Valores

Finanzas a la gorra

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“Todos los pozos profundos viven con lentitud sus experiencias:

 tienen que aguardar largo tiempo hasta saber qué fue lo que cayó en su profundidad”

 F. Nietzsche.

De las moscas del mercado. Así habló Zaratustra

Decir Villa Ortúzar en toda su sonoridad vasca pareciera lo mismo que decir el quinto pino. Hasta allá fui y no era tan lejos; además yo, que nací en Bernal, tampoco puedo decir mucho. Fui a escuchar una charla del ciclo “Filosofía a la gorra” de Diego Singer un Diógenes de plaza pública, un filósofo anti-torre de marfil que me pareció muy inspirador.

El titulo convocante era “Si Dios no existe, no todo está permitido” y cambiaba la famosa frase que Sartre cita de Dostoievski, agregando un segundo “no” luego de la coma. Con referencias a Platón, San Agustín, Nietzsche y Delleuze, Singer sugirió de un modo interesante que el relativismo es conservador, ya que al nada ser ni mejor ni peor, no impulsa ningún cambio. Y es que se suele explicar que el relativismo es una consecuencia de la posmodernidad, del “Dios ha muerto”, pero Singer mostró con su selección de textos que tanto Nietzsche como Delleuze, tenían códigos -no todo da lo mismo.

Singer también instó a reflexionar acerca de qué es aquello que captura o apresa la vida en términos nietzscheanos y, usando palabras de San Agustín, nos convierte en tierras baldías. Ya me parecía todo maravilloso: la intención anti-elitista del planteo filosófico, los autores citados, las hipótesis sugeridas hasta que apareció el mercado como el cuco y ahí es cuando apareció mi ruido. Mi ruido no es el de un oído liberal; mi ruido no es el zumbido de las moscas del mercado -los venenosos insectos que Nietzsche acusa de no entender lo grande del ser humano: la creación

Mi ruido lo hace esa parte mia que admira todo lo que es capaz de hacer y ofrecer una empresa a la sociedad y me embarca en una búsqueda intelectual que aún no puedo resolver, y que quizás no logre: la de reconciliar filosofía y empresa y decirle a Sócrates que estaba equivocado. Es que tal como citó Singer -yo aún no encontré la referencia- Sócrates les decía a los mercaderes que ellos no hacían nada importante comparado con la búsqueda de la verdad. 

Por supuesto que no puedo más que coincidir con el rechazo a la mercantilización de la vida. No recuerdo si Singer lo dijo así, pero citó a Nietzsche en su concepto de “culti-filisteos”, los filisteos de la cultura, los que -como se suele decir- conocen el precio de todo y el valor de nada. Pero esta actitud de cafisho superficial, des-preciativa y utilitaria ¿acaso no es posible encontrarla en cualquier tipo de interacción humana? Una empresa no es solo un lugar de compra-venta de mano de obra para lucrar, sino que puede ser un espacio de creación, de encuentro, de enhebramiento de tejido social. En cambio, una universidad, un hospital, una relacion de pareja, una asociación civil también pueden ser tierra baldía; pueden ser saqueadas o capturadas brutalmente en aquello que tienen de vida.

Traigo a este texto dos recuerdos sin comentarios. Una vez me invitaron a dar una charla sobre ética organizacional en la empresa de salud en una universidad pública. La persona que disertó antes que yo y que había conversado apenas unos minutos conmigo, “se despachó” contra las universidades privadas –donde yo me formé- diciendo que en la universidad pública había ética porque no había dinero de por medio. Otra vez un profesor que tuve en la facultad dijo que para ser libre había que ser rico o pobre y él había elegido ser pobre; parece que sus hijos lo odiaban por eso.

Volviendo a la filosofía a la gorra, Singer también instó al rescate de los lugares de encuentro como aquel, El Galpón de Ortúzar. Y me gustó mucho el ágora de la plaza a pesar de que empezó a hacer frio, pero también me gustan los lugares de trabajo como encuentro. Con lentitud sigo haciéndome el camino al andar, con tiempo sigo haciendo equilibrio por sobre el filo de la grieta entre ocio y negocio rechazando tanto la mercantilización como el elitismo y confiando en la potencialidad que toda entidad intermedia tiene para crear trama social. No es el lucro lo que define la inmoralidad de una institución.

Cuando al finalizar, Singer pasó la gorra, para variar yo no tenía efectivo. Además de decirle que me había gustado mucho su charla le pregunté si tenía un alias para hacerle una transferencia. Interpreto que rápido de reflejos y en coherencia con lo dicho, me dijo “no, no tengo un alias”. ¿Puede haber algún otro símbolo más actual de la instrumentabilidad de un ser humano en el sistema financiero? Me dijo que no, que no tenía un alias, pero me permito dudarlo. Billete, será la próxima.

Sobre el autor

María Marta Preziosa

Dra. en Filosofía por la Universidad de Navarra. Master in Business Administration por IDEA. Investigadora, Facultad de Ciencias Económicas, UCA. Docente en diversas universidades de la región. Consultora. Temas que suele tratar: management, ética, compliance, cultura organizacional entre otros.

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