En Argentina los debates en general han tendido a la polarización, y a la alternativa entre blanco o negro. Un ejemplo de ello es la confrontación entre “globalización” y la “antiglobalización,” orientación al mercado externo o al mercado interno. En los últimos tiempos por el contrario muchos países han tratado de ver cómo aprovechar los aspectos positivos de la globalización, amortiguando, regulando y conteniendo los negativos. Pues bien, hoy por hoy, en estas cuestiones la tradicional moderación en los países avanzados con respecto a este tema ha prácticamente desaparecido.
Una muestra de ello es la fuerte diferenciación entre los discursos de Merkel y de Trump en el foro de Davos en Suiza durante el mes de enero. Por una lado la visión de que hay que defender el orden internacional (instituciones y economía) creado a partir de la segunda posguerra mundial, y por otro la propuesta del “America First” que rechaza elementos importantes del orden actualmente existente. Esto último en la probable suposición que Estados Unidos ha aplicado importantes recursos de todo tipo a sostener ese orden, mientras que otros han sido los principales beneficiarios del mismo (tanto aliados: Europa y Japón, etc. como competidores: principalmente China). La economía de China no es aún el mayor mercado pero sí es el más dinámico y, potencialmente, el más grande.
Lamentablemente esto no es una cuestión meramente retórica, cuando la administración Trump ha congelado el acuerdo de libre comercio del Pacífico, ha rechazado el acuerdo de Paris sobre el cambio climático, ha propuesto renegociar el NAFTA, y ha recientemente aumentado los aranceles al acero y al aluminio importado, sin enumerar los cuestionamientos a la OTAN y otros temas de seguridad. Cuando estas medidas las toma un país cualquiera no afectan al sistema en sí, pero cuando las mismas se originan en el país que ha sido el garante de ese orden, el mismo entra seriamente en cuestión.
Existe una literatura acerca de los países que sostienen un orden internacional y cómo su liderazgo va variando históricamente. A esos cambios de liderazgos en la potencia dominante se los llama “transiciones” y según la mayoría de los expertos estamos en un período de ese tipo. Lo complicado de esas transiciones es que suelen ser conflictivas y rodeadas de períodos de crisis. Existen muy pocos ejemplos históricos de transiciones pacíficas, una de ellas y reciente es la que se dio cuando el Reino Unido pasó la posta a Estados Unidos a fines de la segunda guerra mundial, justamente cuando el orden internacional actual fue creado.
A raíz de estas cuestiones se están debatiendo en el exterior seriamente los escenarios a los que daría lugar una eventual profundización de la presente tendencia a la desintegración internacional. Muchos de esos escenarios son negativos, e incluso algunos catastróficos, como enseña el período histórico de alta conflictividad a principios del siglo XX. En aquellos tiempos y en términos económicos el orden monetario internacional cayó, junto con el patrón oro, y una oleada de proteccionismo hizo colapsar el comercio exterior (en Estados Unidos el mismo cayó a 1/3 en los años 30s) Si bien la situación actual tiene diversas diferencias con respecto a esa etapa, no deben dejar de alarmarnos las analogías, también presentes, que debiéramos tomar seriamente.
El gobierno actual ha encarado la tarea de transformar la Argentina con el supuesto de la globalización y de la persistencia del orden internacional tal cual lo conocimos en los últimos 25 años. Sin embargo hoy se está analizando la posibilidad de que esta continuidad no sea posible, más aún vemos los signos del cambio frente a nuestros propios ojos.
Si bien el Gobierno puede continuar con esa postura, dado que una cierta continuidad de la estructura actual aún es un escenario posible, también es razonable pensar en un plan de contingencia ante la eventualidad de otros escenarios tanto o más factibles. Quizás sería oportuno estudiar bien la política que Argentina adoptó en los años 30 en para sacar el país de la depresión, reforzar los lazos de un regionalismo abierto y, finalmente, tener una muy buena estrategia de comunicación preparada para la contingencia. Precisamente porque los escenarios lucen poco favorables, lo peor que podemos hacer es no estar preparados.
* El autor es Director Programa de Desarrollo e Instituciones, Facultad de Ciencias Económicas, UCA.
Sugiere el autor que una preparación de nuestro país ante el nuevo escenario mundial descripto es incrementar los aranceles de importación sobre los niveles actuales y administrar el comercio externo con restricciones no arancelarias a las importaciones?