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La dimensión desconocida del cambio

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«Estás viajando a través de otra dimensión, una dimensión no solo de la vista y el sonido, sino de la mente; un viaje a una tierra maravillosa cuyos límites son los de la imaginación. Hay una señal más adelante. Tu próxima parada, la dimensión desconocida», con estas palabras Rod Sterling, creador y presentador de la serie anunciaba el inicio de los capítulos de la primera temporada de The Twilight Zone en octubre de 1959, algo más de 60 años.

La serie, considerada “de culto” con toda justicia, abordaba en cada uno de sus episodios, historias de ciencia ficción de toda índole, desde fantasías naif o futuros distópicos, pero que como en las fábulas, dejaba una moraleja de carácter ético o alguna lección a aprender en función de las respuestas del género humano a ese fenómeno anormal que no debiera haber ocurrido.

Hoy nos toca vivir uno de esos escenarios tétricos que a veces imaginamos sin posibilidades de ocurrencia, sólo que ahora es presente. Un presente muy vivo y lamentablemente con muchos muertos.

Es este periodo único en 100 años, nos toca, como género humano, dar respuestas y adoptar comportamientos únicos, ya que no existe una persona con experiencia previa.  Estamos atravesando una zona de penumbra, nuestra “twilight zone”, dónde veremos si seremos capaces simplemente de sobrevivir o de emerger más humanos.

Las crisis, más allá del consabido ideograma chino, que dice que crisis es sinónimo de oportunidad, omite curiosamente, que las crisis en el mundo de los negocios, efectivamente son oportunidades, pero para pocos o al menos no para todos. Son oportunidades para quienes están preparados en el momento y en el lugar adecuados, como también para quienes tienen una gran capacidad de adaptación a las nuevas circunstancias.

Ahora bien, las crisis son, aunque sea difícil verlo, oportunidades para todos, cuando tenemos oportunidad de aprender algo, de crecer como personas y aportar valor al prójimo.  Tienen, además, la virtud de poner al descubierto lo mejor y lo peor de las personas, sin el filtro de la hipocresía y los buenos modales de ocasión. Por eso cuando hay un accidente, hay algunos que roban a los cadáveres, mientras que otros, ayudan a los heridos aún a riesgo de sus propias vidas.

El mundo caminaba tranquilamente en modo “business as usual”. La grandes consultoras internacionales suelen presentar al final del año o en enero del siguiente sus predicciones para la economía y diferentes sectores de la industria. En ninguna (al menos de las que he revisado) encontramos el impacto de una eventual pandemia (ni aun considerando el tema con posibilidades remotas de ocurrencia). 

La única predicción acertada haya sido la que surge de “Global Adviser Predictions – January 2020”, de la consultora francesa IPSOS, que justo es decir, no son conclusiones de sus analistas, sino el producto de una encuesta global efectuada en 33 países, sobre 22512 entrevistas realizadas entre el 26 de noviembre y el 6 de diciembre de 2019.  El 78% de los encuestados entiende que “la gente en el pasará más tiempo on line que mirando TV”.

Lo mismo podemos decir de las predicciones para 2020 para el área de recursos humanos, tanto globales como domésticas.

Mas allá de las alertas tempranas de un Bill Gates o del expresidente Obama, el mundo no contaba con ninguna hipótesis de pandemia ni un plan de contingencia o gestión. Por tanto, estamos experimentando la mayor volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad como jamás antes en la historia humana.

Experimentamos contradicciones personales impensadas, aplaudimos a los médicos todas las noches, pero si alguno se enferma pedimos la expulsión del edificio donde vive. Asimismo, experimentamos una solidaridad y cambios culturales inimaginados.  Desaparecieron Mickey, Donald y Pluto y reaparecieron animales impensados en las geografías urbanas.

Muchas veces el horizonte parece negro, imaginamos más dificultades que las existentes y las por venir.  Quizás la única alternativa superadora sea encontrar sentido, encontrar nuestro propósito personal y quizás colectivo si fuera eso fuera posible, visualizar un norte que guíe al modo de poder aportar valor en nuestro metro cuadrado de influencia.

En esto tiempos volví a tener presente a Viktor Frankl y su libro El Hombre en Búsqueda de Sentido.  Frankl era neurólogo, psiquiatra, filosofo, austriaco y judío. Motivo por el cual fue enviado a los campos de concentración de Dachau y Auschwitz. Perdió toda su familia.

En los momentos más terribles, se propuso, tratar de sobrevivir, ayudar a otros y tratar de aprender algo en medio del horror. Mientras lo hacía, se imaginaba que daba una charla sobre la psicología del campo de concentración en la universidad de Viena.

Es considerado el padre de la logoterapia, que entiende a la voluntad de encontrar sentido es el mayor factor motivador del ser humano. Propone que cuando no podemos modificar la realidad, si podemos cambiar nuestra actitud frente al problema.

Mucho hemos hablado en estos meses de lo que cambiará el día después, en los negocios y el las distintas funciones. ¿Cuál será la nueva normalidad? No quiero repetirme, simplemente creo que lo que debería sobrevenir es una revalorización y re-significación de lo esencial de lo humano, las relaciones sociales y nuestro lugar en el mundo.

Solo somos una raza avanzada de monos en un planeta menor de una estrella muy normal. Sin embargo, podemos comprender el Universo. Eso nos convierte en algo muy especial [1], espero que podamos aprovecharlo y que sea aquí y no en la dimensión desconocida.

 

[1] Stephen William Hawking.

Sobre el autor

Guillermo Ceballos Serra

Abogado, Magíster en Economía y Ciencias Políticas. Socio de ALIOTH Advisors. Ha liderado el área de RRHH en compañías internacionales con responsabilidades regionales. Profesor de grado y MBA en la UCA y ESEADE

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