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Nuevamente “el partido de los puros”

Escrito por Enrique del Carril
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“Llamo partido de los puros a todo grupo que surge dentro de una sociedad a la que considera corrompida, impura, intentando reducirla a su pureza perdida” Jean Guitton “Lo Impuro” pág. 19. (Ed PPC S.A editorial y distribuidor).

El gran defecto de la sociedad argentina es la desmesura. Consiste en que todas nuestras reacciones, algunas bien inspiradas, las expresamos con aquello que, por mi parte, considero una “pasión desordenada”. Creemos que las soluciones a nuestros problemas las conseguiremos en forma rápida, destruyendo todo lo antiguo y creando un orden nuevo. Somos partidarios de las revoluciones, sin distinguir ideologías. Desde el fondo de nuestra historia esa punción de nuestro espíritu nos domina.

Ya nos hemos ocupado de este tema en el Portal, lo cual demuestra que es una situación recurrente y que, nuevamente, está presente en el proceso electoral que ahora enfrentamos.

Se trata, nada más y nada menos que el peligro maniqueo. Los maniqueos fueron una secta muy antigua que formulaba una división tajante entre el bien y el mal. Para ellos, todo lo material, incluso el cuerpo y sus legítimos deseos, era el mal creado por el maligno y todo el bien se concentraba en el espíritu del hombre, en sus idealismos y utopías en aquello que consideraba necesario imponer frente a la eterna lucha entre lo material y lo espiritual.

El planteo era y es sencillo. Como dice Gonzague Williatte en el prólogo a la obra de Guitton: “Todos soñamos con un mundo en el que las cosas serán claras, sin ambigüedad, blancas o negras. Nos dan miedo las mezclas, los compromisos, las incertidumbres, las medias tintas”. Y este miedo, en los argentinos, se traduce en repulsión, descalificación, insultos y aversión al diálogo que tiene como base el respeto por las ideas del otro.

Lo más preocupante es que esta forma de pensar y actuar es el caldo de cultivo de dos males (estos sí realmente males cuando se dan en estado puro, como nos ha sucedido), el populismo y su instrumento esencial: la adoración al caudillo mesiánico. Y, como el hombre es “naturaleza caída”, estos fenómenos son el origen y la primera causa de las mafias, la inseguridad y la corrupción.

Cuando eso ocurre, cuando se impone un caudillo populista cualquiera fuese su signo ideológico, se impide el diálogo como instrumento indispensable de la política canalizado por las instituciones republicanas, diseñadas por el hombre para permitir el civilizado cambio de ideas, el debate pacífico y la negociación. Cuando funcionan, muchas veces hay que ceder, adoptar la solución “menos mala” y apostar a convencer de nuestro punto de vista en base a los resultados. Es necesario la flexibilidad y una actitud de escucha permanente.

Lamentablemente, el populismo como caldo de cultivo de la corrupción impide el diálogo con el delincuente; y el culto al caudillo impone sus ideas como verdades reveladas y no está dispuesto a ceder, porque su principal objeto es mantener el poder y asegurarse la impunidad. La democracia es imposible cuando en un país reina el caudillo mesiánico apoyado en el populismo. Allí el sustento ideológico es “el partido de los puros”, como lo fue en todo el proceso revolucionario que lo precedió.

En estos momentos, peligrosamente estamos nuevamente recorriendo el camino a entronizar “el partido de los puros”. La demonización de la idea del otro, quizás equivocada pero respetable, seguida de la descalificación personal a políticos y hombres públicos honestos no es buena consejera para reinstaurar la democracia. Tampoco lo es erigir una idea o un plan como única alternativa válida ante la realidad, producto de la libertad humana.

Nuestra actual situación nos muestra enfrentamientos estériles que impiden la unión en lo esencial para impedir un nuevo período populista y mesiánico. En lugar de unirnos en aquello en que coincidimos, glosando nuevamente a Guitton, fomentamos la irritación y el escándalo aún en entre nuestros naturales aliados[1].

Hoy necesitamos acuerdos y buscar a los mejores hombres de diferentes ideas que estén dispuestos a elaborar un programa mínimo común para enfrentar los grandes males que impiden nuestro desarrollo: la inseguridad personal y jurídica, la inflación producto de un gasto desmedido y la consiguiente pérdida del valor de nuestra moneda, la insoportable presión impositiva, la elaboración de un sistema de selección y formación de Jueces que aseguren independencia de la Justicia, la educación y la salud. Ese acuerdo, no se logrará descalificando al adversario o insultándolo porque no piensa como uno.

Obviamente, en la elaboración de esos acuerdos no podrán intervenir los ladrones, los mafiosos, ni aquellos que, con su conducta, miran para otro lado cuando nuestro país es víctima del saqueo, el acomodo o las prebendas y subsidios injustos.

En este contexto “el partido de los puros” solo servirá para dividirnos y desencadenará una situación de violencia cuyo resultado final será acentuar la división de los argentinos.

[1]Los puros son sensibles al escándalo; incluso tienen necesidad de un cierto escándalo a su alrededor para tener el gozo de despreciar, para sentir el placer de irritarse y conmoverse, para palpar el bien por su ausencia, para alcanzarlo por medio de la indignación” (Guitton, Jean, op cit. Pag 21).

Sobre el autor

Enrique del Carril

Abogado. Ex director de la revista EMPRESA. Fue presidente del Colegio de Abogados de la CABA entre el 2006 y el 2010. Socio fundador del Foro de Estudios sobre Administración de Justicia (FORES).

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2 comentarios

  • Excelente reflexion! no hay que ser muy visionario para saber que vienen tiempos mas dificiles y dolorosos aun, Dios Padre nos guie y Maria nos ampare para que surja una nueva Argentina.

  • Como siempre Enrique, brillante. Invito a leer el libro que el mismo Enrique del Carril escribiera sobre los Cataros, donde se puede re descubrir, que no hay nada nuevo bajo el sol.