Las mayores expectativas de inflación en el mundo desarrollado, y en particular en los Estados Unidos, y la extensión del conflicto bélico entre Rusia y Ucrania, configuran un nuevo escenario muy desafiante para nuestra región. Ambos fenómenos se relacionan ya que el impacto del conflicto en el aumento del precio de los hidrocarburos alimenta la suba general de los precios. La región enfrenta entonces un mayor desafío para alcanzar sus objetivos de crecimiento sostenido y reducción de la desigualdad.
Por un lado, las mayores presiones inflacionarias en el país del norte están motivando una respuesta por parte de sus autoridades monetarias de elevar las tasas de interés y contraer la expansión monetaria cuyos efectos ya son manifiestos. Luego de más de una década de tasas de interés muy reducidas con mínimos en niveles inferiores al 1% anual en 2020, tomando como referencia el rendimiento del bono del Tesoro a diez años, actualmente ya se ubican en torno al 3% anual. La esperanza es que este aumento sea suficiente para contener las presiones inflacionarias pero la reacción de los mercados financieros no parece ir en esa dirección. La fuerte corrección en los precios de todos los activos financieros ha sorprendido tanto por la velocidad con que han ocurrido como con la generalización de la baja que impactó a todos los activos financieros sin distinción. Los expertos explican que parte de esta sobre reacción se debe a los altos niveles de apalancamiento preexistentes, que motivan ventas forzadas en gran escala.
El nuevo escenario implica entonces un cuadro de menor crecimiento económico global, mayor inflación y mayores tasas de interés. Esto impactará tanto en menores flujos de comercio como financieros para la región, que deberá responder con mayores esfuerzos de equilibrio fiscal y monetario interno para morigerar su negativo efecto. Luego de una década de tranquilidad macroeconómica global, para los empresarios y dirigentes de la región este cambio de escenario implica en primer lugar volver a estar atentos a la evolución macroeconómica, y conocer con la mayor precisión posible cuál es el escenario más probable y las consecuencias para cada negocio en particular.
Un segundo impacto a considerar es que habida cuenta las posibilidades cada vez mayores de localización regional, la estabilidad macroeconómica interna de cada país se convertirá en una auténtica ventaja competitiva para captar la iniciativa privada y la localización de las empresas con su consecuente efecto en la creación de empleo. Aquellos países que logren mayor equilibrio macroeconómico y ofrezcan mejor calidad de las instituciones captarán mayores inversiones. Ya no son la disposición de materias primas la ventaja comparativa de una economía moderna. Ahora resultan mucho más determinantes las condiciones económicas e institucionales para definir la localización de las empresas. En las nuevas generaciones es cada vez más perceptible el fenómeno de trabajar por Internet en empresas localizadas en otros países y aún continentes. Será cada vez más difícil y oneroso el populismo en la región.
Puestas las cosas así, nosotros como empresarios y dirigentes de empresas con una visión cristiana tenemos un gran desafío y una gran oportunidad. El desafío de responder acertada y eficientemente a la nueva realidad. La oportunidad de señalar el camino en la dirección correcta con nuestro pensamiento, palabra y testimonio.