El pasado 7 de julio se realizó el Encuentro Anual de ACDE que trató, en diversos paneles y exposiciones, el importante tema de Emprender: Co-crear para reconstruir.
Su título es una expresión clara del ideario de ACDE y de los desafíos que impone sostenerlo en los actuales momentos donde la pandemia del COVID 19 amenaza la economía mundial y, especialmente, aumenta los problemas que ya enfrentaba nuestra querida Argentina antes de entrar en cuarentena.
De todas las exposiciones surgieron ejemplos que nos trasmiten que el salto adelante surgirá de la capacidad de emprender del sector privado y la intervención del Estado para crear un clima propicio a la inversión. Porque la única salida es, superando diferencias, que todos pongamos como norte la creación de riqueza como objetivo primero, pues las políticas distributivas o asistenciales, si bien son necesarias, no son suficientes. Así lo remarcó el padre Rodrigo Zarazaga en el primer panel cuando afirmó que: “No queremos un país que solo sea reparto de alimentos. Es la emergencia de la pandemia. Tenemos que unirnos para la educación, el trabajo etc.”.
En su discurso final, el Presidente de la Nación planteó el tema de “revisar el capitalismo” y concluyó poniendo como modelo el pensamiento de nuestro fundador Enrique Shaw como ejemplo de un capitalismo más humano que respondería a sus preferencias.
El término “capitalismo” es equívoco. A lo largo de la historia se lo ha utilizado en forma peyorativa para condenar un sistema que estaría basado en el egoísmo, en el lucro desmedido y representado fundamentalmente por la especulación financiera.
Desde la otra punta del arco ideológico se lo defiende como el único sistema capaz de generar riqueza y trabajo y, mediante el denominado “derrame”, disminuir o eliminar la pobreza aun cuando persistan desigualdades flagrantes.
San Juan Pablo II en Centesimus Annus (N° 42) realiza una síntesis admirable que da respuesta a esta polémica. Dice: “Si por «capitalismo» se entiende un sistema económico que reconoce el papel fundamental y positivo de la empresa, del mercado, de la propiedad privada y de la consiguiente responsabilidad para con los medios de producción, de la libre creatividad humana en el sector de la economía, la respuesta ciertamente es positiva, aunque quizá sería más apropiado hablar de «economía de empresa», «economía de mercado», o simplemente de «economía libre». Pero si por «capitalismo» se entiende un sistema en el cual la libertad, en el ámbito económico, no está encuadrada en un sólido contexto jurídico que la ponga al servicio de la libertad humana integral y la considere como una particular dimensión de la misma, cuyo centro es ético y religioso, entonces la respuesta es absolutamente negativa”.
Gonzalo Tanoira, presidente de ACDE contribuyó a clarificar este espinoso tema sintetizando las ideas de nuestra institución: “…. tenemos que entender que ese capitalismo (el propiciado por Enrique Shaw) se basaba en el respeto a la propiedad privada, en la libertad personal para emprender cualquier tipo de actividad lícita y en la libre competencia del mercado” (Clarín del 11/07/2020).
Seguramente, al finalizar nuestro aislamiento producto de la pandemia, se producirán cambios de fondo en el modo de tratar y manifestarse de los tradicionales factores de producción que mueven la economía: el capital y el trabajo. Pero, creo, debemos evitar enredarnos en una polémica ideológica que tanto daño hace al mundo y, particularmente, a nuestra Argentina. Es importante, para ello aclarar que «la economía libre de mercado» es un sistema que no lo «inventó» nadie. No se trata de una ideología política ni de algo que surgió de la elaboración intelectual de un filósofo o un político. Es un método de coordinación de los factores de producción (el capital, el trabajo, las finanzas etc.) cuyas manifestaciones concretas surgen todos los días de millones y millones de opciones de hombres que ejercen su libertad y, en base a ella, toman decisiones orientadas a preferir determinados bienes, a consumir, a ahorrar y a invertir su tiempo, trabajo y dinero en empresas comerciales, en obras de caridad o en satisfacer deseos de todo tipo; algunos altruistas, otros egoístas; unos marcados por el amor al prójimo, otros por la ambición o por la avaricia.
En ese contexto el Estado, constituido por los representantes del pueblo y organizado mediante la división de poderes, debe imponer normas de conducta que eviten los excesos, protejan a los más débiles y castiguen los delitos. También es su función dictar normas de organización tendientes a llevar adelante políticas públicas destinadas a permitir el acceso a la salud, a la educación y a la construcción de obras de infraestructura necesarias para el desarrollo de la industria y el comercio pues, como dice Juan Pablo II: “La actividad económica, en particular la economía de mercado no puede desenvolverse en medio de un vacío institucional, jurídico y político. Por el contrario, supone una seguridad que garantiza la libertad individual y la propiedad, además de un sistema monetario estable y servicios públicos eficientes” (C.A. N° 48).
La tarea que nos espera es difícil porque no consiste en cambiar un sistema. Hay que convertir a los hombres para que, en sus opciones de invertir, ahorrar o consumir esté presente el mensaje evangélico. En el contexto de la Argentina, donde hemos vivido enfrentamientos interminables y hoy presenciamos un clima hostil de recriminaciones mutuas entre los dirigentes políticos, como dice Gonzalo Tanoira en la nota citada, debemos recrear la confianza que solo surgirá del perdón. Ello no es un signo de debilidad sino de fortaleza y tampoco significa consentir la corrupción. Jesús, nuestro modelo, hizo del perdón la piedra fundamental de su prédica, pero supo echar a los mercaderes del templo cuando convirtieron la Casa de Dios, en cueva de ladrones (Mateo 21, 12-16).
QUE CURIOSO QUE EN LA ASOCIACION DE EMPRESAS «CRISTIANA» NO HAYA UNA PALABRA DEL PAPA ACTUAL, QUE NO HAYA NINGUNA MENCION AL «BIEN COMUN» QUE TIENE UN CARACTER EMINENTEMENTE INCLUSIVO, Y QUE NO SE ENCUENTRE AQUI NI UNA VEZ LA PALABRA «DESARROLLO», QUE LE PONE INCLUSION AL CRECIMIENTO. ME HUELE UNA TENDENCIA A SOCIAL DEMOCRACIA Y ECONOMIA SOCIAL DE MERCADO: MODELOS FRACASADOS Y EXCLUYENTES DE UN HUMANISMO SIN CRISTO.
Muchas gracias por contactarse y su comentario. Nuestra asociación, ACDE «Es una asociación de ejecutivos, emprendedores, profesionales independientes y empresarios, que tiene como objetivo constituirse en un ámbito de análisis y reflexión de la temática empresaria a la luz de los valores cristianos; y de acción, a través de su compromiso social en una labor empresarial regida por principios éticos y al servicio del bien común. ACDE es una asociación de personas y no de empresas, siendo éste un elemento distintivo respecto de otras organizaciones.»
En nuestra publicación, el portal Empresa, nos hemos referido en varias ocasiones a la enseñanza del Papa Francisco y cito acá una nota reciente: https://empresa.org.ar/2020/a-5-anos-de-la-enciclica-laudato-si/.
Lo invitamos a visitar nuestro sitio para tener una idea acabada de nuestra valoración del rol de la economía de mercado en la construcción de un orden social que apuntale el desarrollo.
Saludos