Actualidad

El futuro

Escrito por Juan Luis Iramain
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Se fue 2024. La semana pasada, en Comms especulábamos sobre las tendencias en comunicaciones para el año que acaba de empezar. En general, son continuidades de lo que ya vemos: más presencia de la Inteligencia Artificial; mayor despliegue de las comunicaciones inalámbricas de sexta generación (6G); un impulso significativo a la realidad extendida (XR); mayor desarrollo de la seguridad cibernética avanzada; y una creciente preocupación por la sostenibilidad de las comunicaciones. Si queda algo en el tintero, dejemos que nos sorprenda.

¿Pero de qué sirve verla venir si no sabemos qué hacer con eso? ¿Si estamos perplejos ante los avances de la IA y otros desarrollos tecnológicos, si no hay tiempo para actualizarse porque la semana que viene ya queda viejo lo que se está conociendo hoy? “Vísteme despacio que estoy apurado”, dicen que le decía Napoleón a su valet. Calma: foco en lo importante, que después lo demás se acomoda. El cerebro sorprende con las conexiones creativas que es capaz de generar, si se lo alimenta bien.

Un posible menú —al alcance de cualquiera— podría ser así:

  • Dos o tres fuentes. Y seguirlas de manera constante, según los gustos. Hay para elegir en este listado de los Diez mejores blogs sobre tecnología. O entre los muchos influencers que hacen fácil lo difícil y lo cuentan en X, en Instagram o en TikTok. Y después, practicar: probar, usar una IA, después otra. Ver cuál se adapta mejor a las propias necesidades. Y no soltar el hueso.
  • Neurociencias y lenguaje emocional. No importa lo que hagan los algoritmos: seguiremos viviendo en un mundo de humanos. Cuando más entendamos sobre las emociones, más valor agregado podemos aportar. Sólo el que sabe leer entrelíneas, sabe de verdad. Dopamina, serotonina, noradrenalina, oxitocina: el vasto mundo de los neurotransmisores que explica buena parte de nuestras reacciones. Y de las ajenas. E incrementa las chances de influir en ellas.
  • Lectura de clásicos. Los libros de neurociencias explican parte de lo que pasa en nuestro cerebro. La buena ficción y la poesía muestran sus efectos en la conducta humana. Quien quiera profundizar en la culpa y el perdón, lea a Dostoievski. Quien pretenda entender una pasión que enceguece, tiene a Flaubert. Quien busque la sabiduría detrás de la paradoja desenfadada, puede acudir a Oscar Wilde. La literatura expande la sensibilidad y potencia los recursos para comunicar mejor. Y hay para todos los gustos.
  • Historia y geopolítica. Los datos, siempre los datos. Y una interpretación inteligente de ellos que aporte contexto. El conflicto entre Israel y el terrorismo islámico de Hamás no se entiende sin la historia. Y sin el posicionamiento que toman Europa, los Estados Unidos, Rusia e Irán frente al tema. Y así, cada situación que se produce en el mundo: Milei, Trump, Meloni, lo que sea… “Todo tiene que ver con todo”, decía el viejo Anaximandro.
  • Escribir. Nulla die sine linea, opinaba Plinio el Viejo. Ni un día sin dibujar una línea. La frase pasó a la modernidad y Beethoven la usaba para decir que no dejaba pasar un día sin componer. “Ni un día sin escribir” podría ser el mantra de quien dedica sus esfuerzos a entender el mundo que lo rodea y a tratar de explicarlo. Escribir aporta claridad mental: ordena las ideas. Es lo que recomendaba Jorge Lanata a los periodistas jóvenes, según puede verse en la siguiente entrada de este número de Comms.
  • Al final, se trata de mantener tonificado el músculo que permite aprender, replantearse lo aprendido y seguir aprendiendo. Alimentar la curiosidad intelectual, que es lo mismo que interesarse por el futuro. Porque Woody Allen tenía razón: “Estamos todos interesados en el futuro: es donde vamos a pasar el resto de nuestras vidas.”

Sobre el autor

Juan Luis Iramain

Doctor en Comunicación (U.Austral). Socio Director de INFOMEDIA.

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