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Homilía del Padre Daniel Díaz – Misa de fin de año de ACDE

Imagen de Simon Steinberger (Pixabay)
Escrito por Daniel Díaz
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“La mayor invitación de algo que debe ser despertado entre nosotros en este tiempo de Adviento, tiene mucho que ver con lo que es el centro de la espera del Salvador. Despertar la alegría y despertar la esperanza. No hace falta que yo describa lo que ustedes conocen mucho mejor que yo. De las circunstancias que nos van tocando vivir, en lo nacional, en el mundo. Por momentos uno se cansa, se frustra, se pierde. Pierde claridad en cuanto al rumbo, en cuanto a las posibilidades de incidir en ese rumbo de la sociedad.

 

Aquí es donde uno se tiene que abrir a la palabra de Dios. A mí me gusta el texto que toca en esta misa, porque incluso tiene algo de providencial. En la anterior lectura (Is.4,2-6), Isaías le habla a un pueblo entristecido, al que le va muy mal, de que tiene que confiar. Dios va a ser su protección. Dios es el que maneja la historia. Este germen, esta semilla que es el presente, es Dios el que vela porque crezca y para que dé fruto. Entonces el futuro que está adecuado en la victoria, está la nada. Porque es Dios la garantía. Dios es la sombra para el calor, el reparo ante la lluvia, el cobijo frente al frío.

 

Le decía Isaías a su pueblo: ¿Por qué entonces dudar? ¿Por qué tener miedo? Si lo primero que tenemos que despertar es entonces esa alegría y esa esperanza que se fundan en nuestra confianza en Dios. Tenemos mucho que hacer, pero nuestro hacer está centrado y apoyado en lo que Dios hace a través nuestro. De Él son los caminos, los frutos que nos va dando.

 

Yendo al Evangelio (Mt 8,5-11), este texto me parece que es muy revelador en algún sentido. Vuelve a centrarse en el mismo tema. La fe, la confianza. Jesús es capaz de sanarlo todo. De sanarnos a todos en lo personal y en lo social. Y necesitamos ser sanados, es lo primero que uno tiene que reconocer. Su acción es la que va a ir curando de todo, pero para esto, algunas de las actitudes del centurión nos pueden ayudar. Lo primero que llama la atención es que pide por otro. Este hombre, pide por alguien más. Pide por un sirviente, y uno podría decir que estaría perjudicado por no estar sirviéndolo. Sin embargo está conmovido no por lo que lo afecta a él, que es secundario, sino porque el sirviente sufre terriblemente. Qué bueno ser suficientemente sensible como para saber quiénes son los que más sufren, quiénes son los que más necesitan. Porque a veces corremos el riesgo de estar siempre mirando lo que a mí me duele, lo que a mí me cuesta, lo que me hace sufrir. Pero basta levantar un poquito la mirada para darnos cuenta que en todo caso lo mío también es secundario. Viendo lo que Dios pone delante de mí para interceder con mis oraciones pero también con mis acciones uniendome a los demás.

 

En segundo lugar, el reconocimiento de este centurión que no se esperaba de él y sin embargo trata a Jesús de señor. No busca un milagro, no le dice maestro, lo reconoce como venido de Dios, como el hijo de Dios. Él es nuevamente nuestra fuerza y en Él encontramos la capacidad para transformar inclusive lo que queda afuera de nuestro alcance.

Por último pensaba, qué lindo el trabajo en red. Este centurión presenta la necesidad de otro y se la presenta a aquél que pueda responder. Entre todos de algún modo logran la solución. Este hombre que se acercó y disparó esto era alguien inesperado. Tal vez en estas cosas que venimos hablando del diálogo y de los consensos, tengamos que ir logrando cada vez más una apertura de corazón que nos permita reconocer a los centuriones devenidos de otros lados se pueden unir a nosotros para buscar aquello mismo que nosotros buscamos, aquello que tanto le hace falta a nuestra sociedad, aquello que desde las empresas, como generadoras de trabajo, de bienestar de riqueza, se puede lograr. Eso tiene que ver mucho con nuestra posibilidad pero también con nuestra apertura para encontrarnos con otros. Con mundos que a veces nos son bastantes ajenos y a veces nos disgustan en el fondo del corazón. Personas que compartan los valores, las búsquedas, las necesidades. Que compartan la conmoción y la compasión por aquellos que más sufren.

Pidámosle al Señor ser creativos, ser generadores de oportunidades y poder vivir esta tarea, esta visión con esta alegría y esperanza que nos da el saber que Jesús está con nosotros”.

Sobre el autor

Daniel Díaz

Sacerdote de la diócesis de San Isidro. Asesor doctrinal de ACDE.

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