Hace unas semanas, empecé a diseminar pensamientos en una de las redes sociales más utilizada por profesionales. En medio de esto me surgió la inquietud de encontrar sentidos contraintuitivos a expresiones habituales. Por ejemplo, en lugar del: “para que yo comparta, primero tengo que confiar” intentar invertir esta forma de razonar. Esto me llevo a escribir algunas ideas inspiradas en el saludo cristiano bajo el título: “Para confiar hay que compartir”.
Luego me di cuenta de que el saludo cristiano era el primer rito introductorio de la Misa. Entonces me surgió la inquietud de hacer notas breves sobre cada rito de la Misa. De modo de ofrecer una mirada cristiana basada en la Misa. Esto me llevo a escribir sobre el segundo rito de la Misa que es el acto penitencial: “Para arrepentirse hay que reconocer”. Compartí una reflexión del sacerdote Mike Schmitz quién dice que el cristianismo es lo que hacemos con nosotros mismos.
Preparé el tercer posteo y lo subí a esa red social. El posteo se titulaba: “para entusiasmar hay que orientar”. El posteo me resultaba insuficiente así que lo borré. Entonces me surgió la inquietud de en vez de hablar de hacer algo, hacerlo. Ahí subí otro posteo contando de los retiros Entretiempo en cuya organización participan varios socios de ACDE. Entonces me surgió la inquietud de compartir en el grupo WhatsApp de la parroquia donde voy a Misa algunas actividades abiertas para crecer en la Fe en comunidad. Armé un mail breve con opciones de adoración, rosario y retiros y lo compartí con un grupo de ~50 personas con quienes compartimos la Misa. Entonces me surgió la inquietud de hacer una nota para la Revista de ACDE.
No se me había ocurrido hacer esta secuencia de acciones de entrada. Este pensamiento me inspiro para elegir el título de esta nota o, mejor dicho: entonces me surgió la inquietud…