Quiero contarles cómo nace este proyecto, en los años 1998, 1999 comenzó a implementarse en el país, Regímenes Regulados de certificación obligatoria para ciertos productos, principalmente eléctricos y juguetes, con el fin de garantizar la seguridad de los usuarios. Hasta esa fecha entraban al país productos, de distintos orígenes, muchos de ellos de tan baja calidad que se transformaban en factor de altísimo riesgo de accidente para los consumidores.
Me acuerdo que en esa época se podía tomar del mercado, por ejemplo, una guirnalda de luces navideñas que, usualmente está siempre al alcance de nuestros hijos, se podía estirar su cable con dos dedos sin aplicar mucha fuerza y se comprobaba que se cortaba rápidamente la aislación dejando los conductores accesibles y a merced de electrocutarnos.
A partir de la aparición de Reglamentos Técnicos obligatorios emanados por el estado, se formalizó que los productos garantizaran ser seguros para el consumidor antes de su comercialización; y esto fue muy bueno, porque a partir de allí los consumidores fueron protegidos, la pequeña y mediana industria fue protegida de la competencia desleal de productos “basura”, y porque, además, si un fabricante nacional produce algo inseguro es penalmente responsable, pero si un fabricante extranjero produce algo inseguro las autoridades nacionales no tienen jurisdicción para que sean multados o penados.
Estos Reglamentos decimos que fueron muy buenos porque beneficiaron al 99% de la población, pero nos dimos cuenta que quedó un 1 % marginado, y ese 1%, que parece poco, eran familias de artesanos y micro-emprendedores que producían muy poco volumen y que no tenían acceso económico al conocimiento técnico para acceder a una certificación de producto.
Estas familias pasaron de tener un trabajo decente y honrado a la clandestinidad; de sentirse orgullosos de su producción a tener que vender a escondidas en ferias secundarias sus productos sin saber si son seguros o no, arriesgándose a ser penalmente responsables si no lo fueran. Con lo cual, estaban en un estado de total indefensión. Y dijimos, “bueno, tenemos la obligación moral de ayudar a estas familias, si pudimos resolver el problema del 99 % de la población, podemos resolver este 1 %”.
Así es que fuimos a la Subsecretaría de Responsabilidad Social de la Nación, planteamos este problema, y encontramos funcionarios que se interesaron activamente en resolver este tema con profesionalismo y sensibilidad social. Fue así que se crea el Programa de Certificación y Ensayos totalmente gratuitos para micro-emprendedores para que ellos pudieran obtener los Certificados de Seguridad en Juguetes y Productos Eléctricos que piden las Regulaciones y poder vender en los mercados formales, tener un horizonte de desarrollo y crecimiento.
Este programa no podía llevarse a cabo solamente con la convocatoria y elección de los beneficiarios por parte de la Subsecretaría de Responsabilidad Social y con los ensayos gratuitos de Lenor, ya que se necesitaban otros actores para completar el proceso, como una entidad certificadora y una consultora que agilizara los trámites ante los entes correspondientes. Así entonces, se suma IRAM para certificar en forma gratuita y la Consultora Siqat para realizar las gestiones, todo esto sin costo alguno para el artesano.
Esta unión entre el Estado Nacional, Asociaciones Civiles y Empresas Privadas trabajando en equipo y en forma coordinada lograron que, a lo largo del país, 50 emprendedores, 500 juguetes y productos eléctricos estén hoy certificados legalmente, y que esta gente, antes marginal, hoy produzca y se pueda sentir orgullosa de salir al mercado y tener su certificado y vender en la formalidad.
Por supuesto que 50 emprendedores y 500 productos no alcanzan, y menos habiendo recibido el premio “Enrique Shaw”, con el que ACDE nos galardonó y que nos obliga moralmente a seguir en este camino, a profundizar estas acciones para que no sólo sean 50, sino que sean 5000 las familias que puedan acceder a estos beneficios.
Pero para lograr este objetivo vamos a convocar, no solamente a Lenor-IRAM-Siqat, sino todos los laboratorios, entidades certificadoras, e incluir artesanos de otros rubros, ya que hay muchas familias que producen, por ejemplo, mermeladas, paté, bijou, textiles, etc. Y entre todos podemos asistirles y decirles “Señor su producto es seguro para el consumidor, véndalo con la frente en alto”.
Y nuestro sueño se expande ya que deseamos seguir trabajando con estos grupos vulnerables en otros países de la Región, de hecho estamos muy cerca de firmar un acuerdo con el Ministerio de Industria de Ecuador para lanzar un programa de certificación para pequeños artesanos ecuatorianos.
Hace 5 años, cuando lanzamos este programa, lo hicimos bajo el convencimiento de que debíamos colaborar con una sociedad de la que somos parte, no pensando en recibir premios y mucho menos un galardón de tal envergadura como el “Enrique Shaw” que agradezco profundamente a ACDE por su distinción.
Foto: gentileza Grupo Clarín.