Agenda para el crecimiento

Cómo Alemania salió de una crisis terminal (parte II)

Escrito por Antonio Margariti
Listen to this article

Viene de la 1° entrega

Situación económica previa a la reforma

La guerra mundial había obrado peor que la actual pandemia. Obligaba a la gente a guarecerse en sus hogares y refugiarse contra ataques aéreos paralizando toda actividad económica destinada a usos civiles. Sólo se trabajaba en la producción militar y así se salvaron las “fábricas Todt” que eran complejos fabriles subterráneos construidos debajo de las montañas a prueba de bombardeos. 

Al terminar la guerra, la mayoría de la población alemana vivía en precarios campamentos porque los bombardeos habían destruido sus viviendas. La situación fue analizada oficialmente y pudieron evaluar la decadencia económica producida por esa cuarentena militar. Con su trabajo, en 1948 los alemanes podían comprar un traje cada 40 años, una camisa cada 10 años, un plato de porcelana cada 7 años y un cepillo de dientes cada 5 años. Compárese esta situación con la existente en nuestro país después de la pandemia de corona virus y se verá cuánto peor estaban ellos. 

La oferta de mano de obra se había deteriorado al extremo porque los mejores obreros y especialistas o eran soldados y habían muerto, o eran operarios y habían desaparecidos en los bombardeos de sus empresas. La situación en medianas y grandes ciudades se había agravado, además, por la migración de quienes huían del Este dominado por los rusos. Esta misma población, estimada en 12 millones de personas, era altamente calificada y estaba dispuesta a trabajar duramente, comenzando a producir tan pronto como les ofrecieran las mínimas condiciones e incentivos para hacerlo.

Pese a todo, la destrucción material del país no fue la única causa de la extrema pobreza, ni de la caída de la producción o de la imparable inflación. Otros fueron los motivos de esa decadencia y parálisis:

a) una economía ahogada por controles, regulaciones y reglamentos que no sólo habían sido dispuestos por el gobierno del III Reich sino agravados con las reglamentaciones y controles de los ejércitos de ocupación. Después de la guerra no sólo se prohibieron la fabricación de armamentos, industria naviera y aviación sino también la elaboración de engranajes, maquinarias, herramientas, tractores, automóviles, hierro, aluminio y cemento. El comercio había colapsado y las exportaciones tradicionales de productos industriales no podían hacerse porque las plantas que las producían, estaban destruidas.

b) como consecuencia de los controles de precios y el racionamiento, los precios estaban congelados, pero la población no podía comprar nada y la escasez era el resultado inevitable de la inflación reprimida.

c) mientras tanto y para pagar los gastos de ocupación, a los viejos impuestos del III Reich se sumaron los nuevos impuestos de las fuerzas de ocupación, tan elevados que se transformaban en confiscatorios. La única forma de sobrevivir consistía en trabajar, producir y vender en negro. Evadir los impuestos de los ejércitos ocupantes se convirtió en un inalienable derecho humano. 

d) sólo los mercados clandestinos, llamados estraperlos, se mantenían activos, permitiendo una vida miserable que, si bien no estaba deseada, era la única posible. 

e) los otros elementos que caracterizaron la economía alemana después de salir del espectro de la guerra eran los siguientes: pobreza de la clase media, confiscación de grandes fortunas empresarias por las autoridades militares Krupp, Thyssen, Bosch, Bayer, Hugo Boss, Heinkel, Quandt, Porsche, Siemens, Basf, Hoestch; inmigración forzada de refugiados y regulaciones absurdas y controles de la policía militar que paralizaban la iniciativa privada.  

f) había un exceso de dinero con inflación reprimida en los precios oficiales y con inflación abierta en mercados negros, lo cual generaba una angustiosa distorsión de precios relativos y faltante de productos y mercaderías.

Esta agónica situación motivó al ministro de economía Ludwig Erhard a realizar la Reforma económica y monetaria que habían aconsejado los científicos de la Universidad de Friburgo, Walter Eucken y su gente.

Erhard esperó hasta el día en que los oficiales de ocupación británicos, americanos y franceses se fueron de vacaciones veraniegas. Entonces, el domingo 20 de junio de 1948, utilizando los plenos poderes que le habían concedido, por radiofonía lanzó el famoso paquete de Reforma económica y monetaria, implantando el empoderamiento del mercado, es decir el predominio de la población, la limitación del poder del Estado y la certeza de una moneda neutral que no pueda ser prostituida ni manipulada por emisión ni por especulación financiera del carry-trade.

Después del anuncio oficial, el ministro Erhard recibió un llamado urgente del general Lucius D. Clay quien le dijo: “¿qué ha hecho ministro? mis asesores económicos me dicen que su plan no puede andar”. A lo que el hábil profesor le contestó: “No se preocupe, mi general, mis consejeros políticos también me dicen lo mismo”. Esta confidencia fue mencionada por el propio Erhard en una visita a la Argentina acompañado por el ingeniero Álvaro Alsogaray. 

 La reforma consistió en la destrucción total de la vieja moneda el RM (Reichsmark), su reemplazo por una nueva moneda el DM (Deutschesmark), la drástica reducción del gasto público, la prohibición penal de incurrir en déficit de presupuesto, la eliminación de los controles de precios, el fin del racionamiento y la apertura de la economía a pesar de las maniobras de empresarios cortesanos.  

Simultáneamente con esta decisión alemana, que conmocionó al mundo, el Reino Unido de Gran Bretaña adoptó exactamente la ideología contrapuesta a la reforma alemana. El gobierno socialista del líder laborista Clement Attlee dispuso aplicar el plan elaborado en 1942 por John M.Keynes y William Beveridge, de la Fabian Society,  consistente en “el empoderamiento del Estado;  la nacionalización de los depósitos bancarios;  la estatización de la minería, los ferrocarriles, las líneas aéreas, el gas, la energía eléctrica, el petróleo, la siderurgia y la actividad médico sanitaria;  el monopolio del sindicalismo gremial;  la redistribución del ingreso  y el predominio absoluto de la política

Sobre el autor

Antonio Margariti

Economista y autor del libro “Impuestos y pobreza. Un cambio copernicano en el sistema impositivo para que todos podamos vivir dignamente” (Fundación Libertad de Rosario). Falleció en noviembre de 2020. ✞

Deje su opinión