El significado de su beatificación para los argentinos de hoy
La vida y conservación del pueblo argentino dependen de que su Constitución sea fija; que no ceda al empuje de los hombres; que sea un ancla pesadísima a que esté asida esta nave. que ha tropezado en todos los escollos, que se ha estrellado en todas las costas, y que todos los vientos y todas las corrientes la han lanzado” (Fray Mamerto Esquiú en su Sermón pronunciado en la Iglesia Matriz de Catamarca el 9 de julio de 1853).
En estos días los argentinos tenemos muy buenas noticias. Además del avance de la causa de beatificación de nuestro querido Enrique Shaw, también parece inminente la de otro argentino notable: Fray Mamerto Esquiú.
Son dos personalidades diferentes por las épocas en que les tocó vivir y las distintas geografías donde realizaron su apostolado. Enrique fue un hombre del siglo XX, de Buenos Aires; su mensaje principal fue para los hombres de empresa. Fray Mamerto Esquiú era natural de Catamarca y actuó en el siglo XIX en épocas de guerra civil cuando nuestro país echaba las bases de su organización constitucional.
Creo que, a pesar de las diferencias, sus mensajes tienen una íntima relación; el fraile franciscano puso énfasis en el deber cristiano del respeto a la ley justa y a la Constitución como base firme del desarrollo en favor de todos, incluidos sin duda los pobres que eran su predilección. Enrique predicó que, en la tarea de crear riqueza para mejorar la situación de los más necesitados, los principios evangélicos son una guía segura para los hombres de empresa.
La síntesis y complementariedad de esos dos mensajes se encuentra admirablemente expuesta por San Juan Pablo II cuando en CA expresa que “Dadas ciertas condiciones económicas y de estabilidad política absolutamente imprescindibles, la decisión de invertir, esto es, de ofrecer a un pueblo la ocasión de dar valor al propio trabajo, está asimismo determinada por una actitud de querer ayudar y por la confianza en la Providencia, lo cual muestra las cualidades humanas de quien decide” (N° 36). El mensaje de Fray Mamerto Esquiú sintetizado en el párrafo de su famoso sermón que precede estas líneas, donde predica el necesario respeto por nuestra Constitución, explica la base firme que permite a los empresarios optar por invertir y crear trabajo como Enrique predicaba en el siglo XX.
El apóstol de la Constitución, como así se lo llama a Fray Mamerto Esquiú, instaba a los católicos a acatar la constitución recién sancionada en Paraná.
Eran épocas difíciles para la Argentina que salía de una larga crisis política signada por el enfrentamiento entre unitarios y federales que desembocó en el gobierno autoritario de Juan Manuel de Rosas. El triunfo de Urquiza y el Tratado de San Nicolás, firmado por todos los gobernadores provinciales que antes respondían a Rosas, fueron los antecedentes de la Constitución de 1853 que luego fue reformada en 1860 con la incorporación de Buenos Aires a la Nación Argentina.
En esos años tumultuosos Fray Mamerto Esquiú marcó claramente cuál era el deber del ciudadano católico: someterse a la Constitución que asegura la inmovilidad de las reglas de juego y nos libra de los tiranos. Decía en otro párrafo de su sermón: “los hombres deberán postrarse ante la ley y así se librarán de someterse frente a los tiranos”.
Bajo este lema y luego de la incorporación de Buenos Aires, se desarrollaron las presidencias de Mitre, Sarmiento y Avellaneda que, no sin dificultades, construyeron las bases de nuestra organización política y dieron paso a la generación del 80 donde nuestro país, amparado por la seguridad jurídica que Esquiú predicó en aquel memorable sermón, se constituyó en tierra de promisión para quienes quisieron habitar el suelo argentino.
Hoy nuestro país nuevamente sufre una crisis política y moral cuyas causas son muy profundas y no es del caso analizar en estas breves líneas. Además, nuestra Nación forma parte de un mundo golpeado por la pandemia que ha requerido medidas excepcionales de restricción de libertades públicas pero que, lamentablemente, en nuestro país han desnudado tendencias autoritarias y actitudes corruptas donde se revelaron claras violaciones a las leyes restrictivas de derechos utilizando privilegios de hecho que implican dejar de lado groseramente el principio de igualdad ante la ley prescripto en el art. 19 de nuestra Constitución Nacional.
Las manifestaciones más claras de esa crisis política y moral están a la vista y surgen de declaraciones del Gobierno que, justamente, contradice los consejos de Esquiú: él predicaba la inmovilidad de la Constitución y el sometimiento del hombre a las mismas. Por el contrario, hoy escuchamos mensajes que amenazan con instaurar cambios radicales en nuestra Ley Fundamental destinadas a debilitar la división de poderes y aumentar las atribuciones del Poder Ejecutivo.
Pero la amenaza no se limita a propiciar la reforma de la Constitución, bastante difícil de obtener si no se produjera un triunfo categórico del oficialismo que le otorgue los dos tercios en ambas Cámaras. El Sr. presidente propicia una supuesta reforma judicial, actualmente detenida en la Cámara de Diputados, donde se debilita la Justicia Federal, se pretende someter el Ministerio Fiscal a los vaivenes de la política partidaria y se propicia una reforma de la Corte Suprema de Justicia para someterla al poder de turno. Pero, además, recientemente el Presidente ha declarado como posibilidad concreta eliminar la estabilidad de los jueces sometiendo sus nombramientos a períodos limitados lo cual implica un ataque directo a la independencia del Poder Judicial. Todo ello se pretende instrumentar sin necesidad de reformar la Constitución Nacional.
En este escenario si bien la oposición parece coincidir en la necesidad de afianzar la seguridad jurídica desde el Congreso mediante el control al Poder Ejecutivo y el aseguramiento de la división de poderes, la lucha electoral exhibe un cruce de imputaciones mutuas y enfrentamientos internos que en nada ayudan a darle tranquilidad al ciudadano sobre la necesaria coordinación de esfuerzos que demandará la integración de los nuevos legisladores en un Congreso en cuya actuación están todas las esperanzas de constituirse en pilar de la construcción de un país previsible que permita la confianza de inversores y trabajadores como base del desarrollo de empresas sustentables.
¿Cuál es nuestro deber como dirigentes de empresa cristianos? Esquiú habló a sus fieles, muchos de los cuales dudaban frente a una Constitución que proponía la libertad de cultos en un país de raíces y tradición católica. Él mismo tenía una posición tomada en defensa de la Iglesia frente a posturas laicas y liberales recogidas en la Constitución. No obstante, predicó el mensaje que la subordinación a la ley justa tenía un valor evangélico y el orden que de ella emana permite ejercer la libertad creadora que Dios otorgó a los hombres. Hoy, frente a un panorama que parecería desalentador, más que nunca debemos poner nuestros esfuerzos y medios económicos para reconstruir el país sobre las palabras de Esquiú que hoy se traducen en el término “seguridad jurídica”, base indispensable para sustentar la decisión de invertir.
Nuestros políticos estarán precisados a construir esta seguridad si la sociedad les pasa el mensaje de lo que esperamos de ellos en forma clara y contundente. El empresario es una figura fundamental en esa sociedad por su capacidad de coordinar el esfuerzo del trabajo y el capital para el desarrollo.
La superación de la crisis que hoy estamos viviendo en el orden interno y la oportunidad que nos brinda el mundo solo podrá lograrse si los argentinos, siguiendo los consejos de Esquiú, nos hacemos esclavos de la Constitución y la ley.
La nueva integración del Congreso que surgirá de las próximas elecciones es una herramienta fundamental para ese cambio. Se impone hoy a los ciudadanos ejercer con lucidez la responsabilidad del voto.
*Estas líneas recogen las ideas y texto de la nota editorial de la revista EMPRESA junio 2009
El padre Moreno que fue párroco de Fátima y con quien tuve la oportunidad hace muchos años de intercambiar opiniones sobre diversos temas y habiendo él asistido a un par de conferencias que di en esa época, me decía que los principios del Management coincidian en un alto grado con la Doctrina Social de la Iglesia.
Es muy ciero y en realidad las Leyes del Management se pueden aplicar perfectamente al gobierno de las naciones que al fin y al cabo son organizaciones que tienen mucha similitud con las Empresas.
Atte. Luis A. Merlo Flores