Valores

El cobijamiento como camino de humanización

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Escrito por Carlos Barrio
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Meditaciones en torno al “Cántico al Terruño”

Vivimos en un mundo que ha perdido en gran medida la capacidad para encontrar cobijo en la vida diaria. Quizás ya no recordemos qué significa cobijamiento.

El sentido excesivamente utilitarista que nos rige ha hecho que olvidemos esta dimensión tan propia del hombre y de Dios. Nos relacionamos sólo desde un ámbito racional y económico, dejando a un lado la dimensión afectiva y más humana, dividiendo mecánicamente lo que debería ir junto e integrarse.

Hemos perdido el balance interior, lo cual se traslada a los desequilibrios exteriores.

Pareciera que hoy no hay tiempo para detenerse, escucharnos, disfrutar la belleza de una puesta de sol, un encuentro, el buen trato, la celebración compartida de los logros o saborear una copa de vino con una persona querida. Nos corre la necesidad de ser productivos, de no perder el tiempo, como si viviéramos insertos en una carrera sin fin. El tiempo lineal, entendido como “Kronos”, ha opacado al tiempo del “Kairos”, que captamos como tiempo valioso y significativo.

Es esta actitud mercantilista y separatista la que nos ha llevado a perder el equilibrio ecológico de la vida del hombre y la naturaleza, ha generado el calentamiento global, la contaminación ambiental, la disminución de la capa de ozono y la muerte de muchas especies vegetales y animales. Según algunas mediciones, ha habido un descenso del 69% (promedio) en la abundancia poblacional de mamíferos, reptiles, aves, peces y anfibios de todo el mundo.[1]

Nos hemos olvidado de mirar y trabajar de una manera orgánica, respetando los procesos naturales. Pareciera que se ha impuesto la cultura del descarte[2], como nos dice el papa Francisco, muy propia de una sociedad consumista.

Resulta por lo tanto oportuno preguntarnos: ¿cómo sería una vida en la que existiera cobijamiento?

José Kentenich nos da luz a este concepto al considerar prácticamente como sinónimos el cobijamiento y el hogar. Nos dice que “hogar es aquella porción de nuestro ámbito vital, físico, anímico y espiritual en la cual recibimos y damos cobijamiento y que es, a la vez, símbolo del cobijamiento en Dios.”[3]

El cobijamiento es por lo tanto esa dimensión en la que somos contenidos, aceptados y amados y es bueno que existamos.

El mejor ejemplo del cobijamiento es la Santísima Trinidad. En ella no hay soledad, es hogar, familia y encuentro de amor entre el Padre y el Hijo en el Espíritu Santo. Allí hay diálogo, calidez y vida en abundancia.

Resulta valioso recordar una bellísima oración compuesta por el fundador del movimiento de Schoenstatt, José Kentenich, llamada “Cántico al Terruño”.

Esta oración de alabanza y gratitud a Dios y María, la escribió en condiciones infrahumanas, durante la segunda guerra mundial, en el campo de concentración de Dachau, Alemania, en donde estuvo prisionero, mientras arreciaba una fuertísima epidemia de tifus en el invierno de 1943, en la que murieron centenares de prisioneros. Es sorprendente que, en ese contexto de muerte y locura, Kentenich, escribiera esta oración tan llena de gozo y cargada de esperanza.

Quiero recordar su primera estrofa, ya que es muy inspiradora como una luz en la oscuridad, para nuestro mundo deshumanizado y contaminado.

Dice así:

¿Conoces aquella tierra cálida y familiar

 que el Amor eterno se ha preparado:

donde corazones nobles laten en la intimidad

y con alegres sacrificios se sobrellevan;

donde, cobijándose unos a otros, arden y fluyen

hacia el corazón de Dios;

donde con ímpetu brotan fuentes de amor

para saciar la sed de amor que padece el mundo?

 

Yo conozco esa maravillosa tierra:

es la pradera asoleada

con los resplandores del Tabor,

donde reina nuestra Señora tres veces Admirable

en la porción de sus hijos escogidos,

donde retribuye fielmente los dones de amor

manifestando su gloria

y regalando una fecundidad ilimitada.

¡Es mi terruño, es mi tierra de Schoenstatt!”

María con su cercanía de madre, tiene que ser nuestra inspiración, para construir un mundo fraterno que cobije a todas las creaturas, haciendo un santuario vivo, en el que el hombre y la naturaleza puedan vivir y desarrollarse en armonía, tendiendo a un equilibrio ecológico, sin agresiones.

Nos dice el papa Francisco que San Francisco de Asís en su Cántico de las Creaturas nos recuerda que “en ese hermoso cántico … nuestra casa común es también como una hermana, con la cual compartimos la existencia, y como una madre bella que nos acoge entre sus brazos: <<Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual sustenta, y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierbas>>”[4]

Nuestra tarea será por lo tanto generar ámbitos de cobijamiento en todos los ambientes, la naturaleza, el trabajo, los amigos, las calles, los medios de transporte, las redes sociales, llegando hasta las más recónditas periferias existenciales.

Entonces podremos entonar cánticos de alabanza -que tanto necesitamos- para construir un mundo en el cual podamos encontrarnos y compartir la vida, descubriendo que en su esencia Dios es hogar y familia y nos invita a vivir de esta forma entre nosotros.

Referencias
[1] Conf. Inn Context. Agencia de Noticias (27/X/22) en el que se refiere a la edición 2022 del Informe Planeta Vivo.

[2] Papa Francisco. “Evangelii Gaudium”, punto 53.

[3] José Kentenich. “Que surja el hombre nuevo”. Ed. Schoenstatt (1971). Décimo Segunda Plática del 2 al 5 de octubre de 1951, en Schoenstatt (Alemania).

[4] Papa Francisco. “Laudato si”, punto 1.

Sobre el autor

Carlos Barrio

Abogado (UBA) con una extensa carrera en el sector legal de multinacionales. Coach Profesional (Certificación internacional en el Instituto de Estudios Integrales). Posee posgrados en Harvard y UBA.

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