ACDE Hoy

Homilía misa de fin de año 2020 (2 de diciembre)

Escrito por Daniel Díaz
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“Pensaba estos días en el estado de ánimo con el que vamos terminando este año, que nos llevó muchos esfuerzos y preocupaciones. Tener que aceptar límites muy concretos, que tal vez ni siquiera imaginábamos, hasta nos parecía que íbamos a tener un año difícil. Pero esto estaba fuera de todas nuestras expectativas. Desde lo personal, pasando por la familia, por todos nuestros vínculos, hasta lo que nos reúne y nos toca desde el mundo de la empresa. Todo se hizo muy cuesta arriba.

Al terminar el año, uno corre la tentación de quedarse con la frustración, con el enojo, el cansancio, con la pena. Y desde allí nuestra esperanza, y el ánimo de nuestro corazón se debilita. No lo podemos permitir. Siempre que escucho la palabra de Dios quiero encontrar en ella lo que hoy Jesús nos está diciendo.

Lo primero que nos decía es que hay un banquete preparado para todos. Hay un momento, cuya garantía es El Señor en el cual ya no habrá llanto, no habrá oprobio, para los que buscan el bien, la verdad, para los que buscan a Dios. Todo eso que hoy parece tener tanta fuerza, es pasajera. Por eso la palabra de Dios mueve a la certeza. Porque creo que la certeza de la fe es la raíz de la esperanza. Cuando la duda y el temor están latentes al lado nuestro, nos puede ir lastimando en nuestra decisión, nuestro compromiso, nuestra entrega. Pero cuando la certeza es absoluta, entonces uno se juega, uno va hasta el final porque sabe que Dios vela por nuestro camino. La misión que llevamos adelante no es propia, no es sólo personal: Es una misión que Dios nos encomendó, y es Él el que nos va a llevar adelante.

Lo primero que quisiera proponerles es que recuperemos nuestra certeza. Estamos en el tiempo de adviento. Este tiempo nos marca, nos señala que alguien viene. tal vez en esta realidad que nos toca vivir no sabemos qué es lo que se viene. Pero si mi mirada es más profunda sé quién viene. Viene El señor, con poder, con luz, con amor, con un hijo. Viene con una nueva fraternidad. Esa es nuestra esperanza y eso mueve todo lo que nosotros hacemos.

Mirando el evangelio, así Jesús está con una multitud que acude a él buscando sanación y va a encontrar en él el pan que necesita. Es en esa certeza que nosotros caminamos. solo en la medida que estemos unidos a Dios. Aquí me quiero detener en el lugar que tienen los discípulos porque después que Jesús sana la multitud, los amo a ellos, y los hizo participar del don del pan, que iba a saciar la necesidad. Para eso, los usó de instrumentos con sus siete panes y poquitos pescados.

Hoy frente a una realidad desafiante podemos sentir que no tenemos lo que hace falta. Pero está Dios. Él va a ser que logremos aquello que nos encomendó. Nos encomendó estar a la altura de las circunstancias. Así como muchas veces Enrique Shaw, que vivió momentos muy difíciles también y supo estar en su empleo, en su generosidad, en su compromiso. Jugado de verdad. Contracultural, rompiendo a veces con lo que se esperaba, porque lo común era otra cosa, y puso el reino de Dios en el mundo de la empresa. Les propuso a otros y se unió a otros en esa misión. Hay que preguntarse menos y quejarse menos a veces de la realidad que nos toca, y asumir que Dios nos va a dar la fuerza, la luz, la claridad, el compromiso que vamos a necesitar.

Los invito a que creamos, seamos personas de esperanza. Gente de empresa que anime a otros a creer que si se hacen las cosas bien se puede salir de lo malo, se puede lograr el bien para todos. Pidámosle a Dios que multiplique nuestros panes y nuestros pecados, porque Él es el fuerte, el todopoderoso, y es aquel en quien el reino, aunque nosotros creamos que no va creciendo demasiado, día a día se va agrandando, se va afirmando y se va haciendo fuerte en este mundo. Que no le falten al Señor nuestros siete panes y poquitos peces. Él se ocupará del resto”.

Sobre el autor

Daniel Díaz

Sacerdote de la diócesis de San Isidro. Asesor doctrinal de ACDE.

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