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San Agustín de Hipona (354-430)
La mónada es la representación que elige el filósofo y matemático Gottfried Wilhelm Leibniz (1646-1716) para referirse a la individualidad de los seres. Mónadas espirituales somos, unidades indivisibles, almas “sin ventanas” e incomunicables. Las mónadas no interactúan de forma directa, pero una armonía preestablecida las vincula. Las mónadas cambian y son diferentes entre sí, pero cada una es, a la vez, un espejo del todo el universo.
Más mónadas que nunca
La imagen de las mónadas salió de mi caja negra filosófica como reacción a la sobreabundancia de audios y videos que esta pandemia supo conseguir y que subrayan lo “juntos” o “unidos” que estamos. Lo traigo al teclado porque me gustaría saber qué se entiende por unidad porque cuando escucho que se la invoca “yo me huelo otra cosa”.
Monádicamente (reconociendo que todas somos distintas como dijo Godofredo Guillermo) yo experimento con el confinamiento, una especie de exilio.
¿Experimento “unión” en los aplausos de las 21? No. ¿Experimento “estar juntos” al cumplir con las restricciones vigentes? No. Quizás el carácter leibniziano de la mónada que espeja el universo hace que algunas se vean reflejadas en las otras, de balcón a balcón. No lo sé.
Desde mi mónada -exclusiva e indivisible- veo a las mónadas más aisladas que nunca bajo una única armonía preestablecida que no es la de dios, sino la de Zuckerberg.
La pandemia no nos une y mucho menos nos junta. Si, quizás, pueda convertirse en la ocasión para tomar alguna decisión en esa línea. Y, para la gran mayoría, acción a tomar luego del confinamiento.
La ocasión no hace a la unión.
En el Titanic, según el testimonio que nos dejó Leo DiCaprio, algunos actuaron solidariamente y otros no. En esta pandemia, ni siquiera sabemos si estamos en el mismo barco.
Darwin resucitó
Otra distinción que quiero compartir es para esos debates supuestamente dilemáticos sobre salud y economía.
Metodológicamente se advierte una falacia. Lo que se dice de la especie humana, no se puede decir -sin más- del individuo, persona con derechos inalienables. Y viceversa.
Cuando Ud. plantea aquello como dilema, los llamados “cuernos” del dilema, ¿están en el mismo plano?
Sin repetir y sin soplar
Todo va a cambiar, nada va a cambiar.
Permítame un último punto y es mi aburrimiento monádico por tanto vaticinio, caída, recuperación, cisne negro y conspiración. Mi mente lógica rechaza especular sobre el futuro, que no es ni verdadero ni falso y, además, es gratis.
¿Será el momento de reconocer que la prédica dominical de Silvio Soldán dejó una huella en mis principios?
Basta de repetir lo que dijeron otros. Basta de esperar que el hablante de turno te sople la verdad.
A las mónadas en confinamiento se les ha dado una oportunidad para el silencio.
Habrá que esperar.
Me encantó! Gracias María Marta por escribir esta nota. Saludos. Eduardo.
Me alegra! Gracias
» Desde mi mónada -exclusiva e indivisible- veo a las mónadas más aisladas que nunca bajo una única armonía preestablecida que no es la de dios, sino la de Zuckerberg » ME ENCANTA ESTA FRASE.
Gracias por compartir su reflexión, me ha inspirado mucho
Saludos