Este breve texto es un ejercicio de reflexiones que surgen como resultado de experiencias vividas. Las ideas aparecen y desaparecen; los hechos vividos simplemente perduran y de allí su valía.
La incertidumbre es muy grande en una MiPyMe, lo cual implica un enorme riesgo para su supervivencia. Siendo este el motivo por el cual me atrevo a escribir del tema, lo hago desde dos lugares, el del empresario y el del asesor.
Combatir la incertidumbre para que la empresa no pierda oportunidades es un ejercicio de representación que deben realizarlo ambos en forma conjunta.
En los zapatos del empresario
Sin dudas hacer sobrevivir hoy en día a una PyMe demanda mucha imaginación. Lo grave es que sus directivos no disponen de mucha y lo que es peor aún intentan reprimirla en las demás personas que la integran, y asesoran.
Lo inesperado en este tipo de organizaciones es lo habitual. “No sé con qué me puedo encontrar hoy”, es la afirmación de sus empleados al ingresar cada día. “No puedo ni siquiera imaginar cuáles serán las contingencias que deberé enfrentar hoy”, dice el dueño, con un traje de bombero.
Podemos definir contingencia como:
“La ocurrencia de un hecho inesperado que ubicamos fuera de las expectativas normales, que produce o puede producir un impacto muy fuerte en la organización.”
Pese a su condición de inesperado, luego se inventan un sinnúmero de justificaciones; cosa que lo hubiera hecho totalmente predecible.
La gran diferencia entre lo que una PyMe sabe sobre su entorno y lo que cree saber es lo que muchas veces alimenta la contingencia.
Los científicos “sociales y económicos” han elaborado la falsa creencia que sus herramientas pueden predecir lo incierto disfrazado con las matemáticas, sin embargo la aplicación de estas ciencias a la incertidumbre de los problemas habituales y reales cotidianos ha tenido efectos ridículos. Esto mismo lo hubiéramos podido predecir con la astrología, y el dueño de una PyMe lo sabe.
Desde la silla de asesor
Como asesores y consultores, lo que no sabemos siempre es más importante que lo que sabemos. Lo que sabemos no nos puede perjudicar y nos da seguridad.
Nos fijamos en los hechos que confirman nuestro conocimiento en lugar de combatir nuestra propia ignorancia, que en muchos casos en su conjunto, es mayor que la de quien asesoramos.
Durante nuestros estudios universitarios, incorporamos conocimientos dando preferencia a la anécdota por sobre el hecho empírico. De nuestros profesores recordamos el relato que termina con una enseñanza más que la solución de los casos prácticos. Contrastando, el empresario PyMe se forma solo por prueba y error. Aprende como un bebé aprende a caminar, cayéndose hasta aprender.
La falta e incapacidad para diagnosticar y predecir, significa que determinados profesionales, aunque crean ser expertos, no lo son. No saben mucho más sobre su materia que el resto de la población en general. La gran diferencia es que saben contarlo mejor, justificándolo muchas veces con modelos estadísticos e información incierta.
El futuro que veían de niños los integrantes de la generación baby bommers ya llegó, el problema es que lo próximo será menos predecible pese a que las ciencias económicas y sociales conspiran en mostrarnos otra realidad.
Todos sabemos que es más necesaria la prevención que el tratamiento para que las contingencias afecten lo menos posible. Por lo tanto es indispensable adoptar las medidas preventivas que mejor se adapten a la organización. En ello los asesores debemos transformarnos en expertos en el arte de diagnosticar, empleando una gran cuota de imaginación al tratar de predecir sucesos futuros que nos permitan el aprovechamiento del mayor número de oportunidades posibles.