Podcast

Reconocernos hermanos y construir la unidad

escucha activa comunicacion efectiva grupos de trabajo
Escrito por Daniel Díaz
Escuchar este artículo

El siguiente texto es una transcripción del Podcast – Reflexión Mensual ACDE, un mensaje del Padre Daniel Díaz.
Clic acá para escuchar el episodio completo en Spotify.

Queridos amigos de ACDE,

Al comenzar la Cuaresma, el Papa Francisco nos regaló una reflexión que une este Año Santo de Jubileo, a los cuarenta días en que vamos a prepararnos para recibir la alegría de la vida nueva de la Pascua. La tituló “Caminar juntos en la esperanza”. Quiero aprovechar este espacio para compartir con ustedes unos pensamientos a partir de ella que puedan ayudarnos a todos a aprovechar este tiempo fuerte de nuestra fe y renovar así nuestra vida. 

La intención es descubrir las llamadas a la conversión que la misericordia de Dios nos dirige a todos, de manera personal y comunitaria. La iniciativa es de Dios, que quiere que pase algo bueno en nuestra vida y en la de aquellos que nos rodean. Nos quiere sacar de la rutina y el acostumbramiento, de la resignación a lo mediocre y a lo tibio. Nos quiere rescatar del mal. Porque Él nos hizo para mucho más, porque sigue teniendo sueños muy grandes para nosotros. Al decir esto, pienso particularmente en cada uno de ustedes y la misión de servicio que tienen en sus empresas y, también, en la acción que entre todos realizamos desde nuestra querida ACDE. 

El punto de partida de la reflexión es nuestro Señor. “Jesucristo, muerto y resucitado es, en efecto, el centro de nuestra fe y el garante de nuestra esperanza en la gran promesa del Padre: la vida eterna que ya realizó en Él, su Hijo amado”. Para proponernos hacer un camino de conversión y crecimiento, el fundamento no reside en nosotros mismos, ni tampoco depende de lo favorable o no que puedan ser nuestras circunstancias. Está sostenido por Aquel que realmente puede hacerse “garante de nuestra esperanza”. La seguridad, la certeza, de que no caminamos en vano nos la da el seguir a Jesucristo que ya llegó junto al Padre, que ya triunfó.

El primer paso que nos propone el título es CAMINAR. El Papa refiere inmediatamente al camino que muchos se ven obligados a realizar en su huída de la miseria y violencia, buscando una vida mejor para ellos y sus seres queridos. Y al hacerlo nos plantea: “¿Cómo me dejo interpelar por esta condición? ¿Estoy realmente en camino o un poco paralizado, estático, con miedo y falta de esperanza; o satisfecho en mi zona de confort? ¿Busco caminos de liberación de las situaciones de pecado y falta de dignidad?”. Creo que desde nuestro lugar debemos cuestionarnos seriamente. Vemos a muchos intentando huir de la miseria y la pobreza en nuestra sociedad. Casi la mitad de los argentinos. ¿Qué estamos haciendo ante ésto? ¿Qué estamos proponiendo, reclamando? ¿Podemos hacer más? Somos los responsables de generar trabajo, de brindar buenos bienes y servicios, de dar posibilidades de desarrollo y bienestar a nuestros empleados. ¿Es un objetivo concreto de nuestra planificación? Un liberador no es alguien que se acomoda en su sillón esperando mejores circunstancias, las genera incluso con costo para sí. ¿Sentimos que estamos haciendo todo de nuestra parte para al menos dar pasos concretos en el sentido correcto?

En segundo lugar, Francisco invita a hacer este viaje JUNTOS. La sinodalidad es una de las prioridades que hoy nos propone la Iglesia y consiste en reconocernos hermanos y construir la unidad, caminando codo a codo, sin querer pisotear o dominar al otro, sin albergar envidias o hipocresías, sin dejar que nadie se quede atrás o se sienta excluido. En nuestro país esto pareciera imposible. Y sin embargo es claramente necesario convertirnos dejando la resignación para pasar a una esperanza activa que nos mueva a dar el ejemplo, a atravesar barreras. Aunque sean pocos los que lo intentan, debemos estar entre ellos. Son necesarios gestos concretos, encuentros reales, sentarse a la misma mesa aunque más no sea para aprender a diferir con respeto. Hay que recibir a todos los que quieran acercarse y animarse a buscar a los que están lejos. La división, la pelea constante nacen en la autoreferencialidad narcisista y ególatra de creerse poseedor único de la verdad. Tenemos que resistir a la tentación de dejarnos arrastrar allí. Hace años que rezamos una hermosa oración que dice “Queremos ser Nación”. Si no nos convertimos de nuestras actitudes fratricidas nunca lo seremos de verdad.

En tercer lugar, el Papa nos llama a recorrer este camino juntos EN LA ESPERANZA. Eso significa tener la certeza de que Dios no va a defraudarnos. Si seguimos su voluntad y transformamos todo lo que nos aleja de ella llegaremos a buen puerto. Esto no es fácil. En estos días estamos rodeados de signos de muerte. Pero no hablo de los dolorosos fallecimientos en Bahía Blanca, porque ante ellos la fe nos regala la confianza en la misericordia divina y el regalo del Cielo. La verdadera muerte es la que se acostumbra al mal y en su indiferencia, centrada en sí misma y sus propios intereses, ya no genera ni espera un cambio. Es una esperanza empequeñecida al propio interés egoísta de conservar el propio poder o privilegio. Es la que veo en quienes acusan siempre a otros y echan culpas sin asumir todo lo que pueden hacer para que la gente sufra lo menos posible. Los que atan pesadas cargas sobre los demás mientras que ellos no las mueven ni con un dedo. Aquellos a los que les importa más sacar rédito que encontrar soluciones. La verdadera esperanza, la que viene de Dios, nos mueve a la acción, se transforma en impulso al compromiso con la justicia, la fraternidad, el cuidado del hermano y de la casa común. Es la que nos lleva a dejar de pensar en si voy primero o segundo para ocuparme de que nadie quede atrás. Esa debe ser la esperanza que tenemos y contagiamos.

El logo que acompaña este Jubileo de los peregrinos de Esperanza tiene una cruz que es al mismo tiempo un ancla. Expresa así que la esperanza es el ancla del alma, que es nuestra seguridad y firmeza. Pido a Dios queridos hermanos de ACDE que sus caminos estén anclados a la voluntad del Señor para que Jesucristo les regale poder escuchar sus llamados a la conversión y así sean renovados en su alegría y su paz. Que Dios los bendiga a todos.

Sobre el autor

Daniel Díaz

Sacerdote de la diócesis de San Isidro. Asesor doctrinal de ACDE.

Deje su opinión