¿Qué impacto tiene la digitalización sobre la Responsabilidad Social de las Empresas (RSE)?, se preguntan N. Craig Smith y Leena Lankoski en un reciente número de INSEAD Knowledge. Y señalan tres ámbitos: el cambio puede estar en de qué es responsable la empresa, ante quién y quién es responsable. En efecto, pueden aparecer nuevas responsabilidades, como temas de privacidad y autonomía del consumidor, la pérdida de empleos por la robotización, las condiciones de trabajo en una economía por encargo (que es la traducción que me parece más adecuada de la «gig economy» anglosajona) lo que los autores llaman «taylorismo con esteroides», o la transparencia en el funcionamiento de la inteligencia artificial (AI). Puede cambiar la respuesta a ante quién es responsable la empresa: puede afectar a la relevancia e importancia de los stakeholders, por ejemplo, en la economía colaborativa (sharing economy): ¿cómo afecta, por ejemplo, Airbnb a los vecinos, a los hoteles competidores o a los gobiernos locales? No se puede ocultar la responsabilidad de los que forman parte de una plataforma. Y afecta también a quién es responsable, cuando las decisiones las toman máquinas sin participación directa de seres humanos.
En definitiva, la empresa no puede ocultar sus responsabilidades con la excusa de que es la máquina la que toma las decisiones… «Nada nuevo», me dirá el lector. Es verdad: si la RSE es la responsabilidad de la empresa por sus impactos en la sociedad, un cambio tecnológico afectará de varias maneras a esa responsabilidad.
La conclusión más inmediata de todo lo anterior es que no es suficiente tener un listado de stakeholders e impactos, sino que han de revisarse ante las nuevas circunstancias. El diálogo con los stakeholders irá cambiando, impulsado por el cambio tecnológico, y las repuestas cambiarán también.