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Camino de Santiago: un viaje hacia el interior y hacia lo alto (Parte 2/3)

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Día 0: A las 21:15 hs. aterrizó el Iberia 3880 en Santiago de Compostela. No quise pasar la primera anoche allí. Era la “ciudad santa” de destino.

Me dirigí a Sarria, ciudad desde donde comienzan el Camino a Santiago la mayoría de los caminantes. Babel de lenguas y nacionalidades. Llama la atención lo amable que es toda la gente. Gran hermandad, sin nacionalidades ni fronteras.

Día 1: Los cálculos eran estar a las 8hs en el Camino y allí estaba. Centenares, tal vez miles de Peregrinos, se vuelcan al camino en simultáneo. Como una hilera de hormigas siguiendo perfectamente una dirección y un destino.

La mayoría (aprox. 80%) es gente que supera los 60 ó 70 años. Imaginaba que encontraría gente más joven.

A media hora de andar: Una gran cuesta a la salida de Sarria separaba a los Caminantes con una distancia más amplia. De hecho, eso también permite que uno pueda encontrarse con el silencio del Camino como compañía.

La trepada de cuestas alcanzo prácticamente los 50°. Muy duros, pero finalmente llegamos a un prado fantástico, que me permitió conectarme con el sentido del Camino. Libertad.

Desde el inicio decidí seguir mi propio ritmo, sin preocuparme por seguir a nadie ni a ningún grupo en particular.

Me tomó cuatro horas hacer los 13 km. que separan a Sarria de Ferreiros y su kilómetro 100, un promedio muy por debajo del que alcancé en superficies planas. No me importó, sabía que el tema era caminar y llegar.

En el km. 100 dejé mi primera piedra. Un momento muy esperado en los meses previos. Fue fuerte, lindo. Allí quedó.

Casi todo el camino me acompañó el cielo gris. Tuve suerte que la lluvia estuviera distraída mojando otros campos.

De repente: el sol. Acompañando la aparición de un mojón que indicaba que faltaban 3,5 km para Portomarín.

Finalmente, apareció allá abajo la ciudad a las 7 hs. de caminata. Recé dándole gracias a Dios. Estaba perfecto. Fue un día duro, pero maravilloso.

Día 2: Mi mayor preocupación la noche anterior había sido acostarme temprano para tratar de reconstituir el cuerpo luego de las siete horas de caminata. Creo que lo logré.

Había leído en una de las Guías que “a la Salida de Portomarín con destino a Palas de Rei, el caminante se encuentra con una cuesta moderada que…”. El autor de la Guía era un optimista y algo mezquino a la hora de adjetivar… En realidad debería haber dicho “terrible, sufriente y espantoso ascenso” Mi Dios 5 kms. de ascenso continuo..

Las cuestas y los descensos son realmente un esfuerzo adicional, aquí uno no puede dejar de hacer la simple analogía que hay entre la vida misma y estas cuestas.
Me acordaba una frase de Fernando Ulloa que, refiriéndose a la finitud de la vida –y del Camino- decía que “lo importante no era caminar hacia la muerte, sino caminar hasta la muerte”. Se trata de vivir cada momento de la vida así como se vive cada momento del camino…

Día de sol. Un placer ver los bosques y prados que acompañan con sus coloridos al Caminante. Los entornos siempre son inspiradores. Aprovecho a repasar “las caras” de las casi 140 personas que “me acompañan” en mi lista y por los que me comprometí a rezar.

Día 3: Fue una jornada ¨tranquila¨. Físicamente estaba perfecto y la distancia era sólo 13 kilómetros. Para la gran mayoría de los caminantes ese es el tercer día en el Camino. Ya comenzaban a aparecer en muchos problemas físicos.

Comparado con los días anteriores, el tercer día pareció un paseo. Sólo 4,5 horas de caminata para llegar a Melide.

Uno va viendo “las mismas caras” y comienza a interactuar. Resulta fantástico cómo se comparten historias de vida.

Contrasentido interesante: por un lado uno quiere llegar a Santiago de Compostela, pero por el otro, quisiera alargar la estada en el Camino.

Tuve un momento especial cuando dejé en el Km. 60 la piedra con el nombre de mi hija mayor, ofreciendo por ella el Camino. Ya dejé tres de las cinco que traje. El Camino iba tomando sentido.

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Sobre el autor

Héctor Barrios

Director de Towers Watson Argentina S.A.

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