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Francisca Cabrini, administradora de empresas y santa de los inmigrantes

Netflix - Cabrini
Escrito por Teresa Téramo
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La película Cabrini (2024, Alejandro Gómez Monteverde), recientemente incorporada al catálogo de Netflix Argentina y que se posicionó entre las más vistas a principios de abril, ofrece una reconstrucción histórica que, más allá de su carácter biográfico, se inscribe en una línea de cine social con claras resonancias dickensianas. La ambientación de Nueva York de fines del siglo XIX, con sus calles oscuras, barrios insalubres, viviendas precarias y personajes desplazados por la pobreza, remite a los relatos de Charles Dickens (Oliver Twist, La pequeña Dorrit, Tiempos difíciles, Grandes esperanzas…) no solo en el tratamiento estético, sino también en el enfoque humanista y crítico a la indiferencia de los poderosos.
La historia de Francesca Cabrini —la santa de los inmigrantes— constituye un testimonio profundamente vigente de superación de barreras geográficas, culturales y sociales. Su figura encarna con claridad la determinación de quien posee un propósito firme y no cede ante los obstáculos ni los prejuicios. En tiempos marcados por nuevas formas de exclusión, su legado se vuelve una inspiración luminosa de fe activa, organización concreta y perseverancia transformadora.

La protagonista, Francesca Saverio Cabrini (interpretada por Cristiana Dell’Anna), encarna una figura carismática y decidida que enfrenta la pasividad de la clase política ante la situación de los inmigrantes italianos en New York, muchos de los cuales sobreviven en condiciones infrahumanas: “peor que las ratas del barrio”. Llegó allí, junto a otras cinco religiosas, cambiando el rumbo de su deseo, que era fundar orfanatos en Asia. La hostilidad inicial que recibe se modela con la acción pausada y constante de su abrir camino, con atención y cuidado, entre los que más sufren. 

El film se distingue por mostrar una mujer que, lejos de vivir en la ingenuidad o el misticismo, demuestra una gran lucidez estratégica y mente empresaria. El diálogo con el alcalde, tras el incendio provocado del orfanato que acababan de construir y la negativa inicial de este para colaborar, revela la dimensión política de su acción: Cabrini no solo apela a la moral, sino que negocia, ofreciendo apoyo electoral a cambio de ayuda concreta. Esta escena, no le resta pureza a su causa, sino subraya la capacidad de moverse en un mundo hostil y masculino con inteligencia y firmeza. En cierto momento, el alcalde le dice: “Es una lástima que sea mujer, madre, habría sido un excelente hombre”, a lo que inmediatamente le responde: “Oh, no señor alcalde, los hombres no pueden hacer lo que nosotras sí”.

Un aspecto de la vida de esta emprendedora italiana en tierras de América poco conocido pero que retrata la película es que fue gracias a un periodista que su obra cobró impulso en EE.UU. Cuando ya se iban agotando las fuerzas y recursos, una nota en el periódico más leído sobre los objetivos que tenía en New York trabajando con inmigrantes pobres, movió miles de corazones y dinero. El hospital que logró abrir en Chicago es uno de los referentes más prestigiosos en el campo del cuidado de la salud.

Cabrini - película de Netflix

Su declaración en una escena junto al papa León XIII en Roma: “quiero fundar un imperio, pero un imperio de esperanza”, sintetiza su horizonte. No busca poder para sí, sino transformar estructuralmente la vida de los más desprotegidos. La película, en este sentido, presenta una de esas figuras femeninas desconocidas y bien reales: fuerte, estratégica y profundamente comprometida con la justicia, en una narrativa que interpela tanto al pasado como a nuestro presente.

Una vida como la de Cabrini cuenta con más episodios que como es de suponer quedan fuera del guion que se ciñe a unos años del comienzo en EE.UU., nación que le otorgó la ciudadanía estadounidense. Por ejemplo, tenía pasaje para viajar en el Titanic sacado por las religiosas de Inglaterra y que cambió a último momento para adelantar un viaje a EE.UU., un tren en el que viajaba por Dallas fue atacado a disparos y las balas rozaron su cabeza, en otro viaje casi se ahoga… Una vida de película que se atesoró en sus cartas de viajes e inspiró a muchas personas como a otra joven mujer que asistió a su canonización en 1946, originaria de Macedonia del Norte, Agnes Gonxha Bojaxhiu quien, con los años, se convertiría en la madre Teresa de Calcuta.

Para los que conocen los espacios vaticanos, algunas escenas del film pueden parecer poco verosímiles, sobre todo si se considera que la historia transcurre entre fines del siglo XIX y comienzos del XX. Sin embargo, este tipo de licencias resulta menor y fácilmente disculpable frente a lo que el relato transmite con claridad: la reivindicación de la mujer en roles decisivos dentro del devenir histórico, el poder de la fe capaz de mover montañas, la caridad como instrumento transformador de la realidad, el protagonismo de la Iglesia católica en la gestación de iniciativas sociales de gran envergadura, y el (re)descubrimiento de la figura de Madre Cabrini. Mujer de convicciones firmes y coraje notable, fundadora en vida de sesenta y siete escuelas y orfanatos, primera santa estadounidense, proclamada Patrona de los Inmigrantes en 1950, Cabrini fue también reconocida por el papa san Juan Pablo II en 1999 como “la Misionera de la Nueva Evangelización” con estas palabras: “Líder religiosa, administradora de empresas y portavoz de los oprimidos”.

Aunque no forma parte del relato del film, resulta interesante recordar que Francesca Cabrini llegó por primera vez a Buenos Aires en 1895, cruzando la cordillera de los Andes en caravana y a lomo de mula desde Chile. Se hospedó entonces en la casa de las Hermanas de la Misericordia y fundó, durante esa visita y en su regreso en 1901, varias instituciones educativas en la Argentina. La misión de Madre Cabrini no solo creció en vida, sino que continúa expandiéndose hoy en distintas partes del mundo a través de las Hermanas Misioneras del Sagrado Corazón de Jesús y sus colaboradores laicos.

Sobre el autor

Teresa Téramo

Doctora en Ciencias de la Información por la Universidad de La Laguna (España) y Profesora en Letras por la UCA, donde es la Coordinadora Académica de la Maestría en Comunicación Audiovisual.

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