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10 años de Francisco: El Papa que ama a los empresarios (2)

Escrito por Daniel Martini
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Nota 2

Los buenos empresarios y los tres principios rectores de la actividad empresarial

En el capítulo 10 del Evangelio de San Juan, se presenta la parábola del Buen Pastor que “da la vida por las ovejas”, imagen que se contrapone con la del “mercenario” o ladrón de las ovejas.

En varios discursos, Francisco se apoya en este espejo para construir y contraponer la imagen del “buen” o “verdadero” empresario, con el especulador o mal empresario (cfr. Mensajes en Génova y a Cofindustria)

Para el Papa, el Buen empresario:

  • Conoce a sus trabajadores porque trabaja con ellos. Si el empresario no es trabajador, no será buen empresario.
  • Despedir a alguien es una decisión dolorosa y no lo haría, si pudiese (NdA: el Papa no dice que no se pueda llegar al extremo de un despido. Reconoce que hay situaciones en las que no queda otra salida, pero si tiene que hacerlo, el buen empresario sufre y llora por ello).
  • Los buenos empresarios padecen los mismos sufrimientos de sus trabajadores y no los abandonan ante los lobos que los rodean. 
  • Construyen empresas que son amigas de la gente y de los pobres.
  • Invierten para el Bien Común y no esconden su dinero en paraísos fiscales.
  • Trabajan, producen, ahorran. Es la propia vocación lo que los mueve y no la sed de ganancias. Es el gusto y el orgullo de ver la propia empresa prosperar, adquirir crédito, inspirar confianza, ampliar instalaciones. Retiran a menudo, ganancias más modestas de las que obtendrían en otras actividades (hace propias palabras de Luigi Eunadi)
  • Tienen la mística del amor.
  • Se parecen al Buen samaritano y la gente los reconoce en figuras como las de Alberto Balocco (dueño de una empresa italiana de dulces recientemente fallecido), Enrique Shaw (a quien conocemos), Adriano Olivetti (que puso límites a las diferencias salariales entre la alta Dirección y los empleados de sus compañías).

El especulador o mercenario:

  • Es una enfermedad de la economía que un empresario se transforme en un especulador.
  • Para resolver un problema de su empresa, en lo primero que piensa es en despedir a su gente. Hoy vende a su gente y mañana su propia dignidad. 
  • El especulador no ama a su empresa ni a sus trabajadores. Los usa para sacar provecho y en beneficio de sí mismo. 
  • Construyen empresas y una economía sin rostros. Por lo tanto, son despiadados. Hay que tener miedo de los especuladores y no de los empresarios. Llevan en su vida, las treinta monedas de Judas.

Al igual que les pide a los sacerdotes que tengan “olor a oveja,” les pide a los empresarios que tengan “olor a trabajo”. 

  • Estén cerca de quienes colaboran con ustedes. Tengan interés por sus vidas, sus dificultades, sufrimientos, inquietudes, alegrías, proyectos, esperanzas.
  • A menudo, cuando crecen, la vida transcurre en oficinas, reuniones, viajes, convenciones y ya no se va tanto a fábricas y talleres. Cuando un empresario pierde contacto con la vida concreta de su empresa, comienza su declive económico. No se olviden del “olor a trabajo”.

Los tres principios rectores para la actividad empresarial

En el discurso a UNIAPAC de 2018, el Papa ordena su pensamiento en tres principios rectores de la actividad empresarial, que caminan paralelos a los de la Doctrina Social de la Iglesia: dignidad inalienable de la persona humana creada a imagen de Dios; el Bien común, para que todas las personas alcancen el desarrollo integral (que es para todos los hombres y para todo el hombre) y el valor del Trabajo, como participación en la obra creadora de Dios.

  • La centralidad de las personas individuales

“Que en el centro de cada empresa esté el hombre” pide el Papa a los empresarios. No el hombre abstracto, ideal, teórico sino el hombre concreto, con sus sueños, necesidades, esperanza y cansancios. Esta atención a la persona concreta comporta una serie de elecciones importantes: significa dar a cada uno lo que le corresponde, significa saber dirigir, pero también saber escuchar, significa que el trabajo cree otro trabajo, la responsabilidad otra responsabilidad haciendo una experiencia de fraternidad y solidaridad.

  • La construcción y el servicio al Bien Común

El Papa Francisco reitera el llamado a los empresarios a ser “constructores del Bien Común y artífices de un nuevo humanismo del trabajo”. Que el Bien Común sea precisamente la brújula que oriente la actividad productiva para que crezca una economía de todos y para todos. El principio del Bien Común guía la responsabilidad social de las empresas, su investigación y tecnología, su control de calidad, hacia la construcción de una sociedad más humana y fraterna.

  • El valor moral y económico del trabajo (no a la economía del descarte)

El trabajo debe ser entendido y respetado como un proceso que va mucho más allá del intercambio comercial entre empleador y trabajador. En primer lugar, es parte del sentido de la vida, camino de desarrollo humano y de realización personal. El trabajo nos hace ser creativos a imagen y semejanza de Dios, que es el primer trabajador. El trabajo debe estar integrado en una economía del cuidado. Hoy se descarta a los niños con las bajas tasas de natalidad, a los ancianos y a los jóvenes. La mayoría no tiene trabajo. Un trabajo que cuida restaura la dignidad humana y asegura la sostenibilidad futura.

Próxima nota: Los tres grandes riesgos o tentaciones de la actividad empresarial

Sobre el autor

Daniel Martini

Director ejecutivo de la Asociación de Distribuidores de Gas (ADIGAS). Socio de ACDE desde hace 25 años, dirigente de la Acción Católica Argentina y ex Director del Departamento de Laicos de la CEA.

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