Por Sara Shaw de Critto y Sara Critto de Eiras (compiladoras)
Entre los escritos no publicados de Enrique Shaw quedaron 21 carpetas de textos manuscritos en formato para conferencias y fueron digitalizados por Silvia Bertani, actual directora general de Asuntos Económicos de la UCA. Estos textos se encuentran en la carpeta N°2 (páginas 3.098- 3.141), Carpeta N°4, (páginas 2.425-2.436), Carpetas 17 (páginas 3.087-3.094) y 18 (páginas 3.098-3.141) de AyBEES en la Biblioteca Central de la Universidad Católica Argentina.
I Misión social del empresario cristiano
Consideraciones básicas.
Hay un triángulo de los economistas: procurar equilibrar la libre empresa, la expansión y el pleno empleo.
Son condiciones que hay que tener en cuenta para una acción económica social eficaz.
Economía es simultáneamente:
– Ciencia de lo que es.
– Doctrina de lo que debe ser.
– Arte de lo deseable.
Libertad
Es una condición, un punto de partida, tanto para los hombres como para las organizaciones. Pero de ahí hay que avanzar a una mayor solidaridad y hacia el perfeccionamiento.
El hombre tiene que ser libre, pero puede usar esa libertad para:
. Amar a Dios, lo que conduce a una vocación de perfección, de progreso, de plenitud cuya consecuencia es procurar la expansión.
. Amor al prójimo, que debe conducir a una solidaridad siempre mayor, cuya consecuencia es procurar el pleno empleo.
Espíritu de equipo
Es muy aceptada la afirmación que la organización multiplica las fuerzas. Cuatro personas organizadas no valen ocho, valen dieciséis.
Pero para lograr esto es necesario que haya un “clima”, un espíritu de equipo, benevolencia, comprensión y cooperación.
En lo particular: “agere sequitur ese”. La acción exponía al artesano.
Crear clima en su sección. Si hay celos, envidia, hay desorden.
Valorar el espíritu:
De paz y de cortesía,
De escucha, deseo de ser convencido.
De perdón, dejar pasar, valorar la tolerancia.
Velocidades de producción. Recuerdo el éxito de un empleado que pudo hacer una mejora importante para obtener mejores resultados, fue impresionante cómo aumentó un entusiasmo generalizado.
Una vez satisfechas las necesidades, hay que pagar a una persona por lo que produce.
Y comprender que, si no hay fe en la organización y en la administración, crece el desaliento.
Los que participan en una asociación tienen que saber que se los conoce, se piensa en ellos y se va a cuidar de ellos. Que sea fácil dialogar. Se resiente la confianza en la compañía si esto no se cuida.
Para mantener un contacto de confianza mutua, es necesario un vocero de la administración, un interlocutor.
Es ingenuo pensar que no debe haber problemas, lo que no debe haber es mala voluntad para resolverlos.
Algunos notan los inconvenientes y no avisan, piensan: “Y para qué me voy a involucrar si lo digo y no lo arreglan.”
No siempre se encuentra gente que sepa advertir, insistir y avisar.
Asegurarse de escuchar siempre por principio.
Considerar, aunque sea por egoísmo que pueden surgir posibles crisis. A veces se presentan problemas de salud, inconvenientes, etc.
Esto no está relacionado con ninguna persona o circunstancia, es decir lo mismo valdría para una fábrica en cualquier país.
Para todo cumplir varias cuestiones. Enfocarse con amplitud en planear, cuidar la unidad en el ordenar y la rapidez en ejecutar.
Eficiencia y espiritualidad
Es necesario actuar con técnica y con moral. El trabajo debe perfeccionar al que lo hace.
O sea que además de cuidar el estado de gracia propio hay que ser eficientes.
Es necesario ser eficientes y no pensar que Dios hace todo.
Para ofrecer a Dios hay que ofrecer algo lo más perfecto posible.
Pensar en el concepto eficiencia: si cualquiera opera de apendicitis, aun estando en estado de gracia, va a salir peor que una cirugía de un buen médico no católico.
¿Somos eficientes? No descuidar el progreso técnico ni económico. Además la eficiencia es la mejor garantía de continuidad de trabajo para obreros, y, más importante que, por vanidad, querer que mi empresa crezca.
Pecado es el rodearse de gente ineficiente, parientes o recomendados.
Uno no tiene obligación de hacer lo más perfecto, lo que más conviene al bien común. Aunque sí, no hacer nada contrario al bien común y que el bien que uno busca esté subordinado al bien común.
Para ofrecer a Dios hay que ofrecer algo lo más perfecto posible.
No se construye una ciudad terrestre digna de los hijos de Dios con materiales de mala calidad.
El ejercicio de la caridad tiene un valor propio.
¿Debo hacer botellas de leche o de gaseosa? Lo seguro es no hacer envases para estupefacientes.
Pero cuanto más grande es una empresa, más responsabilidad tiene hacia el bien común. Primero porque puede elegir, lo que la empresa chica no puede y segundo se le aplica la parábola de los talentos.
La empresa tiene que ser considerada como una realidad económica que tiene un aspecto interno, vinculado o las necesidades de las que han aportado a ella y otro externo que de referirse al servicio que presta.
Simultáneamente como comunidad humana tiene elementos internos y otros externos conectados el bien común.
Integración de lo corporal y lo espiritual
En el hombre si no hubiera un cuerpo no habría ocasión para la creación del alma.
Dios es más que un artista que exterioriza su amor a la belleza haciendo una obra bella, le da vida a Su obra.
Así como no se logra la plenitud humana sin un alma y un cuerpo. Si no hubiera cuerpo en el ser humano no habría ocasión para la creación del alma.
El alma influye sobre el cuerpo.
El cuerpo influye sobre el alma.
Hay una interacción muy estrecha. Lo temporal es más que “la ocasión” para el ejercicio de la caridad, tiene un cierto valor propio.
No se eleva lo sobrenatural destruyendo su trampolín natural.
La sociedad prima sobre la persona en todo aquello que es indispensable para que la persona cumpla su fin.
Diferenciar:
Bien individual.
Bien común.
Bien divino (goce de Dios), bienaventurados.
Uno aspira al bien divino al que hay que llegar por medio del bien común.
Nadie se salva solo. El bien individual no alcanza a Dios, uno se salva por la incorporación al Cuerpo Místico de Cristo.
Aportes del empresario al desarrollo económico
Tomar conciencia que ser dirigente de empresa es también ser de algún modo, dirigentes de la de la economía.
El “cómo”, el énfasis depende de cada situación económica-psicológica, aún política.
El “producto” de un trabajo es siempre inferior en valor a la acción humana que lo ha causado pues el equivalente en dinero no puede equivaler al pago total, como que no se puede igualar una ecuación en que hay “cosas” y hay “seres humanos”.
Alguien debe representar esa diferencia, esa aspiración a la realización siempre mayor de la personalidad, al enriquecimiento de las relaciones humanas de los colaboradores de la empresa, que forma parte de la “finalidad humana” de la empresa. Este es uno de los fundamentos de esa estructuración de la participación de la autoridad de los Consejos de Empresa.
Para sobrevivir hay que crecer que no significa necesariamente ser más grande.
Algunos objetivos del trabajo empresarial
Muchos consideran que el lucro es el motor de la empresa, pero no es lo que le da su dimensión que es la función social. Es decir, ganar dinero no debe ser la única preocupación, hay otras ganancias además de las económicas.
Esto no implica que no haya obligación para ser eficiente y así asegurar el trabajo al personal.
La noción cristiana de la propiedad y de la autoridad, como propietarios, directores o jefes, es ser responsables del bien común.
El valor propio del jefe de empresa es apreciado todavía y mucho. Además, es necesario que éste esté adornado de un exterior simpático. El valor íntimo llama menos la atención que ciertas facilidades de contacto.
Cada dirigente de empresa es jefe de un grupo humano que espera de él una perspicacia y una compresión mayores. El que oponga continuamente no puede ser un líder.
Si a uno, dada la posición, lo ven de mal talante, lo creen orgulloso.
“Que extraño es ser apreciado.” Automáticamente despierta cierta lealtad.
¿Cuáles son las actitudes adecuadas?
Es tener cierta actitud, otro gusto, otro paladar.
– Sobre la dignidad del hombre.
– Objeto de lo económico.
– Dinero que ocupa lugar subordinado al carácter y virtud.
La santidad no consiste en hacer cosas cada día más difíciles, sino en hacerlas cada vez con más amor.
Yo agregaría: ser como los ángeles custodios de aquellos con quien hablamos.
La humanidad espera amor.
No basta con no tener mala voluntad.
Si no podemos hacer otra cosa, tratemos a nuestros subordinados como conviene a nuestros hermanos en Jesucristo. Por ejemplo, recibiéndolos cuando uno está apurado.
En una familia, cuando no hay dinero, hay que suplir las estrecheces con un desborde de amor, afecto y comprensión. Si a falta de medios añadimos los malos tratos y las incomprensiones, la familia se convierte en un infierno. En la empresa ocurre algo semejante.
La ley del amor impone a cada individuo los mandamientos esenciales: primero querer bien a los demás y segundo, librarse uno mismo de los defectos y los vicios que impiden que los demás le quieran.