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Mensaje del Papa Francisco a los empresarios de Francia

Escrito por Portal Empresa
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Me alegra poder enviarles a ustedes, empresarios de Francia, este breve mensaje con motivo de su reunión anual. Cuando pienso en los empresarios, la primera palabra que me viene a la mente es «bien común». Hoy es imposible imaginar cualquier mejora del bien común, es decir, de la vida económica y social, de la justicia y de las condiciones de vida de los más pobres, sin considerar a los empresarios como actores del desarrollo y del bienestar. Ustedes son un motor esencial de la riqueza, la prosperidad y la felicidad de los ciudadanos.

No son tiempos fáciles para nadie, y el mundo empresarial también sufre, a veces mucho, por varias razones, entre ellas esta guerra absurda y, antes, los años muy difíciles de la pandemia. Los empresarios sufren cuando su empresa sufre, y sufren mucho cuando la empresa quiebra y tiene que cerrar. En los medios de comunicación se habla poco de las dificultades y el dolor de los empresarios que cierran sus negocios y fracasan sin tener culpa alguna. El libro de Job nos enseña que la desgracia no es sinónimo de culpa, porque también golpea a los justos, y que el éxito no es sinónimo inmediato de virtud y bondad. La desgracia afecta a todos, tanto a los buenos como a los malos.

La Iglesia entiende el sufrimiento del buen empresario, les entiende a ustedes. Les acoge, les acompaña, les da las gracias. Desde el principio, la Iglesia ha acogido también a los mercaderes, precursores de los empresarios modernos. En la Biblia y en los Evangelios, se habla a menudo de dinero y de comercio, y algunos de los relatos más hermosos de la historia de la salvación tienen también que ver con la economía: dracmas, talentos, terratenientes, administradores, perlas preciosas. En el Evangelio de Lucas, el padre del hijo pródigo se nos presenta como un hombre rico, quizá un terrateniente. Del mismo modo, el Buen Samaritano podría haber sido un comerciante; se detuvo junto al herido, lo atendió y luego lo confió a un posadero, pagándole con dos denarios.

Hoy, una forma cada vez más importante de participar en el Bien Común es crear puestos de trabajo, empleos para todos, especialmente para los jóvenes – confíen en los jóvenes: ellos los necesitan, y ustedes también. Cada nuevo empleo creado es riqueza compartida, que no acaba en los bancos para generar intereses financieros, sino que se invierte para que nuevas personas

puedan trabajar y hacer su vida más digna. El trabajo es legítimamente importante. Porque si es cierto que el trabajo ennoblece al hombre, es aún más cierto que es el hombre quien ennoblece el trabajo. Somos nosotros, y no las máquinas, el verdadero valor del trabajo.

El empresario es también un trabajador. Vive del trabajo, vive trabajando y sigue siendo empresario mientras trabaja. Cuando el empresario deja de trabajar, se convierte en especulador o rentista y cambia de profesión. El buen empresario, como el «buen pastor» del Evangelio, a diferencia del «mercenario», conoce a sus trabajadores porque conoce su trabajo. Una de las graves crisis de nuestro tiempo es la pérdida de contacto del empresario con el trabajo de su empresa y, por tanto, con sus trabajadores, que se vuelven «invisibles» (Pierre Y. Gomes). Ustedes se hicieron empresarios porque un día les fascinó el olor del taller, la alegría de tocar sus productos con las manos, la satisfacción de ver que sus servicios son útiles: no olviden nunca que así nació su vocación. Y en esto se parecen a José, a Jesús, que pasó parte de su vida trabajando como artesano: «el Verbo se hizo carpintero». Conocía el olor de la madera.

Una última palabra. El primer capital de su empresa son ustedes: su corazón, su conciencia, sus virtudes, sus ganas de vivir, su justicia. Este capital humano, ético y espiritual vale más que el capital económico y financiero. Hoy en día, los nuevos retos de nuestra compleja sociedad no pueden afrontarse sin buenos empresarios. Pueden vivir su trabajo como una vocación, como una tarea moral, como un destino existencial. Pero una empresa no basta, la economía es poco para ustedes: su creatividad y su innovación son también necesarias en la sociedad civil, en las comunidades, en el cuidado de la creación. Sin nuevos emprendedores, nuestro planeta no resistirá el impacto del capitalismo. Hasta ahora, han hecho algo, algunos han hecho mucho: pero no es suficiente. Es un momento urgente, muy urgente: deben, debemos hacer más: los niños se lo agradecerán, y yo con ellos.

Rezo para que su trabajo y sus esfuerzos den frutos abundantes y duraderos, y les envío mis saludos más sinceros.

Vaticano, el 13 de julio de 2023

FRANÇOIS

(Traducido al español por UNIAPAC)

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