Los últimos tiempos de Trump en la presidencia de Estados Unidos generaron una serie de reflexiones que trascienden el momento. Las empresas y sus líderes no escaparon el escrutinio sobre su posicionamiento en temas sociales y su relación con la política.
Algunos reaccionaron -muchas veces tarde- y su silencio anterior instaló la necesidad de un cambio en la relación de los empresarios y la política, claramente entendida desde el bien común y no desde una mirada partidaria que divide, y sólo orientada a defender intereses, que no pueden ser presentados de forma abierta y transparente a la sociedad.
Una de las voces que se escuchan es la de Paul Polman, ex CEO de Unilever, que publicó en Harvard Business Review esta semana un artículo de opinión que merece tomemos como referencia: “Es hora de restablecer la relación del sector privado con la política estadounidense y avanzar de una manera que garantice que el Gobierno se basa en la voluntad del pueblo y no en el poder del dólar”.
Polman propone dos cosas que deberían hacer las empresas y un cambio normativo: El juego de las Empresas:
- No más contribuciones empresarias a los partidos políticos, en forma directa o a través de los “PACs” (Comité de Acción Política), que son mecanismos indirectos, donde los contribuyentes son miembros de estas organizaciones.
- Dejar las Asociaciones Empresarias que adopten posturas enfrentadas a los intereses de la sociedad y que su misión es sólo detener procesos regulatorios que buscan dar respuesta a preocupaciones sociales.
La Ley:
- Cambiar el marco jurídico para evitar inversiones ilimitadas de grupos económicos o sindicales en campañas políticas.
El ex CEO de Unilever y actual presidente de B-Team va más allá en su visión y sostiene: “El sector privado debe reconocer que su licencia para operar a largo plazo en una democracia estable depende del apoyo a los legisladores que estén listos para desafiar el status quo, no sólo para reducir los impuestos y la regulación.”
Los empresarios y la política
La relación de los empresarios y la política siempre genera suspicacias, muchas veces parecen fundadas. La simple corrupción o mecanismos más sofisticados de influencia, legal pero cuestionada desde la ética, se observa no sólo en Estados Unidos. Los cuestionamientos al juego del colectivo “empresarios” parecen fundados, pero no todo es igual:
1. Muchas empresas ya decidieron dejar de hacer contribuciones a los partidos políticos o campañas, esto se ve claramente en empresas multinacionales. El tener una definición pública sobre este tema facilita la gestión de los profesionales de asuntos públicos cuando desde la política se le pide fondeo.
2. Las cámaras empresarias no actúan todas siguiendo los mismos principios. Es cierto que hay algunas establecidas para defender el “Status Quo”, con posturas obsoletas que van en forma directa en contra del interés social.
Pero también hay nuevas iniciativas promovidas por empresas progresistas que buscan cambiar las dinámicas de las conversaciones en pos de soluciones positivas, que integran la perspectiva empresaria en el debate público. Un ejemplo de empresarios promoviendo una mirada distinta de como las empresas pueden impactar positivamente en los temas que le preocupan a la sociedad es B Team, donde participa activamente Polman y que nuclea líderes empresarios y sociales por sobre los intereses sectoriales. Otra iniciativa a seguir es Sustainable Food Policy Alliance, que busca acelerar el ritmo del cambio en la industria alimentaria hacia sistemas de producción de alimentos sustentables.