Valores

Correspondencia trascendental

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Estimado Kyrios, 

A medida que transito el camino más agradezco el privilegio de haber contado con auténticos maestros que generosamente me brindaron su palabra, testimonio y amistad. Hoy más que nunca siento la necesidad de su luz y por ello le escribo en esta agitada noche mientras contemplo las estrellas relucientes, las mismas que iluminaron la infancia y alimentaron tantos sueños y esperanzas en aquellas solitarias lejanías. ¡Ah! cuánto añoro la quietud que me brindaban. Hoy busco en vano aquella calma al observarlas, ante la cruda realidad del tiempo que vivimos que desafía nuestro valor, pero nos exige también una respuesta sabia y prudente.

¿Es posible la paz, la unión y la concordia? ¿Es realmente el progreso humano una vía de auténtico desarrollo o avanzamos hacia una autodestrucción que nuestra ceguera no permite visualizar? 

Podemos sentirnos orgullosos de haber alcanzado un nivel de bienestar material desconocido para las generaciones anteriores; la democracia y la libertad

 individual son una realidad, imperfecta, pero realidad al fin, en una gran parte del planeta. El avance tecnológico no se detiene y se abren cada vez más oportunidades, en particular en el ámbito de la comunicación y la información. Qué genuina admiración y gratitud se experimenta al poder vivirlo. Pero sería necio y aún cobarde, desconocer los riesgos y desafíos que amenazan la propia existencia de la humanidad, y los más recientes acontecimientos entiendo que constituyen un dramático llamado de atención. 

“La peste, la guerra y el hambre, son compañeros inseparables de la existencia humana” recuerdo sus enseñanzas en aquellas inolvidables tertulias en la biblioteca, compartiendo y comentando las lecturas que abrieron mi pensamiento. Pero me pregunto si precisamente el avance tecnológico no trae consigo el desafío de una universalización de aquellos males como la más reciente epidemia puso al descubierto. Y los conflictos bélicos amplían sus consecuencias y repercusión a nivel mundial con la amenaza latente del uso de armas de destrucción masiva. Tampoco estuvo nunca nuestro mundo habitado por tantos miles de millones de personas y la desigualdad en las condiciones de vida alimentan el rencor y la violencia, y así el populismo autoritario y la consecuente corrupción ocupan importantes regiones de la tierra ¿Es posible una economía más justa y sostenible?  ¿Son válidas las estrategias de reducir la natalidad como resolución a la llamada superpoblación?  

El mayor reto que enfrenta la sociedad entonces, me parece que es alcanzar la sabiduría para hacer un adecuado uso del enorme caudal de información y conocimiento disponible, como indica aquel sabio proverbio que tantas veces me subrayó. Pero ¿cuál es el camino? ¿cómo lograrlo? 

Desearía recuperar aquel ambiente de fecundo intercambio y discusión, pero no es fácil encontrarlo en una sociedad presa de un individualismo exacerbado por un exitismo que muchas veces hace sentirse victoriosos a sus integrantes, pero son en realidad las pasiones quienes los dominan a su antojo. La autenticidad, la veracidad y la fraternidad caen derrotados ante la falaz astucia y el descaro, y con total desfachatez se exhiben los resultados como si estos fueran auténticos trofeos. 

¡Qué poder de engaño tiene el orgullo! ¡Qué seductoras la vanidad y la codicia que logran nublar aún a las mentes más perspicaces!

Cómo desearía volver a encontrarnos en aquel café bajo la sombra del plátano en la vereda de la barranca empedrada, y disfrutar una vez más de una amena y fecunda conversación. ¡Ah! Cómo valoro hoy más que nunca su paciencia al escuchar mis presuntuosas disquisiciones juveniles y aún el ímpetu con que seguí defendiendo mis posturas en la adultez. El niño se resiste. Pero experimento ahora una gran orfandad, al no alcanzar un auténtico sentido de pertenencia en una sociedad que se me hace extraña, indiferente y agresiva. 

Ya rayan las luces del alba y debo prepárame para otra desafiante jornada.

He hallado gran calma en la escritura y las palabras han brotado con espontaneidad, esperanzado en aquella lúcida sentencia del poeta que tantas veces compartimos: “No hay nada tan fuerte como una voz, cuando esa voz es la del alma”.   

Con el respeto de un alumno y el cariño de un amigo, 

                                                                                                                 Fidelis

Caro Fidelis, caro amigo, 

Con que alegría y emoción he recibido tus inquietudes aquí donde la celeste luz brilla en forma permanente y los pensamientos alcanzan inagotable claridad. Gracias por tu confianza, espero no decepcionarte al responderte con palabras similares a las que intercambiamos tantas veces entre los volúmenes de mi biblioteca o en aquel icónico bar frente a la barranca empedrada rodeada de plátanos.

La Verdad no cambia, y se halla al alcance de la mano, pero lo que parece atravesar los siglos y las civilizaciones es la obstinación humana para no aceptarla. Ahora veo con absoluta precisión que el único camino firme y seguro para conseguirla es la humildad. Es la legítima puerta para ingresar a la Verdad que nos hace libres, como escrito está. Pero como bien dices el orgullo resiste y el afán de ser como dioses hace que la criatura ponga su empeño en lograr el poder y la gloria. Son dos caminos opuestos, los ahora veo con total nitidez, la obstinación y orgullo son una cabal muestra de fragilidad y no de fuerza. ¿Qué otra cosa es, caro amigo, la necesidad de sentirse superior a otros, ya sea por condiciones naturales, étnicas, religiosas o las que sean? El Creador no falló al crearnos a su imagen y semejanza, somos nosotros los que fallamos en interpretarlo con valor y honestidad. Si analizas bien esta es la raíz de todos los conflictos e injusticias. El endiosamiento y la soberbia nos impide ver el camino hacia la genuina libertad y concordia. La diversidad humana es una muestra elocuente de la voluntad del Creador y el no reconocerlo nos impide valorar esa maravillosa fuente de creatividad. El temor nos empuja a buscar la uniformidad como fuente de una muy falsa seguridad que nos empequeñece. La utópica y errada visión individualista y egocéntrica es una trampa, caro amigo. 

Los cuatro jinetes han cabalgado y cabalgan como compañeros inseparables de la existencia humana. Quizás ahora lo hacen con mayor velocidad e intensidad. Desde mi perspectiva el mayor reto para la sociedad actual es la concentración del poder, político, militar y económico. La humanidad avanzó mucho desde los tiempos donde los imperios luchaban entre sí para conquistarse y esclavizarse mutuamente. Ha sido largo y duro el camino hacia la libertad y la mayor igualdad y respeto entre los seres humanos pero el recorrido aún es largo y la mayor amenaza que percibo desde aquí es aquella concentración. Si la criatura acumula poder, se hace cierta aquella sentencia que el hombre se convierte en el lobo del hombre.  El desafío es lograr una separación de poderes no sólo en el terreno político sino también económico y militar. 

Ojalá la fraternidad y la solidaridad que nacen de los corazones humildes logren guiar las conductas de la sociedad hacia una mayor unión. Pero si así no fuera, no te desanimes.  Persevera en tu fidelidad a los genuinos valores y alégrate de ser un testimonio claro de ellos, pues te conducirán a la Única Verdad que te hará finalmente libre, como yo mismo puedo ahora testimoniarte mientras te comparto estas reflexiones con la confianza de un maestro y la eterna gratitud de un amigo, 

 

                                                                                                               Kyrios

Sobre el autor

Javier García Labougle

Economista (UCA), asesor financiero y ex Director de la Revista Empresa.

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3 comentarios

  • Me encanto! Muy claro y sentido. Me quedo con esta frase “No hay nada tan fuerte como una voz, cuando esa voz es la del alma”. Me quedo pensando en el complejo pero no imposible camino de la igualdad y libertad.