Ha mucho que se ha perdido en Roma el verdadero nombre de las cosas, porque el derramar lo ajeno se le llama liberalidad, el arrojarse insultos y maldades, fortaleza; a tal extremo ha llegado la República”
(discurso de Catón el Joven en el Senado Romano, Cayo Salustio “La Conspiración de Catilina”).
El texto precedente, muestra el ambiente que existía en Roma, cuando la República comenzaba a declinar antes de dar paso al autoritarismo imperial.
Creo que algo similar ocurre con el clima político y social que hoy se vive en nuestro país. Inmersos en el estado de ánimo a que nos somete la pandemia contemplamos, cansados, los cruces de acusaciones e insultos proferidos por los principales protagonistas de la discusión política. Solo en casos excepcionales escuchamos argumentos sólidos basados en la realidad de los hechos, expuestos con calma y racionalidad sin dejar de lado la firmeza en la defensa de legítimas posturas. Esta forma de actuar y expresarse hoy es un raro privilegio de algunos hombres públicos que se destacan en un ambiente cargado de insultos, desprecio a las ideas del otro y chicanas (como hoy se las nombra) para desacreditar al adversario. Lamentablemente nuestro presidente, que debería dar el ejemplo, ha tomado por costumbre el insulto y el desprecio.
Las recientes medidas tomadas contra la pandemia han exacerbado este ambiente. Sin duda la escala ascendente de contagios y el peligro que implica la saturación del sistema de salud exige tomar medidas excepcionales que atiendan las realidades diferentes de cada región. Es razonable que existan diferencias de criterio, pero la vía adecuada para dirimirlas es el diálogo. Lamentablemente nuestro presidente prefirió adoptarlas en forma inconsulta incluso a espalda de sus propios ministros.
Particularmente pienso que el DNU presidencial es inconstitucional porque afecta la autonomía de la CABA y, además, no respeta el principio de razonabilidad impuesto en el art 28 de nuestra Constitución Nacional, el cual impone adoptar medios adecuados para obtener los fines buscados absteniéndose de eliminar o alterar gravemente las garantías ciudadanas de enseñar, aprender y ejercer toda industria lícita. A mi juicio el presidente, al imponer una cuarentena estricta a una región del país, el denominado AMBA, donde está ubicada la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y diversos municipios del conurbano, ha decretado “de hecho” el estado de sitio en ese territorio cuando esta facultad excepcional es atribución del Congreso de la Nación. Curiosamente, el propio presidente explícitamente se abstuvo de tomar las mismas medidas en las otras provincias reconociéndoles lo que le niega a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires: la autonomía para tomar decisiones en sus territorios.
En una sociedad civilizada, cerrado el diálogo, el único camino es el planteo ante la Justicia. Así lo hizo el Jefe de Gobierno interponiendo la demanda de inconstitucionalidad ante la Corte Suprema de Justicia y un grupo de padres planteando el amparo ante la Justicia de la Ciudad cuya competencia ha sido cuestionada por un Juez Federal.
El Derecho no es una ciencia exacta y, sus soluciones son siempre opinables. Es bueno que así sea porque en la Ciencia Jurídica, como en todas aquellas denominadas humanas, está en juego la libertad del hombre que no está sometida a leyes exactas como en la física. Y aquí retomo el tema principal de estas líneas: tratar públicamente de “monstruosidad jurídica” a una sentencia o denunciar a los jueces por mal desempeño pidiendo su destitución son actos desmesurados que contribuyen el espiral de odio e insultos de los cuales, estoy seguro, la ciudadanía ya está cansada. Menos aún puede acusarse de atentar contra la vida de sus conciudadanos a quienes defienden su trabajo o la educación de sus hijos respetando los protocolos para evitar contagios.
Hoy la última palabra la tiene la Justicia. Podrá coincidir o no con nuestros puntos de vista, pero debemos respetarla. Si, hipotéticamente, nuestra Corte Suprema de Justicia avalara las medidas tomadas por el Gobierno, el camino de la oposición es la firmeza en la crítica sin insultar y en la propuesta de alternativas que le permitan ganar la confianza de la ciudadanía en las urnas donde, como en toda democracia, se decidirá el rumbo de nuestra Nación.