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Competencia virtuosa: todos estamos llamados a ser santos (I)

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Escrito por Pablo Trevisán
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¿Qué tienen en común Enrique Shaw, el Papa Francisco, la Doctrina Social de la Iglesia, ¿las enseñanzas de Jesús en los Evangelios y el derecho de la competencia?

Mucho. Veamos porqué.

Si bien los pensadores del derecho y la política de competencia, reguladores, autoridades de competencia y jueces, en términos generales, han divorciado la moral de la libre competencia, teniendo en cuenta la gravedad de las conductas que subyacen detrás en la enorme mayoría de las prácticas anticompetitivas, es muy oportuno traer la moral al debate.

Empecemos por Enrique Shaw, cuyo ejemplo de vida debe interpelarlos a todos. Shaw fue un laico, marino y empresario argentino, que este año cumpliría 100 años, y cuyo proceso de canonización avanza hace unos años ya, habiendo sido declarado Venerable hace pocos días atrás[i].  La vida de Enrique Shaw es un ejemplo de los principios e ideas cristianas puestas en acción en el ámbito empresarial.

El Papa Francisco ha dicho recientemente que él conoció “gente rica y estoy llevando adelante acá la causa de beatificación de un empresario rico argentino, Enrique Shaw; que era rico, pero era santo. O sea, una persona puede tener dinero. Dios se lo da para que lo administre bien. Y este hombre lo administraba bien. No con paternalismo, sino haciendo crecer a aquellos que necesitaban de su ayuda.

El estudio de la vida de Enrique Shaw presenta a una persona que –como le gustaba decir a su amigo, el Cardenal Jorge Mejía[ii]– era normal, laico, padre de familia, y que, a la luz de sus obras, puede ser un ejemplo para muchos empresarios, que tengan la inquietud y la voluntad de ser virtuosos en el ejercicio de sus tareas.

La persona de Enrique Shaw es un claro ejemplo que personifica el pensamiento económico de Francisco. Muchas veces escuchamos decir que el Papa sería “populista”, un defensor del “pobrismo” y que estaría en contra de los “ricos”. Estas afirmaciones son erradas. Sería contradictorio pensar que el Papa Francisco promueve el pobrismo y ataca al rico por el solo hecho de serlo, cuando fue justamente él, cuando todavía era Arzobispo de Buenos Aires, quien promovió e inició la causa de canonización de este empresario argentino, y hoy día, siendo Papa, sigue refiriéndose a Enrique Shaw diciendo que “era Santo”.

 

Muchas veces juzgamos al Papa por sus gestos, que pueden ser más o menos agradables al observador –en particular, cuando el observador es de nacionalidad argentina-, en lugar de analizar seriamente sus ideas. Nos traiciona la pasión al analizar la figura del Papa, quedando sus ideas muy por detrás de sus gestos (a quién envía rosarios, a quién recibe, qué cara pone cuando recibe a tal o cual, etc.).

El Papa Francisco muy lejos está de promover un pobrismo, sino una economía más humana, integral, sustentable e inclusiva, sobre la base de lo que proponen el Evangelio y los documentos de los Santos Padres.

En la misma línea, las enseñanzas de la Iglesia nos recuerdan que negocios y moral no pertenecen a dos mundos distintos y que los mercados deben servir al hombre, y no al revés. También reconocen el papel positivo del libre mercado, el ejercicio de la libertad económica como una parte importante de la dignidad humana, pero advierten que la competencia sólo puede preservarse si es contenida tanto por la moral como por las normas.

La enseñanza social católica moderna comenzó hace 130 años, en mayo de 1891, con la encíclica Rerum novarum, de León XIII. Continuó hasta el presente con Fratelli tutti, de 2020, de Francisco.[iii] Además, el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, contiene un conjunto de principios por los cuales se puede juzgar la actividad empresarial.

Las declaraciones contenidas en estas Encíclicas, dejan en claro que la misión de la Iglesia incluye comentar sobre cuestiones económicas. Aunque no es tarea de la Iglesia, o al menos de los Papas, elaborar modelos económicos, los contornos de un modelo de competencia del Vaticano sí emergen de los textos vaticanos.

Las cartas llaman nuestra atención sobre algunos principios que sientan las bases para acciones más concretas que deben tomar los empresarios, políticos y otros actores de la competencia. Francisco agrega que “la actividad empresarial asume constantemente multitud de riesgos. Jesús en la parábolas del tesoro escondido en el campo y de la perla preciosa, compara la obtención del reino de los cielos con el riesgo empresarial”.[iv]

Los mercados mal regulados, corrompidos por abusos monopólicos o por unos pocos beneficiados por prácticas anticompetitivas que solo buscan rentas extraordinarias, y los funcionarios públicos que buscan principalmente objetivos individuales por sobre el bien público, producen resultados muy injustos y nocivos.

Sin embargo, este no es el fracaso del libre mercado como tal. Los mercados no son ni pueden ser buenos o malos, sino quienes los regulan, los utilizan o interactúan en ellos. Algo similar sucedería con la competencia: la competencia sólo puede preservarse si es contenida por las normas y, especialmente, por la moral. De nada servirán las mejores y más completas normas, si su aplicación dista de ser plena o razonable.

Para comprender la posición del Vaticano sobre la competencia, es esencial dar una idea de cómo el cristianismo ve al hombre. La doctrina social católica aplicable a los mercados y la competencia tiene un enfoque holístico.

Lo que nos dicen una y otra vez las encíclicas es que no está mal querer vivir mejor; lo que está mal es un estilo de vida que se presume mejor cuando se dirige a “tener” más que a “ser”, y que quiere tener más, no para ser más sino para pasar la vida en el goce como un fin en sí mismo.

Las encíclicas papales suelen condenar el socialismo y las economías controladas por el estado, pero su enfoque del capitalismo es más complejo. Sin embargo, esto no es una sorpresa, porque lo que se entiende por capitalismo cambia de una época a otra o de un país a otro.

Lo que se necesita, por tanto, es un mercado que permita el libre funcionamiento, en condiciones de igualdad de oportunidades, de empresas que persiguen diferentes fines institucionales. Junto a la empresa privada con ánimo de lucro y los diversos tipos de empresa pública, debe haber espacio para las entidades comerciales basadas en principios mutualistas y que persiguen fines sociales para arraigar y expresarse.

La antropología humana cristiana es una piedra angular de la escuela de pensamiento del Vaticano, y hace hincapié en que la humanidad no solo tiene necesidades materiales sino también espirituales, por lo que es importante también cuidar de los demás, y que nuestras acciones relacionadas con el mercado deben resistir la prueba de reglas morales.

(continúa en Parte II)

Referencias

[i] El proceso de canonización se inició en 1967, por parte del sacerdote Francisco Rotger, que estuvo cerrado hasta 1996, cuando Monseñor Iriarte comienza los pasos previos a la causa de canonización. El cardenal Jorge María Mejía, que fue amigo de Enrique Shaw, funda la “Comisión Enrique Shaw”. En 2000, el cardenal Mario Aurelio Poli presenta su parecer teológico de las obras escritas por Shaw, y en 2001, el Arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio (a la fecha del presente, el Papa Francisco) incorpora la causa y designa una comisión de peritos en historia, para recoger todos los escritos inéditos y documentos históricos que se relacionen con la causa. Ese mismo año, se aprueba (“nihil obstat”) la causa por parte de la Congregación para las Causas de los Santos

[ii] Misa en Santa Catalina de Siena, Buenos Aires, septiembre de 2005 – Homilía del Cardenal Jorge Mejía:

[iii] Entre las principales fuentes de la enseñanza social moderna que incluyen algún tipo de declaración sobre los mercados y la competencia son los siguientes: León XIII, Rerum novarum (1891); Pío XI, Quadragésimo anno (1931); Juan XXIII,  Mater et magistra (1961); Gaudium et spes, la constitución pastoral de la Iglesia en el mundo moderno (1965) adoptada por el Concilio Vaticano II cuando el Papa era Pablo VI; Pablo VI, Populorum progressio (1967); Pablo VI, Octogesima adveniens (1971); Juan Pablo II, Solicitudo rei socialis (1987); Juan Pablo II, Centesimus annus (1991); Benedicto XVI, Caritas in veritate (2009); Francisco, Laudato sí (2015), Fratelli tutti (2020).

[iv] En su mensaje a empresarios reunidos en UNIAPAC: el Papa Francisco identifica tres riesgos.

Sobre el autor

Pablo Trevisán

Coautor de la Ley 27.442 de Defensa de la Competencia. LLM, London School of Economics and Political Science (LSE). Visiting Research Fellow, Fordham School of Law, EE.UU. Doctorando, UCA. Vocal, Comisión Nacional de Defensa de la Competencia (CNDC), 2016-20. Socio del Estudio Trevisán.

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