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Paola Delbosco: “en el campo ecológico, lo más progresista es conservar el orden natural” 

Escrito por Manuel Frávega
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Aportes de la filosofía a la crisis ecológica

Paola Delbosco es la presidenta de la Academia Nacional de Educación de Argentina. Lic. en Filosofía (UCA) y Dottore in Filosofía por la facultad de Filosofía y Letras de la Universitá degli Studi ‘La Sapienza’ di Roma. En el ámbito académico se desempeña como profesora adjunta ordinaria en la Cátedra de Historia de la Filosofía Contemporánea de la Facultad de Filosofía y Letras de la UCA, desde 1979, como profesora titular en la Cátedra de Deontología de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral, desde 2006 y como profesora titular de la Cátedra de Ética en la Maestría en Gestión de la Comunicación en Organizaciones en la Universidad Austral, desde 2004. También es profesora part time del IAE del área Empresa, Sociedad y Economía desde 1998.

 

MF: ¿Qué relación hay entre la filosofía y la naturaleza? 

PD: El pensamiento filosófico -por lo menos en occidente- nació con los naturalistas presocráticos. Es interesante considerar que la filosofía se originó con la contemplación y la reflexión frente a la naturaleza. El pensador que según la tradición da comienzo a la filosofía es Tales de Mileto que -por primera vez- afirmó que existe un único principio originario (arkhé), causa de todas las cosas y que ese principio es, concretamente, el agua. Puede sorprendernos esta conclusión, pero nos parecerá menos sorprendente cuando consideremos la presencia del agua en los seres vivos, su capacidad de adaptación a la forma de lo que la contiene, su capacidad de correr por los suelos, de caer en cascada, de infiltrarse, de solidificarse, de evaporar. La vemos, entonces, como un elemento tan versátil que no resulta tan difícil imaginarla como origen de todo lo demás. Hubo otros intentos naturalistas de explicación de la realidad, hasta que la filosofía se fue especificando como metafísica, dando lugar a la reflexión sobre el ser humano y su capacidad de conocimiento, el orden de lo que existe y la búsqueda de la acción justa. 

MF: Mariano Artigas dice que en las últimas décadas del Siglo XX se ha dado un notable renacimiento de la filosofía de la naturaleza ¿Qué puede aportar el ocio intelectual y la contemplación de la naturaleza? ¿Además de los presocráticos, qué hitos se pueden destacar respecto a la reflexión filosófica sobre la naturaleza? 

PD: Las primeras preguntas filosóficas han surgido, y siguen surgiendo, mirando a fondo lo que nos rodea, y tratando de entender los funcionamientos, los cambios y las permanencias de la realidad. Es cierto que estas preguntas, en tiempos anteriores a esta creciente urbanización, estaban dirigidas a fenómenos naturales como el día y la noche, las características propias de cada ente y sus variaciones, la vida y la muerte, y es cierto también que la primera tradición filosófica de la cultura occidental se desarrolló a partir de preguntas acerca de la naturaleza. Esas respuestas involucraban elementos naturales como el agua, la tierra, el fuego y el aire, pero también conceptos como el logos. Es innegable que la observación partía de la naturaleza, y se proponía explicar lo uno y lo múltiple, así que podemos decir que la mirada humana se dirigió primero a la realidad externa, para tratar de entenderla en su orden (kosmos). 

En un segundo momento, el interés se centró en el conocimiento mismo, distinguiendo la verdad de la simple opinión -el error-, planteando fundamentos no directamente perceptibles para esas afirmaciones. Podría describirse esto, con cierta imprecisión por el exceso de síntesis, como el tránsito de la física a la metafísica. Este tránsito marca también el interés acerca del sujeto mismo del conocimiento: el ser humano, su conducta y su condición como ser social.

El aporte del cristianismo a la reflexión filosófica, tanto sobre la naturaleza como sobre nosotros mismos, añadió la componente de que todo es creación, por lo tanto, valioso y digno de respeto. El ser humano se vio destacado por sobre las otras creaturas por ser de imagen de Dios.

MF: La XIX Semana Tomista tuvo como objeto principal de estudio a la naturaleza. Allí se dijo que la crisis ecológica es una crisis espiritual que se ha incorporado y materializado en la naturaleza. Es decir, que la naturaleza en crisis es un resultado de una crisis humana y, como tal, la cuestión ecológica es en el fondo una cuestión primariamente filosófica. Por lo tanto, ¿qué aportes puede hacer la filosofía para enfrentar esta crisis?

PD: Si consideramos que la mayor causa de transformación de la naturaleza, al margen del cuidado, se dio con la revolución industrial y con el extraordinario aumento del poder humano sobre el mundo, se entiende que la filosofía ofrece un espacio de reflexión respecto de las posibilidades humanas positivas y sus excesos destructivos. 

Una antropología que le recuerde al ser humano su responsabilidad como la creatura más parecida al Creador sirve para captar el sentido de cada ser creado, y reconocer su función en la armonía de toda la realidad; de ahí podremos asumir frente a la naturaleza 

nuestra responsabilidad como usuarios cuidadosos de lo que nos ha sido dado para la vida. Esa responsabilidad implica también resguardar la naturaleza para que sea apta para la vida de los próximos seres humanos, nuestros hijos, nietos, bisnietos. Si hoy no cuidamos al mundo, ellos tendrán un mundo disminuido, y su vida se verá despojada en muchos sentidos. Cuidar la naturaleza es una forma de amor, un amor que responde al amor creador.

MF: La filosofía de la naturaleza es la reflexión filosófica acerca del mundo natural ¿Cómo se pueden aplicar las virtudes en favor del cuidado del ambiente?

PD: Subrayaría este concepto de responsabilidad para las siguientes generaciones, y también la idea de que el poder del hombre, que le permite el uso, y también el abuso, de los recursos naturales, necesita ser moderado por la austeridad y la justicia: ningún exceso es bueno. Los estoicos hablan mucho de esta forma mensurada de movernos en el mundo: “nada en exceso”, decía la inscripción en el templo de Apolos en Delfos. Esta frase es atribuida a Solón el ateniense, y constituye el exacto contrario de la fiebre consumista, que impacta tan negativamente sobre los recursos, pero también en el alma humana, dado que traduce el ansia de infinito – eso de ser el ser humano “capax Dei”- en una búsqueda inextinguible de bienes parciales y perecederos. 

MF: El orden y dinamismo de la naturaleza es algo que ha captado la atención de los primeros filósofos. La noción de orden natural de los griegos ¿nos puede significar algo especialmente en nuestro tiempo donde se vive una crisis ecológica singular? 

PD: Toda observación en profundidad de la naturaleza implica un elevarse de nuestro pensamiento hacia el misterio del kosmos, del orden. Algunos científicos, mucho más de lo que comúnmente se cree, han encontrado a Dios en esa reflexión. Muchos simplemente han admitido el misterio de un orden que supera nuestra capacidad de comprensión total: hay algo sagrado en esa captación. La filosofa francesa Simone Weil (1909-1943) decía que la atención pura, sin mezcla, es oración. Podemos decir que el estudio y la contemplación profundos son también una forma de honrar a Dios, inclusive cuando no hay una directa referencia a un ser divino.

Hoy esta preocupación se ha refugiado en el tema del conservacionismo, y se multiplican los lugares donde se resguardan hábitat y especies que corren el riesgo de ser anulados por la acción humana. Llama la atención de que se les llame “santuarios”. 

En algunos casos se habla correctamente de “producción de naturaleza”, lo cual implica que el cuidado de lo natural involucre ahora la acción explícita de los seres humanos, porque el orden no se restaura sin una intención explícita y los medios adecuados. Nosotros vivimos aquí, por eso hay que cambiar las costumbres para implantar una relación más armoniosa, y más austera con respecto a los bienes de la naturaleza. 

Me gusta subrayar, un poco polémicamente que, en el campo ecológico, lo más progresista es conservar el orden natural.

MF: ¿Qué relación hay o puede haber entre filosofía de la naturaleza y el ecologismo?

PD: Sin duda, es fruto de una lúcida reflexión filosófica considerar que es una tarea humana el uso cuidadoso de los recursos naturales, para preservar el hábitat para las próximas generaciones. Lo dice claramente Hans Jonas en “El principio de responsabilidad” (1979-2004), obra en la que menciona esa responsabilidad ambiental como una forma de justicia hacia nuestros descendientes. La protección de las especies en peligro es parte de la propuesta de Martha Nussbaum en “Las fronteras de la justicia” (2007), al mismo tiempo en que alerta en no mitificar la naturaleza. 

MF: ¿Qué impacto tuvo la doctrina cristiana de la creación sobre el estudio de la naturaleza?

PD: Muchos filósofos cristianos han mirado al orden natural como una base para calibrar nuestros actos, moderando los deseos y ampliando el campo del interés y de las responsabilidades. La certeza de la bondad de un mundo creado ha impulsado el análisis científico, la búsqueda de respuestas y el surgimiento de nuevas preguntas, a la luz de la confianza de que, si la naturaleza es obra de Dios y así lo es nuestra capacidad de conocer, hay una justa proporción entre el que conoce y lo conocido. Y en la medida en que crecen estos conocimientos, se profundiza el asombro inicial en una forma de contemplación. Muchos científicos no creyentes se han convertido gracias a la profundización de sus conocimientos, y muchos otros, ya creyentes, no han encontrado obstáculos en su fe para profundizar sus búsquedas científicas, sino todo lo contrario.

El amor a la naturaleza como creación es ya dar gloria al Dios creador.

Sobre el autor

Manuel Frávega

Abogado (UCA) y Master en Derecho Empresario (UDESA). Socio del Estudio Beccar Varela

Responder a Enrique V. del Carril X

2 comentarios

  • Muy bueno y muy claro. En este tema siempre me surge la reflexión sobre el episodio bíblico de la torre de Babel. Dios «tomo conciencia» del poder que les había dado a los hombres para incidir y modificar la naturaleza. El remedio que encontró es confundirlos mediante el «verbo», la palabra. Pero no puede interpretarse, a mi juicio, este pasaje, como una oposición de Dios a la ciencia (la torre de Babel fue consecuencia de la invención del ladrillo), todo lo contrario. Dios les exigió a los hombres que se entendieran, que usaran su razón y buscaran la palabra que los uniera. El «Verbo encarnado» daría ese mensaje de respeto por la naturaleza en la tarea de mejorar el mundo y armonizaran el uso de la naturaleza por amor al prójimo. De allí. Pentecostés.
    Muchas gracias Paola, muchas gracias Paola

  • Maravillado!!! Cuanta lucidez, cuanto amor a la naturaleza!!!
    En un mundo que ataca los valores occidentales y cristianos, celebro los pensamientos y sentimientos que leí.
    Felicitaciones por la nota Manuel, «Gigante » entrevistada!!!