Encuentro Anual ACDE 2021

¿Es el capitalismo un concepto obsoleto?

Photo by OVAN from Pexels
Escrito por Enrique del Carril
Escuchar artículo

Reflexiones personales sobre el Encuentro Anual ACDE: “Hacia un capitalismo más humano”

La inversión es creer, crecer y es creativa”

Papa Francisco en la apertura al Encuentro Anual ACDE

Cuando en nuestra formación entramos en el mundo de la ciencia económica, se nos enseñaba que la actividad que estudiaba consistía en coordinar y vincular los dos principales factores de producción para encarar el problema humano de las múltiples necesidades frente a la escasez de los bienes.

Estos factores de la producción eran el capital, o sea el conjunto de bienes materiales y su representación en el dinero y, por otro lado, el trabajo humano, o sea el esfuerzo físico o intelectual que debían realizar un conjunto de personas para que, los bienes de capital produzcan cosas o servicios que se ofrecen en el mercado.

Había entonces, dos protagonistas en la actividad económica: el “capitalista”, aquel que era propietario de los bienes de producción y los trabajadores, aquellas personas que, en principio, carecían de estos bienes productivos y por lo tanto ponían su fuerza física o intelectual por un salario abonado por los capitalistas.

Este no deja de ser un esquema simpe, pero nos permite analizar este concepto, tan equívoco y problemático representado en la palabra “capitalismo”. Es, fundamentalmente, problemático porque en la historia a llevado a hondas divisiones ideológicas enfrentadas no solamente en el debate sino en guerras que han costado la vida de muchos.

Hoy seguimos inmersos en enfrentamientos por esa palabra. De un lado del pensamiento y la acción se considera que representa un sistema que debe combatirse, que produce todos los males y que, según se predica, esta en la última etapa de su vida para dar paso a una organización social más humana y solidaria que supere el egoísmo y el poder del dinero, propios de aquel sistema. Con ese objeto propiciaron y propician la abolición de la propiedad privada de los medios de producción o, en su versión más “edulcorada” una primacía del Estado en el manejo de estos donde la actividad privada sea solo auxiliar o secundaria en un rol de colaboración con el Estado.

Del otro lado del arco ideológico existen posturas extremas que lo consideran la panacea del desarrollo mientras versiones más moderadas, que hablan de la necesidad de crear un “capitalismo más humano” que puede interpretarse como un reproche al que ahora predomina por ser “inhumano” y pernicioso.

¿No será que debemos analizar si este concepto sigue vigente en un mundo que ha cambiado tanto desde que comenzó a utilizarse esa palabra? Recorriendo los distintos paneles del Encuentro percibí o confirmé ese cambio profundo que me lleva a reflexionar en este tema semántico, pero a la vez, esencial.

La palabra “capitalismo” es un neologismo, o sea una palabra “nueva” que surge de la combinación de dos conceptos, el capital cuyo significado ya lo he realizado en los párrafos anteriores y su final “ismo” que trasmite la idea de un sistema. La idea se utilizó, usualmente, para describir un sistema político social donde el poder lo ejercen quienes son propietarios del capital y los “sojuzgados” son quienes carecen del acceso a estos bienes y se ven impelidos a “vender” su trabajo físico o intelectual por un salario.


Ciertamente, en la historia, las grandes transformaciones sociales produjeron el fenómeno descripto y mucho dolor. Porque el hombre, según el cristianismo, es “naturaleza caída” lo cual significa que su tendencia al mal surge por encima de todos los sistemas, por ello ninguno es perfecto. El feudalismo, por ejemplo, surgió en Europa ante la necesidad de buscar protección frente a la inseguridad que producían los invasores. Esa seguridad la proporcionaban los grandes propietarios de tierras elaborando pactos con los habitantes de éstas en una cadena de sumisiones que organizaba el suministro de ese bien tan preciado como era la seguridad. Ciertamente el sistema funcionaba de diversa forma en distintos lugares dependiendo, fundamentalmente, de las virtudes o vicios de reyes o señores.

Con el capitalismo ocurrió lo mismo. Su simiente apareció cuando pudo contenerse el problema de la seguridad. Nacieron las ciudades, el comercio, la banca, las sociedades por acciones y una serie de instrumentos que hoy nos parecen naturales. Cuando la invención de los hombres produjo nuevas máquinas los recursos necesarios para adquirirlas y ponerlas en movimiento crearon una clase social de emprendedores dispuestos a asumir riesgos y rentistas que ponían su dinero en estos nuevos proyectos. Pero también desaparecieron pequeños propietarios, artesanos y otros actores de la vieja economía que debieron conchabarse para trabajar por un sueldo. Nació así el problema obrero y sus respuestas ideológicas, morales y religiosas.

Hoy me pregunto si esta división de los factores de producción es tan tajante entre el capital y el trabajo. Los avances tecnológicos, a mi juicio, cuestionan estos límites que eran tan claros.

Parecería que hoy los “medios de producción” dejan de ser materiales para concentrarse en el conocimiento y la imaginación. Por el lado del trabajo, las nuevas tecnologías han desdibujado la diferencia que comentamos. Hoy vemos empresas que nacieron con escasos aportes de capital y que alcanzaron valores inmensos, o sea que el verdadero capital como factor de producción fue el trabajo intelectual de grupos reducidos de personas. O sea, el capital es el trabajo. Por otro lado, se está transformando profundamente la base de la organización laboral clásica. Me refiero a la relación de dependencia. Se están desdibujando los horarios rígidos, la presencia en lugares físicos predispuestos, la subordinación a organigramas predeterminados y, más aún, se acentúa la tercerización a trabajadores independientes que ofrecen sus servicios y producto a través de las redes sociales o en las plataformas de venta y distribución.

En el mercado financiero, el “malo de la película” para los detractores del capitalismo, los cambios son muy grandes y de pronóstico “reservado”. Presenciamos la creación del dinero electrónico no regulado por el Estado y la captación del ahorro privado por plataformas informáticas que compiten con los bancos. Todo indica que la especulación financiera canalizada en el ahorro y cuyo destino es la inversión, cambiara substancialmente. El Estado no podrá regularlo y los bancos deberán adaptarse.

Frente a todas estas novedades ¿podemos seguir hablando de “capitalismo” como un sistema económico y social donde subsiste esa separación entre el capitalista y el trabajador?

San Juan Pablo II, en Centecimus annus se hizo esta pregunta y respondió que es “más apropiado hablar de «economía de empresa», «economía de mercado», o simplemente de «economía libre»” (N°42). Es que, claramente, si mantenemos la vigencia del concepto, capitalismo no necesariamente se identifica con libertad o economía libre. Somos testigos de sistemas donde hay capitalismo de Estado, o sea que es el Gobierno de turno quien administra y utiliza los medios de producción y anula la economía libre.

Por eso quizás debemos abandonar la referencia al concepto capitalismo y centrarnos en desarrollar aquel sistema más apto para la creación de riqueza, cuya base es la inversión tal como la describió Francisco al abrir el Encuentro. Ello implica privarnos de deseos materiales legítimos o moderarlos en aras de aplicar las ganancias a crear fuentes de trabajo. Y este sistema, como dijo el presidente de ACDE al cerrar el encuentro, solo puede ser eficaz si se basa en el respeto a la libertad y a la propiedad privada. Solo así podremos aplicar nuestra inteligencia e imaginación en beneficio de nuestro prójimo, lo cual es una muestra del Amor que Jesús nos enseñó con su palabra y ejemplo.

Sobre el autor

Enrique del Carril

Abogado. Ex director de la revista EMPRESA. Fue presidente del Colegio de Abogados de la CABA entre el 2006 y el 2010. Socio fundador del Foro de Estudios sobre Administración de Justicia (FORES).

Responder a Rosemarie Armando X

3 comentarios

  • Comparto totalmente el concepto que encierra el texto citado, perteneciente a la Centessimus Annus, y con ello, las consecuencias prácticas que derivan de su aceptación.

  • Creo que hoy el capital es el conocimiento y la capacidad de innovación. Creo, así mismo, que hay que considerar que el mal tiene una expresión, que le quita la Esperanza a las personas y esta expresión es la corrupción. Pero también es innegable que el Estado tiene un rol, el cual hay que analizar y reflexionar sobre el. Las empresas tienen un rol social y un impacto en su entorno, Porter quiso explicar esto aproximándose son su articulo sobre Valor Compartido. Hoy el empresario debe reflexionar sobre su responsabilidad en un mundo cambiante y en como debe generar oportunidades.