Agenda para el crecimiento Sustentabilidad

Un llamado a la acción

Escrito por Gastón Bourdieu
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El Papa nos regaló en el 2015 su encíclica Laudato si, la cual constituye un documento integral para el análisis de la realidad ambiental y nos hizo un claro llamado a la acción. Ocho años después ante la falta de avances concretos publica Laudate Deum que es una ampliación de la encíclica y un nuevo llamado de alerta y responsabilización frente a la falta de resultados.

Él nos llama a salvar la Creación, lo que significa alabar y honrar a Dios. El cambio climático está ocurriendo, así como la evidencia de que la actividad humana es el principal motor de este calentamiento (LS 23) y es «uno de los principales desafíos actuales para la humanidad» (LS 25).

Nos llama a escuchar el llamado de los pobres y de la tierra e Introduce el concepto de la ecología integral para considerar las dimensiones éticas y espirituales de cómo los seres humanos deben relacionarse entre sí y con el mundo natural, basándose en la cultura, la familia, la comunidad, la virtud, la religión y el respeto por el bien común.

Nos alerta que la familia está en peligro. Debemos superar la cultura del usar y tirar, la cultura del descarte generadas por el consumismo y la indiferencia globalizada que inhiben los esfuerzos para encarar la solución de los problemas ambientales y sociales desde la perspectiva del bien común

Nos invita a caminar juntos de la mano en dirección a la salvación, necesitamos una revolución que empiece por las elecciones diarias, que comprar y a donde, canalizar los ahorros en bancos éticos respetuosos de la balanza de la solidaridad. Todos podemos y debemos hacer algo.

Advierte sobre el uso descontrolado de la tecnología, el impulso de manipular y controlar la naturaleza, la visión de los seres humanos como algo separado del medio ambiente

Pide acuerdos internacionales para proteger el medio ambiente y ayudar a los países de bajos ingresos, nuevas políticas nacionales y locales, una toma de decisiones inclusiva y transparente, y una economía ordenada al bien de todos.

Debido a que las principales decisiones que afectan a la disponibilidad de energías renovables y a las prácticas sostenibles no las toman los individuos, sino los gobiernos y las grandes empresas

 «Muchos de aquellos que tienen más recursos y poder económico o político parecen concentrarse sobre todo en enmascarar los problemas o en ocultar los síntomas» (LS 26).

Un tema central de Laudato si’ es que los esfuerzos para reducir el cambio climático y ayudar a las personas en situación de pobreza no deben enfrentarse entre sí, sino que deben perseguirse como un proyecto unificado.

Nos señala claramente que sería un error reducir las emisiones de manera que se perjudique a los marginados de la sociedad o se imponga una carga inmanejable a los países muy pobres. Como afirma la encíclica, «no hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socioambiental

En consecuencia, los países ricos tienen el deber de tomar la iniciativa de reducir sus propias emisiones y de proporcionar fondos a los países en desarrollo que quieran hacer lo mismo (LS 170-173)

Algunas de las estrategias de baja emisión de gases contaminantes buscan la internacionalización de los costos ambientales, con el peligro de imponer a los países de menores recursos pesados compromisos de reducción de emisiones comparables a los de los países más industrializados. La imposición de estas medidas perjudica a los países más necesitados de desarrollo. De este modo, se agrega una nueva injusticia envuelta en el ropaje del cuidado del ambiente. Como siempre, el hilo se corta por lo más débil.

La encíclica enumera aplicaciones a la vida personal, es un claro llamado a la acción. Recomienda un estilo de vida centrado menos en el consumismo y más en los valores intemporales y duraderos. Pide una educación medioambiental, la alegría por el entorno, el amor cívico, la recepción de los sacramentos y una «conversión ecológica» en la que el encuentro con Jesús lleva a una comunión más profunda con Dios, con los demás y con el mundo de la naturaleza.

La oración y la contemplación, el aprendizaje de la naturaleza, la observancia del día de descanso sabático y la reducción de la participación en las formas materialistas de la cultura del consumo. Un paso tan sencillo como dar las gracias a la hora de comer (LS 227)

Es importante que las personas creyentes se involucren en la política y trabajen estratégicamente para lograr un cambio positivo

Por ello, la encíclica pide a los católicos que entren en el terreno de la política nacional e internacional, oponiéndose al incentivo que supone para los líderes dar prioridad a las ganancias a corto plazo y alzando la voz, en cambio, por políticas que apoyen a los desfavorecidos y promuevan el bien común a largo plazo (LS 178).

No todo está perdido, porque los seres humanos, capaces de degradarse hasta el extremo, también pueden sobreponerse, volver a optar por el bien y regenerarse, más allá de todos los condicionamientos mentales y sociales» (LS 205).

En Laudate Deum nos dice porque vuelve sobre el tema “quise compartir con todos ustedes, hermanas y hermanos de nuestro sufrido planeta, mis más sentidas preocupaciones sobre el cuidado de la casa común. Pero con el paso del tiempo advierto que no tenemos reacciones suficientes”. En pocas palabras 8 años sin avances.

Nos llama a ser objetivos, no cabe atribuir de modo habitual cada catástrofe concreta al cambio climático global pero no podemos negar que lo que estamos verificando ahora es una inusual aceleración del calentamiento, con una velocidad tal que basta una sola generación —no siglos ni milenios— para constatarlo. Y nos recuerda que como siempre, pareciera que la culpa es de los pobres. Pero la realidad es que un bajo porcentaje más rico del planeta contamina más que el 50% más pobre de toda la población mundial, y que la emisión per cápita de los países más ricos es muchas veces mayor que la de los más pobres.

Ya no se puede dudar del origen humano —“antrópico”— del cambio climático. Veamos por qué. La concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera, que por ese efecto provocan el calentamiento de la tierra, se mantuvo estable hasta el siglo XIX, por debajo de las 300 partes por millón en volumen. Pero a mediados de ese siglo, en coincidencia con el desarrollo industrial, comenzaron a crecer las emisiones. En los últimos cincuenta años el aumento se aceleró notablemente, por consiguiente, urge una mirada más amplia que nos permita no sólo admirarnos por las maravillas del progreso, sino también es apremiante prestar atención a otros efectos que probablemente ni siquiera podían imaginarse un siglo atrás.

Nos recuerda que la pandemia del covid-19 ha constato la estrecha relación de la vida humana con la de otros seres vivientes y con el medio ambiente, “todo está conectado” y “nadie se salva solo”.

Nos vuelve a alertar sobre el mal uso del poder tecnológico, «como si la realidad, el bien y la verdad brotaran espontáneamente del mismo poder tecnológico y económico». [14] Como lógica consecuencia, «de aquí se pasa fácilmente a la idea de un crecimiento infinito o ilimitado, que ha entusiasmado tanto a economistas, financistas y tecnólogos». 

La inteligencia artificial y las últimas novedades tecnológicas parten de la idea de un ser humano sin límite alguno, cuyas capacidades y posibilidades podrían ser ampliadas hasta el infinito gracias a la tecnología. Así, el paradigma tecnocrático se retroalimenta monstruosamente. Sin duda no son ilimitados los recursos naturales que requiere la tecnología, como el litio, el silicio y tantos otros, pero el mayor problema es la ideología que subyace a una obsesión: acrecentar el poder humano más allá de lo imaginable, frente al cual la realidad no humana es un mero recurso a su servicio.

Provoca escalofríos advertir que las capacidades ampliadas por la tecnología «dan a quienes tienen el conocimiento, y sobre todo el poder económico para utilizarlo, un dominio impresionante sobre el conjunto de la humanidad y del mundo entero. Nunca la humanidad tuvo tanto poder sobre sí misma y nada garantiza que vaya a utilizarlo bien, sobre todo si se considera el modo como lo está haciendo. No todo aumento de poder es un progreso para la humanidad. Basta pensar en las tecnologías “admirables” que fueron utilizadas para diezmar poblaciones, lanzar bombas atómicas, aniquilar etnias. Este riesgo está siempre presente, porque «el inmenso crecimiento tecnológico no estuvo acompañado de un desarrollo del ser humano en responsabilidad, valores, conciencia, falta una ética sólida, una cultura y una espiritualidad que realmente lo limiten y lo contengan en una lúcida abnegación. Los grupos humanos muchas veces han “creado” ambiente, [20] lo han remodelado de alguna manera sin destruirlo ni ponerlo en peligro. El gran problema actual es que el paradigma tecnocrático ha destrozado esta sana y armónica relación.

Hemos hecho impresionantes y asombrosos progresos tecnológicos, y no advertimos que al mismo tiempo nos convertimos en seres altamente peligrosos, capaces de poner en riesgo la vida de muchos seres y nuestra propia supervivencia.

La decadencia ética del poder real se disfraza gracias al marketing y la información falsa, mecanismos útiles en manos de quienes tienen mayores recursos para incidir en la opinión pública a través de ellos.

Debemos preguntarnos ¿qué sentido tiene mi vida, qué sentido tiene mi paso por esta tierra, qué sentido tienen, en definitiva, mi trabajo y mi esfuerzo?

Sigue siendo lamentable que las crisis mundiales sean desaprovechadas cuando serían la ocasión para provocar cambios saludables. [28] Es lo que ocurrió en la crisis financiera de 2007- 2008 y ha vuelto a ocurrir en la crisis del covid-19. Porque «las verdaderas estrategias que se desarrollaron posteriormente en el mundo se orientaron a más individualismo.

Para que haya avances sólidos y duraderos, me permito insistir que «deben ser favorecidos los acuerdos multilaterales entre los Estados». [25] No es conveniente confundir el multilateralismo con una autoridad mundial concentrada en una persona o en una élite con excesivo poder Hablemos sobre todo de «organizaciones mundiales más eficaces, dotadas de autoridad para asegurar el bien común mundial, la erradicación del hambre y la miseria, y la defensa cierta de los derechos humanos elementales.

Por eso reitero que «si los ciudadanos no controlan al poder político —nacional, regional y municipal—, tampoco es posible un control de los daños ambientales». Somos todos responsables.

Esto se conecta con mi insistencia en la Carta encíclica Fratelli tutti sobre el primado de la persona humana y la defensa de su dignidad más allá de toda circunstancia.

¿Paso algo con las COP?, hoy podemos seguir afirmando que «los acuerdos han tenido un bajo nivel de implementación porque no se establecieron adecuados mecanismos de control, de revisión periódica y de sanción de los incumplimientos. Necesitamos superar la lógica de aparecer como seres sensibles y al mismo tiempo no tener la valentía de producir cambios sustanciales.

Nos recuerda que La Biblia narra que «Dios miró todo lo que había hecho, y vio que era muy bueno» (Gn 1,31). De Él es «la tierra y todo lo que hay en ella» (Dt 10,14). Por eso Él nos dice: «La tierra no podrá venderse definitivamente, porque la tierra es mía, y ustedes son para mí como extranjeros y huéspedes» (Lv 25,23). Entonces, «esta responsabilidad ante una tierra que es de Dios implica que el ser humano, dotado de inteligencia, respete las leyes de la naturaleza y los delicados equilibrios entre los seres de este mundo».

Y nos invita a cada uno a acompañar este camino de reconciliación con el mundo que nos alberga, y a embellecerlo con el propio aporte, porque ese empeño propio tiene que ver con la dignidad personal y con los grandes valores. Sin embargo, no puedo negar que es necesario ser sinceros y reconocer que las soluciones más efectivas no vendrán sólo de esfuerzos individuales sino ante todo de las grandes decisiones en la política nacional e internacional.

En resumen, es un llamado a todos a la acción y en particular a nosotros los católicos, teniendo en cuenta en nuestra visión que el hombre debe estar en el centro de la escena

Sobre el autor

Gastón Bourdieu

Líder de la Comisión de Sustentabilidad de ACDE.

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