peste Negra acabó con dos tercios de la población europea, pero, al disiparse, la sociedad cambio. Fue un golpe final al sistema feudal. Ante la escasez de mano de obra, los siervos de la gleba que dependían de Señores y estaban atados a un lugar en las tierras de éstos, comenzaron a migrar y buscar trabajo mejor remunerado, eran libres. Una nueva forma de pensar y de relacionarse permitió dejar atrás temores y prejuicios; se desarrolló el arte, el comercio e instituciones que pusieron las bases de un capitalismo naciente.
Nadie puede predecir qué pasará luego de la pandemia cuando salgamos a las calles que, nuevamente, nos devolverá su sonido y alegría.
Inmersos en las medidas restrictivas a nuestra libertad personal no cabe continuar con una polémica estéril desde posturas extremas que plantean la opción entre el Estado o el Libre mercado. Sin duda este último es un orden espontáneo que ha demostrado ser la mejor base para el desarrollo y para garantizar la libertad; pero quizás, debemos revisar cuales son las opciones de inversión que se han priorizado desde el Estado y desde el sector privado. Ningún sistema es bueno si el hombre no elige valores que sepan compatibilizar sus honestos intereses individuales con la solidaridad y el bien común.
BUEN MENSAJE QUERIDO PRESIDENTE. Creo que la humanidad (sus dirigentes y la masa que lo sigue) han perdido la memoria del pasado. Usted la recupera. En la peste negra murieron 25 millones de personas y luego vino el Renacimiento. En la peste bélica de la II Guerra mundial murieron 5,5 millones de soldados alemanes y 13.4 millones de soldados soviéticos y en total perecieron 82 millones de seres humanos en sólo 7 años. Sin embargo, tuvimos la ocasión histórica (QUE TODOS OLVIDAN) de comparar dos experiencias insuperables: GRAN BRETAÑA adoptó el camino de Empoderar al Estado (fabianismo + socialismo laborista) y ALEMANIA FEDERAL tomó el camino inverso de Empoderar al Mercado (capitalismo bávaro + libre competencia). Recuerden nuestros líderes de pacotilla lo que el 20 de junio de 1948 declaró Ludwig Wilhelm ERHARD (ministro de economía alemán) » La herencia fue terrible, recibimos un satírico aborto de inmundicias; un país desplomado, un caos total; una Alemania sin honor. Nosotros rechazamos el Estado Omnipotente y el control total de los ciudadanos que quieren los socialistas de todos los partidos. Porque esta tutela crea una dependencia que produce súbditos y siervos, pero mata forzosamente la libre iniciativa ciudadana. La auto enajenación de renunciar a la responsabilidad individual paraliza la voluntad y provoca la pérdida de rendimiento económico del pueblo».
¡Quién pudiera tener líderes como Erhard, Adenauer, Schumann, De Gasperi, Einaudi, Rueff, Eucken y Röpke? Ellos ya no están. Ahora sólo tenemos la resaca. Un abrazo y felicitaciones . Dr. ANTONIO I. MARGARITI / Rosario, SF.
Muy buena reflexión, pero cuando se habla de armamento y se plantea la opción «inversión en armas vs. inversión en salud» es importante aclarar que se hace referencia exclusivamente al «armamento ofensivo» y no al «armamento defensivo». Es es impensable que las fuerzas de seguridad y de defensa queden desarmadas frente a enemigos como el narcotráfico, el contrabando o los depredadores de mar y tierra. La insuficiente diferenciación entre uno y otro armamento lleva a que la solución para esta disyuntiva sea mal interpretada o directamente descartada y se la tilde como impracticable. Hasta Simón Pedro, el discípulo elegido, llevaba una espada para defensa, con la que cortó la oreja del servidor del sumo sacerdote del templo, daño que Jesús remedió de inmediato. Como en todos los órdenes de la vida en sociedad, la solución se encuentra siempre distante de los extremos y en un adecuado equilibrio.