En el mundo del trabajo, la lucha de egos suele ser uno de los mayores motivos de conflicto entre los miembros de equipos. Sucede que siempre hay algunas personas que intentan imponerse sobre los demás, quieren tener la razón y ostentan sus cargos conferidos como una tarjeta VIP que -según ellos- los habilita a malas prácticas, inclusive el maltrato.
Cuando un egocéntrico está “desbocado” suele ser imparable e implacable en sus niveles de contienda, agresividad y sometimiento hacia otras personas. Aunque no lo parezca, ese colaborador sufre por dentro de tal manera que busca formas poco ortodoxas de ser aceptado, integrado y contenido por el grupo.
Cuando el egocéntrico es el líder de la organización, su equipo directo necesitará una gran dosis de paciencia para encauzar sus desvíos emocionales. Es posible que a veces no se lo pueda hacer entrar en razón con ciertas cuestiones, aunque por lo general hay una tendencia a que la propia persona se da cuenta de que se excedió en su manifestación del ego, y suele intentar reparar algún daño o herida colateral que pueda haber dejado. Quizás no pida disculpas directamente, aunque intente acercarse en tono conciliador.
El origen del problema
Para detectar si vives con tu ego desplegado a tope todo el tiempo, y para comprender mejor las limitaciones de las personas egocéntricas que te rodean, revisa esta lista de los comportamientos más frecuentes que llevan a estas contiendas:
- Celos. La persona que genera lucha de egos siente celos por el desempeño, capacidad, imagen, posicionamiento, logros y cualquier otro aspecto que, desde su perspectiva, le hace sombra. La base es su gran inseguridad interna, que quiere disimular de cualquier forma.
- Envidia. Muchos piensan que el envidioso quiere quitarte lo que tienes para obtenerlo. En general, este tipo de personas lo que en verdad necesitan es que tu no tengas más aquello que, a ellos, los opaca de alguna forma consciente o inconsciente.
- Querer tener la razón. El signo máximo de la lucha de egos es enfrascarse en contiendas de cualquier tipo, incluso sin razonabilidad, para quedarse con la razón. Desde su perspectiva, esto mejora su reputación en el trabajo.
- Falso sentido de logro. A la persona que participa de cualquier forma en una lucha de egos, lo que se le mueve por dentro es este falso sentido de querer demostrar que se destaca por sobre los demás, y que todos perciban su brillo especial. ¿Por qué es falso? Porque la persona piensa que de esa forma tiene su tarea hecha; sin embargo, lo que logrará será empeorar la situación individual y de conjunto: nadie quiere trabajar junto a un egocéntrico empedernido.
- Comportamiento tirano. Fácilmente puede reconocerse a quienes tienen a sus colaboradores como súbditos; casi como en una monarquía de siglos pasados.
- Paranoia conspirativa. Otro rasgo que despierta la lucha de egos es la teoría de que siempre hay alguien conspirando en contra de esa persona egocéntrica. Ven fantasmas donde no los hay (sin dejar de reconocer que en todas las empresas existen tiburones dispuestos a atacar a su presa).
Cómo convivir sanamente con tu ego y el de los demás
- Crear una cultura de valores. Este aspecto es dejado de lado muchas veces por las empresas; sin embargo, cuestiones esenciales como el respeto, la inclusión, la equidad y la participación de todos en sus diferentes responsabilidades, son la base de una ética laboral puesta al servicio del resultado organizacional que se quiera obtener. Una buena forma de empezar a cultivar los valores es hacerlos visibles y transmitirlos en forma consistente, sobre todo con el ejemplo. También es saludable desafectar de la empresa a personas que van en contra de esta ética de valores, ya que hay que construir un clima interno más saludable.
- Trabajar la humildad al enfocar los objetivos de cada persona y alinearlos con un propósito mayor compartido. Un recurso sumamente útil es fomentar el valor de la humildad en todos los niveles del organigrama. Al hacerlo, las personas tomarán consciencia del impacto de sus acciones -positivas y negativas-, y cómo éstas determinan su contribución para el éxito. Este propósito general compartido abre la puerta a un entendimiento mayor, que permite conectarse mejor con lo que se quiere lograr. Así, el proceso fluirá con mayor sincronía, y se achicarán las oportunidades de que surjan luchas de egos.
- Valorar el esfuerzo y distinguir las habilidades individuales en función del resultado de equipo. El reconocimiento explícito de los logros y cómo éstos aportaron al éxito global es fundamental para estimular a los colaboradores con tendencia a desatar contiendas de egos. Los serena y les ayuda a ver que no sólo ellos fueron gestores de los logros.