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La sustancia del yo según The Substance (C. Fargeat, 2024)

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Desde hace poco, se puede ver en HBO la película del año pasado La sustancia de la directora y guionista francesa Coralie Fargeat, poco premiada en los Oscar.  Y el título de esta película, me parece que lo podemos leer no solo como esos líquidos -o sustancias- que se inyecta la protagonista para recuperar la juventud perdida, sino también en el sentido de la filosofía clásica, de modo amplio, en tanto la sustancia es el sujeto individual – indiviso- concreto y particular (un τὸδὲ τί)

Hay que brillar

El significado más inmediato o más evidente de esta película de terror remite a la presión social sobre la apariencia corporal de las mujeres, la exigencia de brillar y sonreír (Sparkle es el apellido de la protagonista) y ser amada por todos en la industria de las celebrities de Hollywood. Esa presión externa aparece en la película de un modo directamente proporcional al interno odio que Elisabeth Sparkle se prodiga a sí misma en su ser más íntimo, el del espejo del baño. Un odio que se desata (y que, probablemente ya estaba fuertemente anudado) cuando es despedida de su programa de TV al cumplir 50 años.

El infierno ¿son los otros?

Elisabeth vive en un lugar muy luminoso, demasiado luminoso y algunos pasillos oscuros y curvos conducen a un enorme baño. De su vivienda se nos muestra mayormente el baño, los pasillos y el ambiente principal o living-room. Hay varios espejos: el del gran ventanal, sin cortinas, sin black-out donde es posible ver siempre la cartelería comercial de la calle y un sol que brilla como focos de teatro; el espejo de la televisión siempre encendida y el del baño. Hay un enorme retrato de cuerpo entero de la protagonista que reina triunfante en el ambiente principal.

En ese baño enormemente blanco -como en la obra teatral “A puertas cerradas” de Jean Paul Sartre– parece imposible no mirarse, ni apagar la luz. Allí es donde enciende su odio a sí misma, donde ejerce su autodestrucción y donde deviene en monstruo. Allí es donde crea un espacio contiguo y oscuro, una nueva habitación, donde esconder el periódico proceso de alimentación del monstruo. Comienza inyectándose la sustancia “activadora” o rejuvenecedora – ese líquido verde que recuerda a la kriptonita que hace débil a Superman. Ese es el inicio. Pero luego, su versión rejuvenecida adquiere vida propia y extrae por demás el líquido medular de su otro yo, su yo matricial, su yo-madre (matrix), un huevo que ha engendrado otro huevo.

“Monstrificarse”- no sé si existe este verbo y si no existe lo acabo de inventar- parece ser para Elisabeth Sparkle, algo así como una venganza contra ese público que oscila entre la exigencia, la burla, el abandono, lo lascivo y la adoración y, también, una venganza contra sí misma.

Remember you are one

Pero, si analizamos un poco más, el simbolismo de la película alcanza a todo ser humano. The Substance plantea la división interna de la que somos capaces y cómo una dimensión de la vida puede fagocitarse, devorar o drenar las otras dimensiones. Esta no es solo una película sobre la presión de ser joven y bella, sino que es una película sobre la unidad del yo, la unidad de la sustancia individual de naturaleza humana y el monstruo en el que devenimos por la separación, negación, aniquilación, aplastamiento de algunas de sus facetas.

Para alcanzar esta unidad, esta aceptación y amor por uno mismo, es claro que no alcanzan las reglas. En la película, las instrucciones acerca de cómo mantener el equilibro entre ambos yoes vienen escritas en letras muy grandes junto al líquido activador, la food for matrix y la food for the other self son insuficientes. No es que no se entiendan las reglas, es que aparecen ahí como líneas anónimas o burocráticas listas para ser cruzadas.

Salgamos un momento de la película:  no alcanzan los consejos de mantener el work-life balance, el equilibrio entre trabajo y familia, entre cuerpo y alma, entre vida personal y social, entre el cuidado del yo y de los otros. ¡Si todo fuese cuestión de seguir unas reglas, una estrategia, unos nudges para no permitir que el valioso líquido vital alimente una dimensión tuya en demasía y en detrimento de la otra! Sí es claro, que la película nos deja la inquietud acerca de cómo alimentamos nuestro cuerpo finito y nuestra alma de sed infinita.

El desborde, la arrogancia, la hybris entendida como tomar más que la parte que me toca, no es justo lo contrario del equilibrio calculado o del balance autoimpuesto como meta. El desborde parece lo contrario de tener los pies frescos en la tierra y respirar hondo, pero no estoy segura.

Sobre el autor

María Marta Preziosa

Dra. en Filosofía por la Universidad de Navarra. Master in Business Administration por IDEA. Investigadora, Facultad de Ciencias Económicas, UCA. Docente en diversas universidades de la región. Consultora. Temas que suele tratar: management, ética, compliance, cultura organizacional entre otros.

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