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“Mi compromiso es una forma de devolver lo mucho que recibí”

Torta de cumpleaños arcoiris en el Hogar Santa Luisa
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Entrevista a Cristina Arheit, directora de SIN PAR y presidenta del Hogar María Luisa

El principio

Cristina Arheit

Cristina Arheit

Cristina Arheit presenta más de una arista de interés y es difícil de encasillarla en uno de sus múltiples aspectos con los que se compromete personalmente. Su infancia la pasó en el colegio alemán de Villa Ballester y luego estudió Ingeniería Industrial en el ITBA. Pero durante sus vacaciones, pasaba jornadas en la empresa familiar, SIN PAR, una metalúrgica especializada en soluciones tecnológicas para procesos de corte y mecanizado. En 1992 su padre, Manfred que ya tenía la firma Herramar en Villa Martelli adquiere SIN PAR y amplía sustancialmente la gama de productos ofrecidos.

Esas vacaciones que alternaba con el trabajo, naturalizó para Cristina y sus dos hermanos el compartir las vivencias de la empresa familiar y forjar allí su destino profesional. Pero antes, al recibirse, fue a Alemania a perfeccionarse en la RWTH Aachen University y luego a trabajar como ingeniera al Grupo Thyssen, un gigante de la industria. Allí estuvo casi tres años hasta que tuvo que tomar una decisión de la que hoy, no se arrepiente: volver a Buenos Aires para volcar su experiencia en la firma familiar. “Es muy diferente trabajar en una compañía world class donde está todo encaminado y aprendés todo el tiempo que, en una organización mucho más chica, en la que se convive permanentemente con las restricciones. Tenés todo por hacer”, subraya la actual directora de SIN PAR.

A su vuelta al país, continuó formándose (realizó curos en el IAE sobre dirección de Pymes y para directores) y también siguiendo la tradición paterna, se volcó a la actividad gremial empresaria: la Cámara de la Industria y Comercio Argentino-Alemana, la de los ingenieros alemanes, ADIMRA (empresarios metalúrgicos) y luego IDEA. “Hace siete años nos retiramos de ADIMRA por desacuerdos con aspectos éticos en la asociación. A Papá lo vi siempre como preocupado por defender no sólo su empresa sino la industria en sí misma, independientemente de nuestra opinión sobre el grado de protección ideal”, recuerda.

Desde julio de este año también es socia de ACDE. “Lo veo como una forma de comprometerme y devolver todo lo mucho que recibí, empezando por poder haber estudiado y perfeccionado en el exterior”, agrega.

Algo que aprendió en su estancia en Alemania es la convivencia civilizada de los rivales en el mismo mercado. “Allí vi que se conocen entre todos e incluso los competidores trabajan en forma cooperativa: uno le puede fabricar a su competidor. Acá veo mucho de la cultura del sálvense quien pueda”, puntualiza.

Como parte de las actividades que realizaban los jóvenes profesionales de la Cámara Alemana era promover la recaudación de fondos para el Hogar María Luisa y allí volvió a tomar contacto con la institución, pero ya desde otro lugar. Desde 2017 sumó allí un desafío mayor: ser presidenta de la Comisión Directiva del Hogar María Luisa. “Yo conocía al Hogar porque en el colegio tenía algunos compañeros que vivían allí. El colegio les daba esa oportunidad y a mí me llamaba la atención que no íbamos a su casa”, recuerda Cristina.

Su trabajo con el equipo que administra la institución fue muy enriquecedor. “Una experiencia inesperada, porque como empresaria tuve que explorar otro mundo, entender cómo se movía y eran las características que distinguen a las organizaciones sin fines de lucro que no por eso tienen que despreocuparse de su gestión”, enfatiza. Asume que las Pymes y las organizaciones de la sociedad civil tienen mucho en común: por empezar, las restricciones financieras están siempre y para gestionarlas con eficacia hay que aprender a convivir con esta escasez de recursos permanente.

“Ver la ONG, en cierto sentido porque el Estado para cobrar impuestos y tasas, para el ANSES o para el derecho, somos una empresa. Pero, también el Hogar me dio la posibilidad de interactuar con profesionales de otros rubros con los que nunca me hubiera cruzado en mi actividad como empresaria metalúrgica. Eso me abrió la cabeza…”, confiesa.

Otro aprendizaje fue el que, “a pesar de las diferencias, cuando nos comprometemos en un trabajo solidario, todas esas brechas pasan a un segundo plano. La grieta política de hoy es muy fuerte y en el ámbito del hogar, convivimos perfectamente”, explica. Y también pide agregar otro curso acelerado que le tocó hacer y asimilar: “aprendí a valorizar lo público cuando empecé a articular con oficinas y personas que trabajan para el Estado y que están comprometidas a pesar que también sufren la falta de recursos y planes. Son personas, como nosotros” aclara.

El futuro

Desde el punto de vista de la empresa, Arheit explica que han avanzado en la certificación de logros y normas de calidad: 14001, 45.001 y 50.001 (sistema de eficiencia energética), siendo la primera Pyme en este logro. “También somos adherentes a la red del pacto global y emitimos reporte de sustentabilidad. Nosotros lo vemos como innovación que no sólo se aplica a la compra de sistemas o máquinas más modernas” agrega.

“Desde la empresa se puede ayudar a la sociedad, haciendo las cosas bien, cuidando el medio ambiente y cumpliendo la ley”, declara. También están avanzando en poner por escrito su normativa ética y la elaborar normas para poner a la transparencia como un principio fundamental. “Nos quejamos y padecemos la corrupción, pero esta es una oportunidad para hacer algo y cambiar lo que está a mi alcance, ya que no somos policías ni jueces. Así podemos afirmar dentro de la empresa poder alentar la competencia sana y leal”, concluye-.

En síntesis, una experiencia que va retroalimentándose desde las esferas que le toca actual: la compañía familiar, las asociaciones gremiales empresarias, las vinculadas con la cultura y vida alemanas, la filantropía desde el Hogar y la centralidad de un hogar cristiano (ella es luterana, su marido, católico y educaron a sus hijos en la fé católica) en el que el trabajo, la empatía y el compromiso por el bien común no son universos separados.

El Hogar María Luisa


En 1877 María Luisa Schulz, asume la importante tarea de ocuparse de los hijos de inmigrantes de habla alemana que en ese entonces llegaban a la Argentina y se encontraban vulnerables en situaciones de emergencia. En 1917 Rodolfo Schulz, ex Cónsul General de Austria–Hungría y esposo de María Luisa, decide donar una casa y terrenos en homenaje a su honor. Finalmente, en 1973, el Instituto Ballester se compromete con el trabajo del Hogar y presta su antiguo edificio escolar para desarrollar un nuevo espacio e instalaciones.

Con más de 143 años de historia, hoy como Hogar Convivencial brinda amparo a las infancias en situación de vulnerabilidad: niños y niñas que han sido abandonados por sus padres o referentes y/o que han sido víctimas de violencia de todo tipo. Acompañan el desarrollo individual de cada uno y los procesos de re-vinculación familiar, porque cesó el riesgo, o bien la vinculación con una familia adoptante.

Alberga cada año alrededor de 30 niñas y niños, de entre 4 y 10 años, dando prioridad a grupos de hermanos para que puedan crecer juntos. Proporciona casa, comida, salud, educación y asistencia técnica especializada, más el apoyo de voluntarios que suman su compromiso. Está ubicado en el partido de General San Martín, en la Provincia de Buenos Aires.

Conocé más sobre el trabajo del Hogar María Luisa haciendo clic acá.

Sobre el autor

Javier García Labougle y Tristán Rodríguez Loredo

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