Con esta frase, Francisco de Asís iniciaba una de sus oraciones más bellas. En ella él transmitía su particular experiencia de Dios y la creación, su modo de sentir y percibir el mundo, tan diferente al de la mayoría de la gente. Abrirse a la realidad con sus ojos nos puede dar una perspectiva nueva y ayudarnos a ver de un modo más profundo todo lo que nos rodea.
Para la Iglesia católica, las vidas de los santos están llamadas a ser ejemplo para los creyentes. Hay en ellas pistas que, al mismo tiempo, estimulan a transitar el propio camino de santidad y a usar esas referencias que ellos fueron dejando en su andar como mojones que nos señalan el rumbo correcto. El cristiano puede descubrir en una persona santa y su espiritualidad, un camino seguro hacia Dios.
A lo largo de los siglos, son muchos los que se han dejado conmover por la experiencia de fe de San Francisco. A modo personal, creo que son tres las características de su vida que más mueven hoy los corazones a seguirlo: su libertad, su vínculo con todas las criaturas y su pobreza.
Libertad, fraternidad y pobreza como caminos
Francisco es libre. Libre para romper los esquemas y estructuras dados. Libre para distinguirse y separarse de lo que los demás piensan o esperan de él. Libre para responder a la voluntad de Dios, sin permitir que nada lo limite. La suya es una libertad con sentido, una libertad para darse, para derramar toda su persona, hasta su última gota, en el cuenco que cree que fue preparado por Dios para él. Su testimonio nos cuestiona en todas esas pequeñas y grandes esclavitudes en que solemos caer y que nos impiden ser quienes queremos ser, quienes estamos llamados a ser.
Francisco vive de un modo novedoso su vínculo con todas las creaturas. Su delicadeza de espíritu le permite ver la huella de Dios en las flores y conmoverse hasta el llanto ante ellas. Todos somos hermanos, unidos en un mismo Padre Creador. Y esta relación demanda un trato que nace en el asombro y la gratitud por la existencia del otro, y se transforma en respeto, amor y compromiso hacia él. Esta sensibilidad se hace creciente a medida que el hombre se revela como centro de la creación. Ante el hermano de Asís, son cuestionados nuestros aires de superioridad, nuestra indolencia frente a los que sufren, nuestras faltas de respeto hacia los que nos rodean, nuestra nula delicadeza en su trato.
Francisco elige la pobreza. El desprendimiento es una condición necesaria para la libertad y la fraternidad. Quien se apega a las cosas materiales se hace esclavo de ellas. Quien solo compite por adueñarse de las cosas, se ciega a sí mismo al punto de ya no poder ver a nadie como a un hermano. La pobreza es la gran riqueza de Francisco, y la preserva y protege con exigente devoción, porque en la humildad y sencillez encuentra un camino más simple, más fácil. Y nos deja claro que ser pobre de espíritu es muy bueno, pero no basta. La pobreza debe alcanzar a los propios bienes materiales y movilizar la solidaridad y el compartir.
Instrumentos de Paz
La libertad, la fraternidad y la pobreza son caminos a la paz, la hacen posible, la generan. Muchos atribuyen al santo la oración que reza: “Señor, haz de mí un instrumento de tu paz”. Ese instrumento que el orante quiere ser, ha de hacer lo que se le pida sin poner objeciones que obstaculicen la voluntad de quien lo usa. Debe ser capaz de respetar y cuidar con amor de todo lo que sea objeto de su tarea e intervención, sin nunca lastimar o imponer. Debe desposeerse de su soberbia y egoísmo para vivir su misión de servicio.
La Paz es plenitud, es felicidad. En esa sola palabra podrían sintetizarse las aspiraciones más profundas de los hombres. Interrumpir cualquiera de las tres vías que la vida de Francisco de Asís nos propone nos hace más difícil alcanzarla.
Para quienes despliegan su actividad laboral en el ámbito de la empresa vale la pena a la luz de este octubre en que celebramos su memoria, plantearse la empresa como ámbito donde ha de prevalecer la paz, donde lo que se ha de maximizar fundamentalmente es la felicidad de todos y cada uno de los que forman parte de ella. La libertad, la fraternidad y la pobreza podrán ser caminos para lograrla. Son palabras sencillas, casi demasiado, que no requieren elucubraciones complejas ni grandes razonamientos, sino tan sólo dejarse cuestionar y transformar por ellas, como lo hizo Francisco de Asís.
Gracias Daniel, por compartir esto con nosotros….Un abrazo!
Muchas gracias Daniel por recordarnos a San Francisco. especialmente a mi me impacta su libertad frente a exigencias o prejucios de la sociedad de entonces. Pero me gusta resaltar que esa libertad nunca se opuso a su obediencia y sumisión a los grandes principios y a la Iglesia. En una época en que abundaban los movimientos heréticos, a veces justificados por una Jerarquía que no daba buenos ejemplos, Francisco no dudo en marchar con sus 12 amigos a Roma a pedirle al Papa la autorización de las reglas que pretendían adoptar. Así permitió que hoy contemos con los franciscanos como ejemplo de pobreza evangélica.