Hoy hay mucho ajetreo, dinamismo e incentivos externos (dinero, fama, popularidad, poder, etc.). Pero se siente una gran escasez de verdadera felicidad y por tanto de responsabilidad, y viceversa; es decir, poco liderazgo verdadero.
Alguno podría hacerse millonario con una buena idea de alcance masivo, con algo de suerte. Pero eso no es liderazgo(creo que, probablemente,tampoco verdadero éxito). Más bien es parecido a acertar la lotería: se resuelve de un golpe –y sólo por un tiempo– el problema de los “medios”. ¿Pero cuál es el o los “fines”? ¿El consumismo? No parece ser la respuesta más adecuada,sólo miremos alrededor.
El verdadero éxito es tener una vida fecunda y plena, y saborearla. Es sinónimo de paz, satisfacción interior y de felicidad.
Diría que esa fecundidad se puede dar en varios niveles, por ejemplo, en las relaciones (como la familia, los amigos, los compañeros y colegas); también obviamente en realizaciones (obras, proyectos concretados); también, y muy importante, en aprendizajes (experiencias, crecimiento en prudencia y sabiduría); y finalmente, pero muy importante también, en servicio a los demás (tanto a nivel profesional, como a nivel personal).
En esta enumeración parece haber un orden: de lo recibido, a lo logrado, y por último a lo dado. Y ese orden marca un camino de realización, en el cual cada vez se requiere más la adhesión personal, más claridad interna y voluntad, y más responsabilidad propia.
La base del liderazgo viene de estar bien plantado.Es decir, de saber quién uno “es,” saber bien dónde uno está parado (de dónde uno viene y hacia dónde uno se dirige). ¡Y ser capaz de explicar el “por qué”!
Es decir, que requiere en principio el supuesto de una persona madura. Y, ¿qué significa madurar? El conocimiento de sí mismo y de los demás, de Dios; del bien y del mal; de lo útil y lo nocivo; la sabiduría y la prudencia, son raros. Esto es así porque necesitan de silencio, de introspección, y sobre todo de tiempo, que es lo más escaso en un mundo que corre y corre, y pareciera que no sabe ni hacia dónde, ni por qué. Por eso también escasean los verdaderos líderes.
Veo al liderazgo como la capacidad de hacerse cargo de decisiones colectivas y hacerse responsable de una obra común. No tanto de ver y saber primero a dónde ir, para adelantarse a los demás; sino de descubrir una dirección y ponerse en marcha de “modo colectivo,” ayudándose entre todos los que forman un determinado grupo. De pronto, uno puede ver primero, pero si no va “con los otros,” queda solo. Puede ser que uno ve primero, pero otro lo comunica mejor y convence. También que uno lo va descubriendo con otros y se hace responsable frente a ellos.
Ser líder es ser primus inter-pares (primero, entre iguales), no un ser de otra categoría, que está como desgajado de la humanidad. La condición de igualdad es fundamental, porque si no, no se es líder; se es tirano (autoritario) o manipulador (utilitarista solapado). Lo raro del líder es que es un igual, y al mismo tiempo tiene algo para proponer (y lo propuesto interesa), o tiene algo para dar (y lo dado es bien recibido).
Para ser líder es necesario estar dispuesto a recorrer el llano (porque se es parte de la igualdad, y se desemboca en ella). Un verdadero líder debe ser capaz de ser seguidor con total naturalidad. Y esto es lo que casi nadie acepta, ni quiere aceptar. Unos se pelean por “liderar,” otros se resignan porque se sienten lejos de lograrlo.Todo eso acumula niveles de frustración social que se perciben en muchos lugares.
Ser líder es ayudar a crear un ámbito en el que otros puedan trabajar colaborativamente por un objetivo común, un espacio en el que todos encuentren un lugar, puedan aportar y crecer.En gran parte se trata de comunicar y dialogar, y resolver problemas o administrar conflictos, de modo ampliamente reconocido como justo (como decía la filosofía antigua), o podríamos decir hoy acertado.
Es una gran medida del verdadero éxito, que no puede ser egoísta, ni solitario, sino que se realiza con los otros y para otros. El verdadero éxito es compartido porque somos seres sociales y no podemos ser felices en el aislamiento. Es bastante típico de un momento de felicidad que uno lo quiera compartir (un llamado, enviar una foto, etc.) Ese logro común, es lo que engendra la satisfacción más profunda, y es lo que busca el verdadero líder.
Es un momento importante, en definitiva, cuando uno comprende que la vida tiene sentido, no para uno mismo, sino en la medida en que pueda ayudar a otros. Ahí se realiza la capacidad de trascendencia del ser humano. Lo más importante es la capacidad de amar y de darse de servir a los demás. Esto es lo más excelente del ser humano y lo que está llamado a realizar. Otras actividades son sólo pasa-tiempos, distracciones que nos hacen perder el tiempo. Pueden ser un descanso merecido o necesario, pero implican el riesgo de descuidar lo esencial.
Los frutos
“El fruto del Silencio es la Oración.
El fruto de la Oración es la Fe.
El fruto de la Fe es el Amor.
El fruto del Amor es el Servicio.
Y el fruto del Servicio es la Paz”
— Madre Teresa de Calcuta —