“…Gobernantes abortados de los campamentos
y de la descomposición de las oligarquías
no son jueces de mi enseñanza”
José Manuel Estrada, discurso de despedida a sus alumnos.
En 1884, José Manuel Estrada despidió a sus alumnos al ser despojado de su cátedra por el Gobierno del General Roca. En un párrafo de ese sentido discurso, refiriéndose a la política de la época pronunció las palabras que encabezan estas líneas.
En la realidad política de entonces Estrada se refería al General Roca, como ese gobernante “abortado de los campamentos” porque, sin desmerecer su posterior obra de estadista, en aquel tiempo una de las bases del prestigio de Roca era su actuación militar y, especialmente, la campaña al desierto.
En cuanto a su referencia a la “descomposición de l as oligarquías”, creo que miraba al fenómeno político que culminó en 1880 con la designación de Buenos Aires como capital de la República. Ese año, en forma cruenta por el levantamiento de Carlos Tejedor, no solo se decidió la cuestión de la Capital, sino que terminaron de disgregarse definitivamente los partidos unitario y federal, protagonistas de casi cuarenta años de guerras civiles y cuyas ideas pervivieron en las divisiones políticas de Buenos Aires en el período 1853-1862 y continuaron subsistiendo hasta 1880.
Esos partidos habían perdido su razón de ser y, del idealismo primero de cada uno de ellos, quedaban personajes diferentes que pretendían su continuidad para mantener porciones de poder en el orden nacional y local. En definitiva, se trataba de oligarquías políticas que terminaron descomponiéndose mediante la fusión en las nuevas fuerzas políticas que surgieron en 1880.
Algún símil puede encontrarse con nuestra actualidad de 2019. Estamos presenciando el ocaso de los dos grandes partidos nacionales: el radicalismo y el peronismo. Ambos nacieron en diversas épocas defendiendo banderas nobles: la pureza del sufragio el primero, la justicia y la inclusión social, el segundo. Ambos tenían un pecado de origen que mucho mal hizo al país y que venía de antes de su fundación: el caudillismo, el culto al jefe y la lealtad mal entendida. Sus nobles banderas fueron cediendo a una forma de hacer política basada en la lealtad ciega a sus ocasionales conductores. Quizás, Dios quiera, hoy estamos presenciando su descomposición, que puede dar nacimiento a una nueva realidad política: un país con dos grandes espacios, uno de izquierda, otro de derecha que pretenden converger hacia el centro para captar al electorado independiente.
La enfermedad del populismo
Ciertamente para que ello ocurra en la Argentina existen obstáculos difíciles de superar que no jugaban en la época en que Estrada dijo su discurso. Uno es el populismo como una enfermedad que aqueja a la política en todo el mundo, pero que en la Argentina cobra mayor relevancia por nuestra debilidad institucional. Otro es la corrupción que ha calado tan hondo en nuestra sociedad que se presta a la confusión de utilizar los procesos donde se la juzga para catalogarlos como persecuciones políticas y a sospechosos y condenados como mártires de sus ideas. Pero el peor legado de la actuación de esas “oligarquías” es la pobreza.
Esta era una realidad acotada en nuestra Argentina del centenario. Existía, pero estaban forjándose las ideas para atacarla e incorporar a sus víctimas al desarrollo. Lamentablemente, la lucha entre los dos partidos nacionales y los caudillos locales que generaron, utilizó la pobreza como arma electoral mediante la actuación de punteros corruptos y la utilización de dádivas y políticas cortoplacistas. El aumento de la pobreza es el triste resultado de ese proceso y su disminución el desafío que nos espera.
Finalmente subsiste en la sociedad la idea que le damos el voto a personas y no a ideas o alternativas que pueden llevarnos a una forma de hacer política mas sana y más enfocada en el bien común.
En 1983, la Argentina dio un gran paso, terminó con la “droga militar”, aquella idea que quien era oposición podía contar con la solución del golpe armado. Ese año, gracias a Dios, finalizamos con la posibilidad de los “gobernantes abortados de los campamentos”. Recemos para que el pueblo argentino pueda discernir bien en este proceso electoral y que la descomposición de las oligarquías que viciaban a nuestros dos grandes partidos nacionales haga nacer una nueva política como único camino para nuestro desarrollo social, humano y económico