¿Por qué escribir?
Escribo en primer lugar porque me gusta, lo disfruto. Considero esto suficiente para hacerlo, sin embargo, también me atrae la idea de abrir “un canal de comunicación” con otros. No dudo de que los libros son máquinas del tiempo, te permiten entrar en contacto con escritores de otras épocas, compartir sus pensamientos, ideas, historias y hasta locuras. Conocer también sobre su tiempo, circunstancias, costumbres y todo aquello que sin duda influyó en su escritura, como nuestro presente lo hace con la nuestra. Siento al leer que abro una suerte de diálogo-intercambio con el autor; él me transmite conceptos -en el formato que sean- que provocan algo en mí. Nadie sale indemne de una lectura, de alguna manera no somos los mismos después de terminarlas, siempre algo te aportan y que no contabas hasta antes de hacerlo – ¡mucho más las lecturas de alto vuelo! En definitiva, en mi caso, escribo porque me gusta y porque deseo compartir con otros mi visión y experiencia sobre el desafío de vivir y de hacerlo con un sentido trascendente -que nos trascienda y por el cual valga cada minuto, cada día.
¿Por qué este libro sobre la santidad?
Santidad y felicidad en el siglo XXI es mi primer libro publicado (LUMEN, 2019). Decidí escribirlo cuando sentí un profundo llamado a compartir por escrito mi búsqueda interior de décadas sobre la verdad de mi vida y su sentido. Una aventura que considero la más fascinante que tiene todo ser humano: conocerse a sí mismo para saber bien quién es y para qué es. Estos planteos me llevaron a conocer e intimar con Cristo. Fue, y es, mi relación cercana con Él tan transformadora y dadora de felicidad y alegría a mi vida, que me vi empujado a darla a conocer a otros. Sentí la fuerte necesidad e inspiración de dejar por escrito para mis contemporáneos, pero también para todos aquellos hermanos de tiempos que no conoceré, qué hizo el amor de Cristo en mí. Cómo me elevó en todo sentido. ¿Y por qué hablar de santidad? Porque justamente ella es la llave a todo. Me permito afirmar una fórmula que es válida para todo cristiano: nuestra felicidad es directamente proporcional a nuestra cercanía a Cristo.
Dicho esto, aclaro -como lo hice en la introducción del libro- que no estudié filosofía, letras, ni mucho menos teología, sino simplemente arquitectura y algún cursito por ahí, pero que viví lo suficiente y perseguí mis varios molinos de viento que me permitieron contar con una experiencia diferente a la hora de hablar de algo “tan elevado” como la santidad. Justamente, por considerarla por demás elevada, creemos que es inalcanzable y así la desestimamos para nosotros, mal creyendo que es solo para otros pocos. Toda persona es un santo en potencia, reza el subtítulo del libro, y ahí reside la intención de cada página: dar a conocer que todos estamos llamados por igual a ella, solo que son pocos los locos lindos que se atreven… Y me animé a hacerlo porque me entusiasmó la idea de compartir “como colega” -un par del lector en nuestra búsqueda común de felicidad- y no como un catedrático, ni tampoco desde el pedestal del erudito que “baja línea”. Para nada. Escribí desde el corazón de alguien común que trabaja y que también intenta cumplir con la AFIP y le gusta el fresco y batata, es decir, un argentino más. Quien busque un libro sumamente elevado sobre la materia, ése no es el mío.
Proceso de escritura y publicación final
Debo confesar que fue una experiencia muy enriquecedora publicar mi primer libro. Me tomé un año sabático de mi profesión para escribir lo que creía tenía bien en claro en mi mente y ese tiempo se convirtió en tres años de escritura. Sin embargo, el resultado final fue un desastre: no me gustó lo escrito, ni el tono, ni lo largo -y hasta tedioso- de los temas tratados. Dejé todo y no volví a escribir sobre el tema por cinco años. Tuve una primera lección interesante sobre la escritura: no resulta tan fácil exponer sobre una hoja en blanco las ideas que uno cree tener bien en claro en su cabeza. Sea el cómo expresarlo, cómo darles un sentido e hilo a los asuntos a tratar o cualquier otra cosa, darse a entender de manera clara, precisa y con economía de palabras ¡es todo un trabajo! Que los demás interpreten correctamente lo que uno pretende transmitir, también lo es.
Como la escritura de este libro fue siempre muy rezada y abierta a la verdadera voluntad del Señor, me relajé y fue recién en una cuaresma que, de la nada, me senté y sin tocar nada de lo ya escrito, desarrollé en sólo dos meses las 125 páginas que hoy tiene el libro. Como si haya sido necesario dejar decantar pensamientos y vivencias profundas de fe y personales, para que luego se manifiesten con mayor claridad para ser compartidas. Un misterio, como la fe misma. Así fue como diez años después de mi primera línea, el libro fue publicado. No me pesó ni me arrepiento en nada sobre el tiempo transcurrido; fue fuente de aprendizaje y maduración -personal y espiritual. Me río solo cuando pienso en esto y me imagino al Señor diciéndome: “¿así que querés escribir sobre mí y mi propuesta de vida? Ok, pero no será a tu manera, sino a la mía…” Y así ocurrió.
Hoy me encuentro corrigiendo mi primera novela. Otra linda aventura que dejaremos para otra vez. Me despido deseándoles a todos a que se animen a escribir de lo que sea, cuando sea y cómo sea. Les aseguro que los va a sorprender de muchas formas.