Qué responderían nuestros hijos si les preguntáramos qué quieren ser cuando crezcan. Dependiendo de la edad, la respuesta probable de los más pequeños será futbolista, bombero, bailarina, maestro y otras labores aspiracionales.
¿Y realmente apoyaríamos a nuestros hijos si, ya crecidos, nos expresan que desean ser maestros? La respuesta nos interpela. Nos coloca en una situación paradójica si tenemos en cuenta que habitualmente expresamos que la educación es uno de los valores más importantes para nuestra sociedad.
En Fundación Varkey hemos estudiado que el estatus de los maestros es crucial para el futuro de cada cultura y con el objetivo de elevarlo fue creado el Global Teacher Prize, un premio de un millón de dólares que busca reconocer mundialmente la tarea de todos los maestros.
Este año el reconocimiento fue para el keniata Peter Tabichi, fraile franciscano que enseña en una aldea con numerosos conflictos tribales y jóvenes expuestos a problemas de drogas, embarazo adolescente y una alta tasa de suicidios. Tabichi, docente de secundaria, demostró a sus alumnos que pueden soñar y, sobre todo, construir sus identidades a través de valores y conocimientos académicos que los llevaron a ganar la distinción de la Royal Chemistry Society.
El ganador es elegido por la Global Teacher Prize Academy, conformada por directores de escuela, expertos en educación, artistas, científicos, emprendedores, directores de empresa y periodistas de todo el mundo. Cada año analizan que el trabajo sea escalable, que sus prácticas sean innovadoras, que tengan impacto en la comunidad y que ofrezcan una educación basada en valores.
Ejercitar los valores
Detrás de estos docentes encontramos también directores excepcionales. Las investigaciones educativas demuestran que el director de escuela juega un rol central para la transformación educativa. Por esta razón trabajamos con cientos de docentes de varias provincias argentinas a través del Programa de Liderazgo e Innovación Educativa, cuyo foco está puesto en la innovación, confianza y liderazgo.
El programa, apoyado por el Ministerio de Educación de la Nación Argentina y de los Ministerios de Educación de Jujuy, Salta, Mendoza y Corrientes, está logrando grandes cambios en cada institución y ya formó a más de 6.000 directores y docentes.
Por otra parte, Fundación Varkey presentó en la Universidad de Oxford un enfoque que apunta a que sólo mediante el desarrollo de una serie de virtudes podremos lograr un liderazgo basado en confianza que luego incidirá en la mejora escolar de niños y jóvenes.
Esas virtudes exigen esfuerzo y se desarrollan como un músculo, razón por la cual, en el acrónimo “BÍCEPS” volcamos una propuesta que promueve su desarrollo. Expresadas brevemente son: Benevolencia, entendida como la cualidad de relacionarse de manera genuina. Integridad, comprendida como la cualidad del que dice la verdad, hace lo que dice de manera transparente y promueve la comunidad de enseñanza-aprendizaje. Competencia, asumida como aquellos conocimientos orientados a obtener resultados. Excelencia, asumida como la posibilidad y la pasión por desplegar todo el potencial. Presencia entendida como un estado de disponibilidad permanente que promueva otras acciones de la comunidad escolar y Servicio, definida como la acción de entregarse con humildad y compromiso a los demás.
Volviendo a la pregunta inicial, si nos preguntaran a quién queremos aplaudir como sociedad, en Fundación Varkey responderíamos “a los maestros”, porque en sus manos está nuestro destino.
Agustín. Muy bueno tu artículo y desnuda una realidad y cierta hipocresía de nuestra sociedad. Lo digo por experiencia personal.
En general la gente dice que el problema más importante de nuestro país es la Educación, pero cuando uno le cuenta que un hijo ha elegido la carrera docente o es director de un Colegio: la respuesta es darle el pésame y se mueren si algún hijo les dice que quiere dedicarse a la docencia.
La realidad es que la gente habla de la educación como un problema crucial pero nadie está dispuesto a pagarle más a los maestros y profesores a quienes miran con lástima o, a veces, con desprecio.
Una sociedad que no está dispuesta a pagar bien a sus educadores, aunque proclame lo contrario, no le interesa la educación ni está dispuesta a hacer sacrificios para ello