Valores

Salmo 42

Montaña, equipo, ganadores, trabajo, esfuerzo
Escrito por Carlos Barrio
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Hazme justicia, ¡oh Dios!, defiende mi causa

contra gente sin piedad,

sálvame del hombre traidor y malvado.

¡Haz justica de la injusticia que me rodea y carcome como lepra!

¡Sana el dolor, el abandono y la tristeza que encuentro en los hospitales, las cárceles, los subtes, las guerras de Ucrania -en la que matan los drones dirigidos como videojuegos- y Medio Oriente -en donde la inocencia se confunde con la crueldad-!

¡Defiende mi causa en las oficinas frías, sin sonrisas ni abrazos, en donde sólo existe el cálculo del lucro … los templos de Wall Street … Hong Kong … Beijing … calles duras y secas … plazas Roja y de Tiananmen … vacías de encuentros y agasajos …!

¡Cuánta indiferencia y “sálvese quien pueda” me enferma … mientras sigo en piloto automático, adentrándome en espirales de sombras!

 Tú eres mi Dios y protector,

¿por qué me rechazas?

¿Por qué voy andando sombrío,

hostigado por mi enemigo?

¡Protégeme Dios mío, que me refugio en ti! Mientras siento tu silencio … como si pasaras de largo sin darte cuenta de la aflicción … huelo azufre y gas pimienta … y se acerca la plaga nocturna y oscura …

¿Dónde podré encontrarte? ¿En qué esquina, plaza o parque estarás esperándome …?

Hay música callada, en medio del bullicio … fiestas paganas, sórdidas, metálicas, de luces de neón … saltando como insectos … revoloteando sin sentido en órbitas de muerte, huérfanas de salida y sentido …

 Envía tu luz y tu verdad;

que ellas me guíen

y me conduzcan hasta tu monte santo,

hasta tu morada.

¡Lléname de años luz … para que todo se ilumine de vida y sonrisas!

¡Llévame hasta tu hogar, tu santuario … en donde revive mi corazón y se llena de alegría … en donde pueda reposar y sentirme acogido, amado, acompañado, recibido … donde todo esté bien y el Señor construya su reino sin darme cuenta!

 Que yo me acerque hasta el altar de Dios,

al Dios de mi alegría;

que te dé gracias al son de la cítara,

Señor, Dios mío.

Que pueda descansar en tu presencia, sin escudos ni chalecos antibalas … compartiendo el pan de la vida nueva y eterna … en donde la piedra olvidada por los arquitectos, ingeniero y premios Nóbeles, reconstruya la ciudad de los pobres, ancianos, afligidos y olvidados …

¡Que se reúnan los grandes músicos –Mozart, Beethoven, Pink Floyd, los Beatles, Coldplay– para alabarte y cantar tu grandeza!

¡Que aplaudan y griten los ríos, los mares y océanos … que el Everest y el Aconcagua bailen de alegría, al son de la cítara y una Gibson Les Paul … que las montañas, macizos y cordilleras se llenen de flores y ofrendas, agradeciendo tu presencia y salvación!

 ¿Por qué te acongojas, alma mía,

por qué te me turbas?

Espera en Dios, que volverás a alabarlo:

“Salud de mi rostro, Dios mío”.

¡Alégrate alma mía, el Señor está con nosotros y nos sana, llamándonos a la vida!

¡Él está escondido pero presente … en medio nuestro y exultando de gozo, renovándonos con su amor y bailando en medio nuestro con gritos de júbilos, cantando Hey Jude y Let it Be de Lennon & Mc Cartney, el Aleluia de Haendel, el concierto de Aranjuez de Rodrigo, y el Himno a la Alegría de Beethoven!

¡Cristo resucita y hace nuevas todas las cosas!

Sobre el autor

Carlos Barrio

Abogado (UBA) con una extensa carrera en el sector legal de multinacionales. Coach Profesional (Certificación internacional en el Instituto de Estudios Integrales). Posee posgrados en Harvard y UBA.

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