El pasado 19 de diciembre falleció un socio de ACDE que, a mi juicio, merece ser recordado por sus virtudes cristianas manifestadas en su desempeño como líder de un Estudio Jurídico tradicional, como hombre preocupado por la ética y el bien común y, lo que es más importante, por su matrimonio junto con Agnes y como padre de familia.
Lo conocí a Dany cuando éramos ambos abogados jóvenes del Estudio Beccar Varela. Él, más veterano que yo, se perfilaba como uno de los jóvenes socios de ese Estudio que, sin duda era y es una empresa de servicios jurídicos, papel que con el correr de los años desempeñó en forma eficiente y honrada mostrando su prudencia, paciencia y humildad como armas eficaces para mantener la unidad y personalidad de ese Estudio a través de las crisis internas que debió afrontar y las dificultades propias de nuestro país. Si bien dejé el Estudio Beccar Varela a fines del año 1975, creo con certeza que el prestigio que supo mantener, su personalidad basada en la camaradería de sus actuales socios, se debe en gran parte al liderazgo silencioso y constante de Dany. Pido perdón a quienes hoy lo integran por opinar sobre algo que no me pertenece pero lo hago desde la imagen que irradia en el ejercicio de la abogacía.
Compartí con él tareas destinadas al mejoramiento de la Justicia y de la Profesión desde FORES y el Colegio de Abogados. En esta última institución fuimos miembros de su Directorio en dos ocasiones. Siempre estuvo dispuesto al trabajo sacándole tiempo a su familia y a su profesión a fin de dedicarse a poner su grano de arena para el mejoramiento de las instituciones de nuestro País. Y siempre de buen humor, con su fina ironía nunca ofensiva, que permitía que quienes estábamos con él, recordamos aquella frase de Fray Luis de León cuando bendecía “la santa alegría del trabajo”.
También trabajamos juntos en comisiones de ACDE porque, como socio desde 1992, cuando se lo llamaba estaba presente, como siempre sin estridencias ni afanes protagónicos, o sea representando el estilo que caracteriza a ACDE y sus socios. Su aporte siempre fue atinado porque, además de liderar una empresa de servicios jurídicos, su especialidad lo autorizaba a opinar y proponer ideas para la vida del empresario cristiano.
Dany, de las bienaventuranzas que Jesús nos enseñó, al conocerte creo que te caben –sin duda- la mansedumbre y la pobreza de espíritu, entendida esta última como humildad, rasgo propio de tu carácter. Y de aquellas escritas por Santo Tomás Moro (abogado como vos), la primera “Bienaventurados los que saben reírse de sí mismos, porque no pararán de divertirse”. Te vamos a extrañar, pero nos dejas en Agnes una gran embajadora.