Rerum Novarum (15 de mayo de 1891).
La Encíclica completa puede leerse acá.
- El Papa León XIII ve un afán de cambiarlo todo que ha pasado de la política a la economía. La revolución industrial ha suscitado profundos cambios en la relación entre patrones y obreros y la concentración de la riqueza, junto a la pobreza de los trabajadores, así como el relajamiento moral, entre otros graves problemas sociales.
- León XIII denuncia que el remedio que proponen los socialistas es peor que la enfermedad. Ellos, “atizando el odio de los indigentes contra los ricos, tratan de acabar con la propiedad privada”, procurando una igual distribución de la riqueza para “curar el mal presente”.
- El Papa defiende la propiedad privada, fundada en la licitud de ahorrar e invertir los frutos del propio trabajo. Por eso, explica que “los socialistas empeoran la situación de los obreros”, al entregar la propiedad al colectivo, con lo que “los despojan de la esperanza y de la facultad de aumentar los bienes familiares y de procurarse utilidades”.
- Lo más grave es que el remedio socialista es “en pugna abierta contra la justicia”, porque la propiedad privada es un derecho natural. Es la inteligencia la que exige que el hombre no tenga sólo el puro “uso de los bienes”, común a los animales, cuanto “el poseerlos con derecho estable y permanente”, “tanto los bienes que se consumen con el uso” como los que “perduran”.
- Para el Papa, la necesidad de la propiedad privada se vuelve más clara al estudiar la naturaleza humana: por la razón, el hombre, “dueño de sus actos”, “se gobierna a sí mismo”, según las leyes de Dios. Esto le da la capacidad de “elegir las cosas que estime más convenientes para su bienestar”, tanto del presente como del futuro, es decir, “no sólo […] los frutos terrenales”, sino “la tierra misma”.
- El Papa explica la no oposición de la propiedad privada con el distinto universal de los bienes, porque no hay problema en que haya propiedad privada mientras sirva “a la común utilidad de todos”, de la misma manera que los que no tienen propiedad sirven a la sociedad con su trabajo.
- León XIII cuestiona a quienes sólo reconocen que el fruto del trabajo del campo y el uso del suelo son propios del individuo, y no el mismo “suelo” en el “que ha edificado” o “cultivado”, privando al hombre “de cosas producidas con su trabajo”. Las leyes civiles justas reconocen el derecho de propiedad, igual que “las leyes divinas”, que prohíben el deseo de las cosas ajenas.
- Explica el fortalecimiento del derecho de propiedad cuando se halla vinculado a “los deberes del hombre en la sociedad doméstica”. Considera que la familia tiene derechos y deberes propios e “independientes de la potestad civil”. “Al igual que el Estado, […] la familia es una verdadera sociedad, que se rige por una potestad propia”.
- La intromisión del Estado en “la intimidad de los hogares es un error grave y pernicioso”. Es justo que el Estado ayude a la familia en situaciones de extrema necesidad, para proteger a los ciudadanos, pero no es lícito “apropiarse de los derechos de los ciudadanos”, no es justo atropellar la “patria potestad”. Ahí radica el error de los socialistas.
- La injusticia de violar la patria potestad produce “envidia”, “maledicencia” y “discordia”, y destruye “el estímulo al ingenio y la habilidad”, causas de la riqueza. La igualdad socialista – común pobreza– “daña” a los proletarios, “repugna” el derecho natural y “perturba” la labor del Estado y la paz social. “Mejorar la condición” proletaria exige la inviolabilidad de la propiedad.
- El Papa alega su derecho a intervenir en la cuestión social, porque sólo las “enseñanzas” de la Iglesia permitirán “resolver por completo el conflicto” o, al menos, “hacerlo más soportable”.
- Recuerda el principio de que “no se puede igualar en la sociedad civil lo alto con lo bajo” y que esa pretensión de los socialistas atenta contra la naturaleza, porque son distintos los “talentos”, “habilidad”, “salud” y “fuerzas”, diferencias de las que surge “la diferencia de fortuna” y cuyo sufrimiento no se resolverá en esta vida, por lo que los socialistas engañan al pueblo.
- Recuerda la maldad de la lucha de clases, opuesta a “la razón y a la verdad”, reafirmando la necesidad de la “armonía” social: “Ambas se necesitan en absoluto: ni el capital puede subsistir sin el trabajo, ni el trabajo sin el capital”.
- El Papa dice que, para acabar la lucha entre trabajo y capital desde la raíz, es necesaria la doctrina cristiana: ella puede reconciliar y unir a ambas clases, llamándolas a cumplir sus deberes de justicia.
-
- Deberes de los obreros: “cumplir íntegra y fielmente” lo que libre y justamente “se haya estipulado sobre el trabajo”; “no dañar en modo alguno al capital”; “no ofender” a los patrones; no defender los derechos laborales con “violencia” ni “promover sediciones”; “no mezclarse con” quienes “alientan pretensiones inmoderadas” “y las consiguientes pérdidas de fortuna”.
- Deberes de los empresarios: no tratarlos como “esclavos”; respetar su dignidad de hijos de Dios; recordar la dignidad del trabajo y lo deshonroso de tratar a las personas como recursos; considerar “las exigencias de la religión” y el bien espiritual de los trabajadores, facilitar que cumpla sus deberes familiares y pueda ahorrar; imponer una carga laboral acorde a sus fuerzas.
Si bien la justicia en el salario es difícil de calcular, “defraudar a alguien en el salario debido es un gran crimen” que clama al Cielo (Sant 5,4). Exhorta a los empresarios a “evitar cuidadosamente […] perjudicar en lo más mínimo los intereses de los proletarios”, porque “mientras más débil sea su economía, tanto más debe considerarse sagrada”.
- La Iglesia, no contenta con “atenuar la violencia y los motivos de discordia”, “persigue una meta más alta”: “unir una clase con la otra por la aproximación y la amistad”, poniendo nuestra mirada en la vida eterna.
- Advierte que la riqueza no exime del sufrimiento, ni contribuye por sí misma a la vida eterna, los exhorta al temor de Dios y les recuerda que tendrán que “dar cuenta severísima” por “el uso de las riquezas”, porque “la recta posesión del dinero” es propia “y el recto uso del mismo” es común. Es un deber de caridad y no de justicia, exigible por la ley de Dios.
- Recuerda a los pobres “que la pobreza no es considerada como una deshonra ante el juicio de Dios y que no han de avergonzarse” por tener que trabajar, considerando que Cristo se hizo pobre y trabajó manualmente por treinta años.
- Recuerda que “la verdadera dignidad y excelencia del hombre radica en lo moral, es decir, en la virtud”, que “patrimonio común de todos los mortales” y “asequible por igual a altos y bajos”. Asimismo, que “la misma voluntad de Dios parece más inclinada del lado de los afligidos”.
- El Papa enseña que “si siguen los preceptos de Cristo”, se producirán la “amistad” y el “amor fraterno”. Sintetizados los deberes y derechos enseñados por la “filosofía cristiana”, queda claro que la lucha se acabará en aquellas sociedades donde la filosofía cristiana entre “en vigor”.
- La Iglesia, no contenta “con indicar el camino para llegar a la curación”, “aplica ella misma por su mano la medicina”. Reafirma que “si hay que curar a la sociedad humana”, sólo se podrá por medio del “retorno a la vida y a las costumbres cristianas”.
- Es un error pensar que la Iglesia sólo se desvela por el cuidado de las almas y se olvida de “la vida mortal y terrena”. Se preocupa especialmente de que los proletarios “salgan de su misérrimo estado y logren una mejor situación”. A pesar de que hay beneficencias civiles, “no se encontrarán recursos humanos capaces de suplir la caridad cristiana”.
- El Papa reflexiona sobre “qué parte de la ayuda puede esperarse del Estado”, que “debe velar por el bien común como propia misión suya”, en la que probablemente será la primera descripción del principio de subsidiariedad. Reconoce al Estado una función de cooperación y de promoción, dejando a las familias y organizaciones el progreso material y moral.
- La “naturaleza única de la sociedad”, “común a los de arriba y a los de abajo”, exige “atender” a ambas partes de la sociedad, lo que exige hacerse cargo de los proletarios.
- Pese a que todos deben “contribuir” al bien común, la “equidad exige” a “las autoridades” un especial cuidado del proletario, “para que éste reciba algo de lo que aporta al bien común, como la casa, el vestido y el poder sobrellevar la vida con mayor facilidad”, “ya que interesa mucho al Estado que no vivan en la miseria aquellos de quienes provienen unos bienes tan necesarios.
- El Papa reafirma la injusticia de que el Estado absorba al individuo y a la familia: “lo justo es dejar a cada uno la facultad de obrar con libertad hasta donde sea posible, sin daño del bien común y sin injuria de nadie”, lo que no obsta a que “los que gobiernan deberán atender a la defensa de la comunidad y de sus miembros”, reafirmando el principio de subsidiariedad.
- Se deben respetar “inviolablemente” los derechos de todos, especialmente de “los débiles y los pobres”, ya que la “gente rica, protegida por sus propios recursos, necesita menos de la tutela pública”. El Estado está llamado a “rodear de singulares cuidados y providencia a los asalariados, que se cuentan entre la muchedumbre desvalida”.
- El Papa, reafirmando el principio de la propiedad privada, señala el deber del Estado de mantener “a la plebe dentro de los límites del deber, en medio de un ya tal desenfreno de ambiciones”, porque no “autoriza la propia razón del bien común, quitar a otro lo que es suyo o, bajo capa de una pretendida igualdad, caer sobre las fortunas ajenas”.
- Una excesiva carga laboral “y la opinión” de un bajo salario propician “la huelga” y el “ocio voluntario”. Es un “mal frecuente y grave” al que “se ha de poner remedio públicamente”, porque las huelgas perjudican a todas las partes: “patronos”, “obreros”, “comercio” e “intereses públicos”; y cuando son violentas “ponen en peligro la tranquilidad pública”.