“Si puedes encontrarte con el triunfo y el fracaso,
y tratar a esos dos impostores de la misma manera.”
Las PASO del pasado domingo sorprendieron a la ciudadanía y dejaron un sabor agridulce a todos. Al oficialismo porque lo vive como un golpe duro y un rechazo a su gestión sintiendo que ha sido juzgado con injusticia pues no se le reconoce muchas acciones y obras positivas realizadas en estos cuatro años.
La oposición porque si bien festeja el contundente éxito, se encuentra ante una situación compleja pues parece haber recibido el respaldo de la ciudadanía, pero no tiene el poder y debe, nuevamente, someterse al veredicto de las urnas dentro de setenta días. Podría realizar acciones tendentes a desestabilizar y hacer caer anticipadamente al gobierno, pero sabe que una crisis política no ayuda a nadie. Solo los fanáticos pueden querer esa solución.
Ante los daños de esta mala herramienta política que son las PASO, cuyo daño está a la vista, se impone el diálogo entre los dos principales candidatos -uno de ellos el presidente de la Nación- como ACDE viene proponiendo en sus declaraciones y últimos dos encuentros anuales. Solo el diálogo permitirá encausar nuestra senda institucional y calmar a una ciudadanía preocupada por su futuro.
Por eso ACDE celebra los esfuerzos que ambos candidatos están realizando para iniciar un diálogo que permita continuar con el proceso electoral iniciado, para asegurarle a los argentinos y al mundo que, cualquiera fuese el resultado final, nuestro país entrará en una etapa donde las diferencias de ideas no lleven a enfrentamientos irreconciliables y permitan el funcionamiento de la democracia, uno de cuyas bases es la alternancia en el poder.
Creemos que, para llevar adelante un diálogo fructífero sus protagonistas deben ser conscientes de lo efímero que son los triunfos o derrotas electorales. La experiencia argentina de los últimos años así lo prueban. Por eso ni el triunfo electoral puede llevar a la soberbia ni la derrota a la auto humillación. Los políticos deben tener claro que su norte es el bien común que está mas allá de un triunfo o una derrota electoral. Como enseña Kipling en el verso citado uno y otro, son “impostores”, en el sentido que las situaciones varían rápidamente, pero la necesidad de servir al país debe permanecer cualquiera sea el resultado.
Ante esta inédita situación donde la competencia de la campaña se plantea en términos tan polarizados, en el contexto de una situación económica difícil con mayores desafío para cualquiera que sea el vencedor, creemos que es necesario que más allá de las disputas personales los principales candidatos sean mas explícitos con la ciudadanía respecto de sus propuestas para gobernar a la nación. Deben explicitar sus compromisos con los valores fundamentales de nuestra constitución y aquellos que nos definen como sociedad libre, a saber: la garantía de los derechos y libertades individuales; la independencia de los tres poderes que definen un auténtico régimen republicano; la libertad de expresión. Deben, también, exponer públicamente sus planes para lograr recuperar el crecimiento económico, la estabilidad de la moneda y los precios, la reducción de la pobreza y la integración al mundo. La campaña electoral no puede reducirse a un mero ejercicio de marketing político, es necesario que la ciudadanía pueda discernir su futuro en base a las propuestas y compromisos que asuman los respectivos candidatos. Ni triunfalismo ni derrotismo, compromisoso verdaderos.
El diálogo, entonces, requiere grandeza en sus protagonistas y morigeración de las pasiones en todos nosotros.