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Semblanza sobre Mons. Emilio Bianchi de Cárcamo

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Escrito por Jorge Casaretto
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Foto del Monseñor Emilio Bianchi

Mons. Emilio Bianchi

Conocí a Emilio cuando yo aún estaba en el Seminario de San Isidro, al principio de la década del 60. Él se había recibido de abogado y entró al Seminario de La Plata, dado que la diócesis de San Isidro se creó en el año 1957 y en ese entonces todos estos partidos de la zona norte del Gran Buenos Aires pertenecían eclesialmente hablando a ese Arzobispado.

Había ido a cursar sus estudios teológicos a Roma. Y al erigirse este obispado, los seminaristas residentes en esta zona pasaban automáticamente a depender del nuevo obispo.

Emilio vino a conocer a su obispo, Mons. Antonio María Aguirre, recibió la ordenación diaconal y volvió a Roma para doctorarse en Derecho Canónico.

Yo fui ordenado en 1964 y con Mons. Justo Laguna y Emilio colaboramos directamente con Mons. Aguirre e integramos el equipo de sacerdotes de la Catedral. Emilio atendía a la vez una capilla y un colegio en Beccar. En el obispado era responsable de las cuestiones canónicas, de las educativas y de la catequesis. Un trabajador incansable y a la vez amante de la liturgia. Puedo decir con toda verdad que fundamentaba su misión sacerdotal en la oración.

Sus grandes distracciones eran la lectura y la música clásica. Como vivíamos en cuartos vecinos todavía suenan en mis oídos algunas óperas escuchadas en aquellos discos de pasta reproducidos en un antiguo Winco.

Éramos muy distintos. Él tenía que soportar la música de jazz y de tangos que sonaban en mi dormitorio y las trasmisiones de fútbol y automovilismo que a él no le interesaban en lo más mínimo.

Pero fueron años de intensa amistad que perduró hasta el final de su vida.

Justo el día del golpe militar que derrocó a Isabel Perón, Emilio fue ordenado obispo como auxiliar de Azul. El obispo titular de esa diócesis era Mons. Marengo, un verdadero santo, de quien Emilio aprendió mucho. Y dos años después, él mismo asumió esa diócesis hasta cumplir sus 75 años.

Trabajador incansable, recorrió las parroquias, puso nuevamente en marcha al Seminario, fundó el diaconado permanente… en fin, podríamos escribir largo y tendido sobre todo lo que realizó en esa extensa diócesis de la provincia.

Pero creo importante destacar su misión en el Episcopado en el que llegó a ser vicepresidente de la Conferencia Episcopal durante un período. Integró fundamentalmente la Comisión de Educación y justo, en la presidencia del Dr. Alfonsín se realizó el Congreso Pedagógico Nacional. Emilio logró, con el apoyo de todos los obispos, que los católicos y las personas de otros cultos participaran en las asambleas preparatorias, de modo tal que la defensa de la libertad de enseñanza primó en ese Congreso frente a las líneas que deseaban una estatización generalizada de la educación. Creo que fue la obra más destacada de Emilio en el orden nacional.

Integró también la Comisión Episcopal de Ministerios, ocupándose particularmente de la instauración del diaconado permanente en todo el país, una de las grandes directivas del Vaticano II.

Sacerdote de los pies a la cabeza, hombre de oración, pasó sus últimos años, ya como obispo emérito en la parroquia Santa Rita, en San Isidro, colaborando con los sacerdotes y ocupándose regularmente de asistir a los enfermos en la sede hospitalaria de Boulogne.

Sus restos descansan ahora en la Catedral de Azul.

Sobre el autor

Jorge Casaretto

Obispo Emérito de San Isidro y Presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social.

Responder a Maria L. Roveda Ketelhohn X

2 comentarios

  • Excelente! Tuve la suerte de ternerlo siempre cerca ya que fuégran amigo de la familia y amigo de mi madre de toda la vida. Fué un gran hombre y un gra Pastor. Nos seguirá guiando desde el Cielo. Siempre estará en nuestras oraciones y en nuestro corazón! GRACIASSSSS por todo querido Emilio!!!